—¿Shi Lin? —Bai Zemin parpadeó antes de asentir—. Entonces, permíteme llamarte Reina Shi Lin.
La reina de las hormigas tejedoras soltó una risita, pero se interrumpió cuando una expresión de dolor cruzó su rostro por un instante antes de desaparecer.
Había muchas cosas que se podían fingir en este mundo, pero era difícil simular dolor frente a una persona que ya había experimentado todo tipo de dolor en su vida como Bai Zemin. Él pudo notar que la expresión que la Reina Shi Lin acababa de mostrar era real y no falsa, lo que confirmó su teoría de que algo andaba mal con la salud de la reina de las hormigas tejedoras.
—Reina Shi Lin, parece que su salud no está del todo bien? —Bai Zemin frunció el ceño ligeramente y preguntó con cautela.
Sus palabras hicieron que la expresión de la corpulenta hormiga tejedora junto a la Reina Shi Lin cambiara. La criatura miró a Bai Zemin con un destello de ira en su rostro y su aura se salió ligeramente de control.