—Oh… ¡oh, Dios mío! Sr. Phoenix Gray, ¡también estás muy dotado aquí abajo! ¡Eres un regalo de los dioses! ¡No puedo creer que una mujer no te quiera! —Nicky elogió. No podía contener su emoción aún más. Se inclinó, queriendo besar al Sr. Phoenix Gray, quien no respondía.
Se inclinó más y más hasta que sus labios estuvieron a solo una pulgada de los de él. Vernon miraba vacío, su cuerpo respondía al tacto, pero no parecía darse cuenta de la mujer frente a él.
Su mente continuaba inundándose con una mujer y solo esa mujer. Su figura, sonrisa, voz, todo sobre ella había llenado por completo su mente desde hace quince años, y eso nunca cambió y probablemente nunca lo hará.
Vernon no podía pensar con claridad en medio de su borrachera, pero cuando sintió el aliento de alguien frente a él, su mente recuperó un poco de conciencia y vio la cara de una mujer desconocida casi besándolo.
—¿Qué demonios...? —Vernon empujó a Nicky justo antes de que sus labios se tocaran.
—¡AH!
