—¿Puede Onyx dormir conmigo? Hay mucho espacio en mi cama. —preguntó Aran.
—No creo que ni el suelo ni la cama puedan soportar su peso, lo siento. Además, ¿dónde se supone que debe hacer sus necesidades aquí? —Esas palabras hicieron que Aran palideciera.
Amaba a Onyx, pero el hedor de sus excrementos era mucho más mortal que su mordida. Al menos para él.
—Buenas noches, tío. —Leria bostezó mientras sus ojos se ponían somnolientos por el calor de las mantas de lana.
—Buenas noches, Lith. —Aran se durmió en cuanto su cabeza tocó la almohada.
—Buenas noches, niños. —Lith los arropó y les besó la frente antes de cerrar su puerta.
Un ruido repentino desde abajo despertó a los niños y borró de su rostro la amable expresión que había tenido hasta un momento antes.
—¿Qué fue eso? —Ambos niños bajaron de sus camas corriendo hacia la seguridad de las piernas de Lith.
—No es nada, alguien debe- —Un golpe violento seguido por un grito de hombre lo interrumpió.