Chloe rió mientras enviaba el mensaje. Acababa de darse cuenta de que su pequeño y adorable Verno era ahora un hombre grande y sería capaz de hablar de cosas de adultos, tal como había dicho antes.
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—¡Hermana mayor! ¡Cuando sea adulto, debes hablar conmigo sobre cosas de adultos! ¡No quiero perdérmelo!—
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—Bueno, ahora estamos hablando de cosas de adultos —dijo Chloe sonriente mientras ponía su teléfono al lado de la almohada. Se acostó en la cama, mirando el techo embelesada mientras destellos de nostalgia acudían a su mente.
No dejaba de pensar en el pequeño Verno, el joven maestro tan terco y voluntarioso.
Siempre había sido conocido por ser un niño al que le gustaba destruir cosas, sin importar cuán caras fueran. Pero como estaba malcriado por su familia, no entendía, ni intentaba entender, que no podía destruir todo simplemente porque le gustara.
Así que Chloe tuvo que reprenderlo muchas veces.