Salimos del pueblo antes de que saliera el sol. El clima estaba bien y nuestro ritmo no era rápido ni lento. Al principio temía que mis mediocres habilidades de equitación atrasaran al grupo, pero afortunadamente pude mantenerme a la par de su ritmo.
—¿Cómo te encuentras? —me preguntó Regaleon, quien montaba a mi lado.
—Estoy bien —le sonreí en respuesta.
Pero en realidad, mi cuerpo comenzaba a cansarse. Mis piernas empezaron a doler y a adormecerse. Llevábamos montando al menos más de dos horas, no mucho tiempo desde que salimos del pueblo. Opté por guardarme para mí lo que estaba sintiendo. Pensé que este viaje es bastante importante y el tiempo es esencial.
—Tomemos un descanso rápido —dijo Regaleon—. Díselo a los hombres de atrás —ordenó a Chris, que iba montando detrás de nosotros.
—Sí, su majestad —respondió Chris cortésmente y giró su caballo para transmitir las órdenes de Regaleon.