—¿Todavía estás aquí? Si no despiertas pronto, serás inútil para siempre. —De repente dijo el hombre apuesto.
—No entiendo muy bien... Incluso si quiero despertar, no puedo hacerlo hasta que termine este sueño. Ha sido así desde hace muchas semanas. —dijo Yuan.
El hombre apuesto suspiró y chasqueó los dedos, cambiando repentinamente el escenario de la tableta de jade a la cima de alguna montaña desconocida.
En esta montaña, había innumerables espadas clavadas en el suelo, parecía un cementerio de espadas o algo así.
—¿Dónde estamos? —preguntó Yuan.
—¿No lo recuerdas? —le preguntó el hombre apuesto.
—¿Por qué iba a recordar algo que nunca he visto antes?
...
El hombre apuesto lo miró en silencio con una expresión pensativa.
Luego habló con un suspiro, —Parece que las maldiciones te han afectado más de lo que esperaba.
—¿Eh? ¿Sabes acerca de las maldiciones? —Los ojos de Yuan se abrieron de par en par sorprendido.
—Por supuesto.
—¿Entonces puedes decirme más sobre eso?
