Mientras Qin Ming miraba la espalda de Bai Zemin, docenas de recuerdos pasaban uno por uno frente a sus ojos.
—No han pasado ni tres años desde esa vez, pero de alguna manera se siente como una eternidad...
El Palacio del Emperador del Cielo era muy grande, incluso la distancia entre el suelo y el techo estaba dividida por enormes columnas blancas ribeteadas con oro que parecían dragones enroscados. En medio del enorme pasillo, Qin Ming parecía solitaria, pero su ser entero irradiaba una sensación de euforia y felicidad.
¿Quién hubiera pensado que el estudiante universitario de aspecto promedio de entonces algún día se convertiría en el emperador de la humanidad y pondría fin al apocalipsis en la Tierra?