Bai Zemin no se detuvo a pensar en las palabras de Lilith ni por un instante; ¡no tenía tiempo para eso! En cambio, lo que sabiamente hizo fue dejar que su cuerpo se moviera antes de que su mente enviara el comando.
—¡Todos ustedes! Diríjanse hacia el exterior del pueblo más cercano en dirección sur. ¡Ahora! —Bai Zemin se dio la vuelta y rugió a todo pulmón.
Su voz era como una explosión sónica, pero en lugar de dejar a todos atónitos, fue como un chasquido que los golpeó en la parte trasera de la cabeza para despertarlos del estado de ensueño en el que se encontraban.
Al ver cómo el siempre calmado Bai Zemin de repente se puso ansioso, las expresiones de todos cambiaron para empeorar y ni siquiera preguntaron cuando se pusieron manos a la obra.
En casos como este, en los que la situación era urgente, no había tiempo para ordenar. Los conductores arrancaron los motores de los vehículos y pisaron el acelerador a fondo, levantando cortinas de humo y alejándose en un instante.
