Ves se impulsó sobre su mesa y se deslizó en dirección al mostrador del bar, detrás del cual se refugiaban dos guardias de élite de los Espiral Shocker y el Señor Javier.
—¡No disparen! ¡Soy yo! —dijo mientras flotaba hacia su posición de cobertura.
El Señor Javier abrió los ojos como platos en cuanto vio a Ves. Sus guardias probablemente también se pausaron por la asombro, aunque sus pesados cascos les ocultaban la expresión.
—¿Has hecho todo eso? —preguntó Javier con temblor en la voz.
—No, lo hizo un unicornio —dijo Ves con desenfado—. ¿Estás bien?
—Estoy ileso.
—Me alegra oírlo.
—Oye, ¿me puedes dar tu arma? Soy buen tirador.
—Tendrás que pedírselo al unicornio, no a mí. Voy desarmado.
El Señor Javier lanzó una mirada escéptica a Ves. —Sí, claro.
