El viaje a Alvannia transcurrió sin problemas. Fue tan tranquilo que no pude evitar preocuparme más. El enemigo que enfrentamos en el asentamiento de los Lycan y en Tarmac era uno y el mismo. Y saber que podría controlar a estas bestias, a estos monstruos, me da escalofríos.
—¿En qué estás pensando, mi amor? —me preguntó Regaleon.
—Oh... ¿qué? —Me sobresalté. Estaba tan absorta en mis pensamientos que no me di cuenta.
—Estabas mirando hacia afuera muy pensativa. —respondió Regaleon.
—Oh, es solo que... supongo que estoy siendo paranoica. —le respondí—. Estos tres días parecieron ser tan pacíficos que lo que pasó en el asentamiento de los Lycan y en Tarmac parece que no ocurrió.
—Sé que todavía te preocupa por nuestros dos hijos. —dijo Regaleon—. Ellos son los que están siendo atacados, especialmente Alfonso.