Priscila se cansó de pensar en su madre, quien no apoyó su esfuerzo por quedarse en Nueva York.
—¡Debería haber sabido hasta ahora que puedo recuperarlo! Vicente ha estado obsesionado conmigo durante tanto tiempo, ¡por supuesto que no me dejará como si no fuera nada! —insistió Priscila.
En el fondo, sabía que solo se estaba engañando a sí misma. Recordó vívidamente cómo Vicente la abofeteó tan fuerte que cayó al suelo con una dolorosa mejilla hinchada.
Él fue tan brusco y cruel con ella ese día que Priscila se preguntó si había dejado de amarla porque ese tipo de trato era algo que solo recibía Chloe, no ella.
—Bueno, tal vez solo está de mal humor. Tal vez simplemente no le gusta cómo lo seduje ese día —Priscila seguía tratando de racionalizar todo para poder mantener esa buena imagen de Vicente en su cabeza.