—No se preocupen, Joven Maestro. Le protegeremos con nuestras vidas —le dijeron los guardias en la habitación.
—¡Maldita sea! ¡Si yo muero, mi padre los matará a todos ustedes! —gritó Zheng Weimin.
De repente, se activó el walkie talkie de uno de los guardias.
—¡A-Ayuda! ¡Este hombre es un monstruo! ¡No podemos lidiar con él! —una voz aterrada resonó del walkie talkie.
—¡Dame eso! —Zheng Weimin hizo un gesto para que le dieran el walkie talkie.
Una vez en sus manos, gritó:
—¡Soy Zheng Weimin! ¿Qué está pasando allá afuera?!
Sin embargo, el guardia no respondió.
—¿Hola?! ¡Oye! ¡Contéstame!
Después de otro momento de silencio, el walkie talkie se conectó de nuevo.
—No puede escucharte porque está inconsciente. Probablemente debido a pérdida de sangre, pero no soy un experto. Quizás incluso esté muerto.
Una voz familiar resonó en el walkie talkie. Sin embargo, Zheng Weimin no reconoció de inmediato la voz.
—¿Q-Quién eres?