La fecha de parto de Yetzy se acercaba y a pesar de todos los problemas que Mark tenía con ella, incluyendo las quejas que mantenía sobre el nombre del bebé, él seguía emocionado e ilusionado con la idea de ser padre. Cada vez faltaba menos para tener a su hijo en brazos, así que se mantenía repasando la lista de cosas pendientes por hacer, necesitaba asegurarse que todo estuviese listo para cuando su hijo llegara.
Mark arregló una habitación en la mansión con todo lo que pensó que su bebé necesitaría. La había pintado y decorado él mismo a pesar de las críticas de su esposa, pero habían logrado llegar a un acuerdo con ella, si ella dejaba que él decorara como él quisiera la habitación, entonces ella podría comprar para el bebé, todos los juguetes y ropa que deseara.
El último trimestre pasó rápido y aunque su matrimonio no estaba en las mejores condiciones, durante ese periodo de tiempo las cosas habían comenzado a mejorar. Yetzy y él estaban empezando a hacer distintos acuerdos dentro de su convivencia, así que la situación se había vuelto más manejable. Sin embargo, Mark notaba que su esposa estaba sufriendo de los nervios, mientras más se acercaba la fecha de parto, más alterada se le veía, pero él lo atribuía al miedo normal que cualquier mujer podía tener por aquel gran momento. Él solía decirle que todo saldría bien e intentaba calmarla, pero la ansiedad de ella no se iba y pronto entendió por qué.
– Ahhhh –gritó una noche Yetzy. Mark despertó asustado.
– ¿Qué ocurre? –preguntó aun confundido y desorientado.
– Me duele. Me duele
– ¿Dónde te duele?
– Aquí –dijo señalando su vientre. Mark la revisó y pudo notar el líquido que caía de entre sus piernas.
– Rompiste fuente –soltó casi sin aire– el bebé ya viene –susurró con terror.
Mark corrió a recoger todo y luego fue a ayudar a Yetzy a llegar al auto. Unos minutos después se encontraban en el hospital. Él permanecía en la sala de espera mientras que ella era llevada a la sala de parto en donde daría la bienvenida a su hijo. Un par de horas después apareció el médico.
– Ya ha nacido su niño –le informó el doctor. Los ojos de Mark brillaron de alegría.
– ¿Puedo verlo? –preguntó con ilusión. El médico asintió y le indicó el camino.
El corazón de Mark latía con fuerza por la emoción que sentía. Finalmente podría tener a su hijo entre sus brazos, pero la enorme sonrisa que llevaba en su rostro, se borró por completo cuando la enfermera apareció con el bebé. Una cara de confusión reemplazó la alegría que antes tenía. Su ceño se frunció al ver al niño que la mujer le acercaba.
– Señorita, creo que se ha equivocado –le dijo confundido. La enfermera le sonrió de forma tímida.
– ¿A qué se refiere?
– Este no es mi hijo –aseguró.
– Sí es su hijo señor Vitolli. Su esposa acaba de tenerlo.
– Debe haber un error. Seguramente había alguna otra madre en la sala de partos y confundió a los bebés –la mujer lo miró algo incómoda. Mark lucía realmente estresado.
– No había ninguna otra mujer en la sala de parto. Este bebé es el único nacimiento que hemos tenido el día de hoy –explicó nerviosa.
Mark la observó serio, respiró profundo y asintió para luego salir de aquel lugar. Entró en la habitación de Yetzy y la esperó sentado. Le sonrió hipócritamente cuando ella entró junto a las enfermeras. La mujer lucía nerviosa y pareció perder todo el color de su rostro en cuanto vio a Mark. Las asistentes se fueron y él se levantó tranquilamente para cerrar la puerta con llave, luego se giró hacia su esposa para hablarle.
– Cariño, necesito que me expliques algo –dijo con calma mientras se acercaba a paso lento como una fiera al acecho.
– Dime amor –respondió claramente nerviosa.
– Acabo de conocer a nuestro hijo –ella tragó duro– y me estaba preguntando ¿cómo dos personas blancas de ojos claros como nosotros… provenientes de familias completamente caucásicas… pueden tener a un hijo de piel oscura? –ella no respondió.
Los gritos de Mark se escucharon en todo el hospital. Nunca en su vida había estado tan enfadado. Era claro que ella le había engañado y se sentía como un imbécil. Yetzy comenzó a llorar pidiéndole perdón mientras él le gritaba, pero el suceso duró tan solo unos minutos, pues la seguridad del hospital pronto lo sacó del edificio. El karma había llegado.
Durante las siguientes semanas, Mark hundió sus penas en alcohol y todo se complicó. Su vida pasó del orden al desastre en poco tiempo. La rabia y el dolor por haber sido engañado, las ilusiones rotas por no haber podido tener el hijo con el que soñaba, los reproches y burlas de su familia, pero sobre todo, el tener que enfrentarse a su padre y su ira por un segundo matrimonio fallido que arruinaba su reputación y lo dejaba nuevamente sin el heredero que tanto pedía, todo se había convertido en una carga que lo estaba consumiendo.
Mark no sabía cómo lidiar con todo lo que estaba viviendo, por lo que entre noches de alcohol y mujeres seguidas de días llenos de depresión, ansiedad y estrés comenzó a tomar una serie de malas decisiones. Ahora no solo su vida sino su carrera pendían de un hilo y solo existía una sola persona capaz de ayudarlo a salir de ahí.
Alicia había sido lo mejor que le había pasado en la vida, pero le hizo daño y la dejó escapar. Todo había comenzado a irse en picada cuando ella se fue. Ahora lo sabía. Anhelaba recuperarla pensando que de esa manera podría arreglar su vida, así que intentó varias veces ubicarla, incluso rogó por ayuda a Isabel quien continuaba sin hablar, nada parecía servir, su ex esposa parecía haber desaparecido de la faz de la tierra. Pero él no quería rendirse, así que pensó en que debía contratar a un detective privado para que la encontrara, sin embargo, antes que pudiese hacerlo, una noticia cambió todos sus planes.
– Finalmente apareció –le anunció un amigo lanzándole un periódico.
Mark se apresuró a verlo y se encontró con una foto de Alicia abrazada a un hombre mayor que ella, un hombre que él conocía bien. Frunció el ceño por no entender qué ocurría y se apresuró a leer el texto a un lado de la imagen.
– El magnate de la moda y filántropo Anderson Greenswood ha anunciado hoy su compromiso con Alicia Hansen –leyó en voz alta sin poder dar crédito a las palabras.
Sus esperanzas de encontrar a Alicia y regresar a su lado se habían desmoronado en ese instante. Después de leer el artículo completo, se tiró en la cama con una botella de whiskey en una mano para seguir ahogando sus penas en alcohol. Su ex esposa no solo había decidido olvidarse de él y continuar con su vida, sino que lo hacía con su mayor rival en los negocios. Ese hombre no solo había sido un obstáculo enorme en su carrera sino que ahora también, se llevaba al amor de su vida. Nada podía ir peor.