El fenómeno habría sorprendido a Faluel si no fuera porque la Visión de Vida le decía que era de naturaleza mágica. El coronel estaba muerto y no podía llorar más. Sin embargo, su ojo izquierdo seguía derramando lágrimas que se acumulaban, formando una pequeña perla.
En pocos segundos, había crecido al tamaño de un ojo. La perla era en realidad un cristal blanco cubierto de tantas runas que su luz era completamente azul. El Pequeño Mundo se elevó en el aire, emitiendo breves pulsos de luz mientras buscaba un nuevo anfitrión.
No encontró a nadie entre los presentes que hubiera recibido la autorización de los Reales, por lo que se disparó hacia el cielo y desapareció en la dirección de Valeron.
—Si mi madre no me hubiera explicado lo que es el Pequeño Mundo, probablemente lo habría confundido con un objeto maldito. —murmuró Faluel.