Quylla dejó de hablar, riéndose a carcajadas al recordar, mientras las lágrimas de alegría corrían por sus mejillas.
—Él es bastante rápido para alguien de su tamaño, ya sabes. —Dijo en cuanto logró recuperar el aliento.
—Golpeó despiadadamente al que me atacó y también a los que no hicieron más que mirar. Luego dejó en claro que si intentaban algo gracioso de nuevo, los expulsaría. Después de eso, mis compañeros de equipo y yo llegamos a un acuerdo.
—Yo los ayudaría, pero solo con la condición de que no vigilaría por la noche y elegiría primero sobre la comida. No duramos mucho, pero me lo pasé en grande, ordenándoles.
—Entonces, cuando volví al castillo, ¡lo primero que hice fue conseguir una Boleta!
Quylla sacó la esfera negra de sus puños, golpeándola sobre la mesa, atrayendo todas las miradas hacia ella.
—La sensación de libertad es embriagadora, Friya, tú también deberías conseguir una. No veo por qué una chica lista como tú tiene que soportar a idiotas todo el día.