"El corazón de Cristóbal todavía temblaba por la inquietante pesadilla. Las inquietantes imágenes del sueño se aferraban a los recovecos de su mente, negándose a desvanecerse. El recuerdo de la fría piel del bebé recién nacido y el horroroso espectáculo de sangre corriendo por el suelo había dejado un miedo persistente que le carcomía el núcleo.
Tenía la impresión de que su pesadilla podría convertirse en realidad. Esta idea le aterrorizaba. Abrazó más fuerte a Abigail, como si intentara físicamente dispersar la inquietud residual de su sueño. Presionó con delicadeza sus labios contra su cabeza, buscando consuelo en su presencia.
—¿Estás bien? —preocupada por él, Abigail levantó la cabeza, sus ojos se posaron en los de él.
Cristóbal la miró con sentimientos encontrados. Todavía estaba horrorizado, pero se sintió aliviado de que ella estuviera con él, sana y salva. Solo había sido una pesadilla y él se aseguraría de que no se convirtiese en realidad.