Una noche pacífica ocurría dentro del pueblo, era algo similar a la calma antes de la tormenta. La luna era llena, y unos 100 guardias estaban estacionados en sus puestos de trabajo. En medio de la silenciosa calma, el bosque empezó a agitarse, presagiando lo que ocurriría esa noche, y un horrendo grito salió de entre las hojas. "¡¡WAAAAAAAAAAGH!!". El grito de batalla orco. Cientos de voces de diferentes especies resonaban.
Una tras otra, miles de bestias salían del denso bosque hacia el pueblo. Orcos, duendes, lobos, trolls, osos y más. Los orcos, los más grandes y fuertes, lideraban la invasión. De piel verde y cara horrorosa. Cubiertos con pieles y equipados con herramientas de madera y piedra. Eran la clara definición de una raza primitiva. Su cuerpo era de 2 metros en promedio. Sin embargo, el líder de estos, un gigante entre los suyos, media 3,5. Una bestia con cuernos y pelo en la espalda, buscando sangre y destrucción.

Lograron arrasar con tres casas antes de que las primeras defensas llegarán. Un grupo de 5 elfos, versados en el arco y en la magia.
"En nombre del Dios del viento, empuja tu devastadora corriente hacia mis enemigos y hazlos desaparecer de mi mirada". Un rápido hechizo, más para ganar tiempo que para herir al enemigo.
Hicieron retroceder a duendes y lobos, pero los más grandes siguieron caminando hacia el pueblo con algo de dificultad. Flecha tras flecha salía disparada, algunas mágicas, pero la mayoría comunes.
"En nombre del Dios del Fuego, arrasa con mis enemigos con tu poderosa ola ardiente, y haz de ellos carne chamuscada". Una ola de fuego de 2 metros de alto y 3 de ancho salió disparada. "En nombre del Dios del viento, empuja tu devastadora corriente hacia mis enemigos y hazlos desaparecer de mi mirada". El uso de magia en equipo era enseñada a todos aquellos magos que entraban a la milicia local. Una de las más básicas era que la magia de viento potenciaba los hechizos de fuego.
Como consecuencia del hechizo liberado, la ola creció 2 veces su tamaño en el momento exacto, incinerando a 2 orcos y varios duendes que se habían acercado demasiado. Sin embargo, antes de siguiera poder reaccionar, una gran roca cayó sobre dos de los cinco soldados. Concentrados en los orcos cercanos, no notaron como una gran y pesada roca caía sobre ellos. Los trolls, ubicados en la retaguardia, actuaban como catapultas y lanzaban tantas rocas como encontraban.
"Debemos esperar a los refuerzos. Goel cayó, Saur, empieza un hechizo de viento, nosotros te cubrimos". Sin más opción que esa, dos luchadores sacaron sus cuchillos y empezaron a maniobrar sobre los orcos para dar tiempo a su mago restante.
"En nombre del Dios del viento, empuja tu devastadora corriente hacia mis enemigos y- ¡AGHH!". Sin haberse dado cuenta, su retaguardia se encontraba expuesta. Un duende, débil y solo, apuñaló al único mago que les quedaba. Con eso, sus esperanzas de ganar también. "Aguantar, es todo lo que debemos hacer. Un minuto más está bien, pronto llegarán los refuerzos". Ambos, experimentados luchadores, distraían a los lentos monstruos con rápidos movimientos.
Sin embargo, todo llega a su fin. Un pequeño error, un pequeño movimiento mal calculado, resultó en la muerte de uno de los dos. El orco agarró la pierna del Elfo, sin intenciones de soltarlo vivo. Con una presumida sonrisa en el rostro, aplastó la cabeza del Elfo con su pie. Pronto, el otro también cayó, siendo atacado por decenas de bestias.
Esta era una escena que se repetía por todo el pueblo. No había un único punto de ataque, ingresaban por todos lados, buscando sangre y destrucción. El porqué no llegaban los refuerzos, es porque también se encontraban en la misma situación. Atacados por decenas de monstruos mientras protegían a los civiles que podían. Tanto monstruos como elfos caían. Los monstruos tenían superioridad numérica, pero los elfos eran más versados en el arte de la guerra. Durante los 2 últimos años y medio empezaron a entrenar más duro y más fuertemente. En los dos años hasta ese momento, habían venido decenas de invasiones como esta, pero nunca a esta escala, nunca habían llegado hasta los civiles, hasta ahora.
Mientras más elfos caían, más avanzaban los orcos, duendes y lobos. El señor de todos estos, un gran orco de 3 metros y medio de altura, atacaba con fiereza y crueldad. Un tronco de un árbol le servía como garrote, apaleando con él a cualquiera que se le acercaba. Un solo golpe suyo bastaba para mandar a volar a dos elfos. Un solo golpe suyo era capaz de destruir una cabeza. Este gigante se paseaba por el pueblo, con una sonrisa despiadada, matando a tantos como se cruzaban por su camino.
Alejados de allí, en el centro del pueblo, poco más de mil elfos se encontraban resguardados en una bóveda bajo tierra, construida para momentos como este. Momentos en que no había más opción que esconderse. Allí habían niños, mujeres, ancianos indefensos y un par de guardias encargados del orden y la seguridad de los resguardados. Los allí presentes eran solo el 10% de los habitantes del pueblo. El resto, estaba atrapado en medio del fuego, la masacre y la destrucción.
En esta situación, donde los monstruos atormentaban todo a su paso, habían 5 puntos donde no pasaba un solo monstruo. En esos 5 puntos, no había ni una única bestia con capacidad de sobrevivir. Cualquier bestia que se acercaba era rápidamente cortada en pedazos o incinerada. Un arquero, dos espadachines y dos poderosas hechiceras. Estos 5 pertenecerían más tarde a una leyenda, como los 5 Defensores de Durbal. Sin embargo, en aquel momento, eran sólo personas que luchaban por su vida y la de sus compañeros.
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Capítulo un poco más corto de lo normal, pero quería dejar ese final para en el próximo capítulo empezar con la segunda parte. Gracias por leer.
Lord Maxggs se despide, y hasta pronto.
997 palabras