Si Bai Zemin tuviera que describir al hombre que acababa de aparecer frente a él como si fuera el dios del mundo en una sola palabra, entonces quizás solo la palabra montaña sería la más precisa para tal descripción.
Una montaña debido a su inmensidad.
Una montaña debido a lo imponente que se veía.
Una montaña debido al abrumador poder que su cuerpo exudaba.
Finalmente, Bai Zemin sintió como si una montaña presionara constantemente su cuerpo hacia abajo.
No cabía duda de que Lilith era la existencia más misteriosa y poderosa que Bai Zemin había conocido hasta el día de hoy. Simplemente que sus poderes y control sobre su propia fuerza habían alcanzado un reino insondable que Bai Zemin no podía imaginar, por lo que no podía sentir ni una pizca de lo aterrador que realmente era.
Por lo tanto, el aura y la presión que Bai Zemin sentía del cuerpo del hombre frente a él eran sin duda las más aterradoras que había sentido.