Cristóbal suspiró suavemente y rodeó a Abigail con sus brazos, con sus dedos dibujando círculos calmantes en su espalda.
—Lo haremos, cariño, lo haremos. Pero el médico dijo que necesitas quedarte aquí por ahora. Tu salud y el bienestar del bebé son lo más importante en este momento.
—No quiero quedarme aquí ni un minuto —afirmó Abigail con determinación.
Cristóbal comprendía su miedo. Pero no podía aceptar su petición ya que necesitaba asegurarse de su seguridad y la del bebé.
—Tu presión arterial es alta —explicó—. En este estado, deberías evitar un viaje largo. Hay casi ocho horas en coche desde aquí. ¿Olvidaste lo enferma que estabas el día que llegamos aquí? Debes seguir el consejo del médico.
—Pero Anastasia estará conmigo —argumentó Abigail, su voz teñida de una obstinada determinación.