El negro oscuro y lustroso enmarcaba un rostro fuerte y definido, y sus suaves labios rosados se curvaban en una sonrisa burlona.
—Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? —Su voz, tan suave como su piel color caramelo, tenía un tono de burla.
Al no obtener respuesta ni movimiento por parte de Klara, arqueó una ceja oscura.
—¿Te resulta cómodo sentarte en el suelo? —preguntó.
—¿Eh? Oh... no... —Su rostro se llenó de vergüenza mientras se levantaba y ajustaba su vestido.
¿Por qué estaba actuando así? Irritada consigo misma, miró al hombre frente a ella. Dios mío, era tentador, un festín para la vista. Supuso que podría ser de los trópicos debido a su piel bronceada y su apariencia exótica.
—Pareces tener prisa —dijo él.
Eso es cierto, lo había olvidado. Estaba huyendo de una serpiente. ¿Una serpiente? Klara miró detrás de ella. Afortunadamente, la serpiente no la había seguido.
—Había... una... una serpiente...allí —dijo Klara señalando.
El hombre rió. —Es inofensiva.