Después de su cita en la galería, Lucy y Tom habían decidido ver una película juntos en el cine dentro del centro comercial donde estaba ubicada la galería, antes de ir a cenar.
Sentados en el cine, el tenue resplandor de la pantalla de la película se desvaneció a negro y empezaron a pasar los créditos.
Cuando todos salieron desfilando, Lucy se apoyó en el hombro de Tom con una mano cubriéndose la cara para que nadie la viera.
Tom rió entre dientes, su mano encontrando la de ella bajo el reposabrazos. El balde de palomitas se encontraba entre ellos, medio vacío, un testimonio de sus momentos robados de besos a escondidas y chistes susurrados durante la película.
—Todos se han ido. Deberíamos irnos ahora, a menos que quieras ver otra película —dijo Tom, y Lucy miró alrededor antes de sonreírle.
—¿Deberíamos verla otra vez? Me ha encantado cada parte —dijo Lucy, sus ojos brillando con emoción.