Los ojos de Sebastián se entrecerraron mientras daba otro paso hacia ella, su rostro retorcido en una expresión asesina que hizo que la sangre de Rosie se helara.
—¿Crees que puedes traicionarme y salir impune? —gruñó, su voz aumentando a un rugido ensordecedor—. ¿Crees que te dejaré vivir después de lo que has hecho?
El corazón de Rosie se detuvo cuando Sebastián se abalanzó sobre ella, sus manos buscando su garganta. Intentó gritar y defenderse, pero no sirvió de nada. En ese momento, supo que estaba verdaderamente condenada. Sin embargo, pensó que debería intentar una última vez convencerlo de que la dejara vivir. Después de todo, había estado con él durante tanto tiempo, proporcionándole placer.
A pesar de que pudo ver la muerte en sus ojos, tenía una leve esperanza en su corazón de que él, por casualidad, le mostraría misericordia.