Cristóbal no pudo regresar a casa hasta que oscureció. Como esperaba, no vio a Abigail.
Una vez más había ido a casa de su madre.
Cristóbal estaba demasiado agotado para llamarla y apaciguarla o persuadirla para que volviera. Pensó que hablaría con ella al día siguiente en el trabajo. Se dejó caer en el sofá y se recostó, sus manos blandas sobre sus rodillas.
Su cerebro estaba tan ocupado con los incidentes de la mañana que había olvidado por completo que el período de Abigail como su sustituta secretaria había terminado el pasado viernes.
Se reanudaría su capacitación al día siguiente.
Cristóbal tenía la intención de mantenerla en su oficina y ya había comenzado el proceso. No se lo había dicho todavía porque esperaba decírselo durante el viaje y que ella firmara los documentos necesarios.
En ese momento, solo podía pensar en el hombre que había sido asesinado en el bosque.