La mente de Shawn giraba con todo lo que Mia había dicho mientras salía de la casa de Mia y se dirigía a su coche.
La aire de la tarde estaba cargado con la promesa de lluvia. El cielo, pintado con rayas de naranja y púrpura, parecía reflejar la tormenta interior que él sentía.
Shawn se deslizó en el asiento del conductor y agarró el volante con fuerza, intentando procesar todo lo que acababa de aprender.
Deseaba poder borrar las cicatrices en la espalda de Mia, pero desafortunadamente, la imagen estaba quemada en su memoria, un recordatorio inquietante de la crueldad que había tenido lugar.
No podía creer que Henry hubiera hecho algo así. —¿Cómo pudo haber hecho algo tan bestial a su propia esposa? —reflexionaba Shawn.
Se preguntaba si Henry había sido llevado a tales medidas extremas debido a alguna presión desconocida o si simplemente era el resultado de una personalidad retorcida. Sea cual fuera el caso, Shawn estaba determinado a descubrir la verdad.