Abigail miró fijamente la puerta cerrada, sus grandes ojos reflejaban su miedo y su mente divagaba con innumerables posibilidades de lo que le esperaba al otro lado. Lentamente, se inclinó y miró hacia afuera a través de la mirilla.
Era Cristóbal.
Una ola de alivio la inundó, lavando momentáneamente la ansiedad que la había dominado minutos antes. Había olvidado por completo la nota que él había dejado para ella, afirmando que regresaría por la noche.
Rápidamente desbloqueó la puerta y la abrió de par en par. El corazón de Abigail se llenó de una mezcla de emociones mientras lo jalaba ansiosamente hacia adentro, cerrando la puerta detrás de ellos.
En un instante, sus brazos instintivamente rodearon a Cristóbal, buscando refugio y consuelo en su abrazo. Enterró su rostro en su pecho, sintiendo el ritmo constante de su corazón contra su mejilla. Una profunda sensación de seguridad la envolvió, como si la mera presencia de Cristóbal pudiera protegerla de los peligros del mundo.