Raaz no estaba comprobando si había polvo, puesto que los hechizos de autolimpieza de la casa la habían mantenido en excelente estado. Intentaba reavivar los buenos recuerdos de su hogar que le habían hecho amarlo.
Mientras fue torturado primero por Orpal y luego exiliado en el Desierto, Lutia había sido en lo único que podía pensar. Raaz se había convencido de que su casa perdida era un lugar mágico que sanaría su trauma y lo protegería de las malas cosas que le perseguían.
Solo tenía que encontrar una manera de llegar hasta allí y todo habría ido bien.
O eso había pensado hasta que finalmente logró su sueño.
La casa no era más que un montón de piedras, mortero y madera que no tenían ningún efecto en su mente traumatizada. Raaz sintió que su esperanza lo había traicionado, preguntándose si Lutia había tenido alguna vez algún encanto que no fuera sólo obra de Lith.