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Chapter 3 - Una difícil decisión

Aquel día el médico había comenzado su charla dándole la noticia de su leucemia y lo mucho que le preocupaba, pues parecía avanzar muy rápido. Por varios minutos, Alicia se sentó a escuchar sobre un panorama terrible y casi imposible de superar, pero ella estaba decidida a seguir adelante. Aunque las probabilidades estuviesen en su contra, no se iba a dejar vencer, confiaba en que Mark la apoyaría y que incluso si las cosas terminaban mal, él estaría con ella hasta el final.

– Hay una situación que complica todo –le aseguró el médico. Alicia lo miró confundida.

– ¿Qué sucede? –el doctor suspiró intentando agarrar fuerzas para darle aquella noticia. Había tratado a Alicia por años y conocía bien su historial, sabía que lo que le diría le afectaría más que todo lo demás que ya le había dicho.

– Estás embarazada –soltó finalmente.

La respiración de Alicia se cortó en ese momento. No podía creerlo. Durante los 5 años que llevaba casada, había intentado de todo para embarazarse y no había sido posible. Intentó cada tratamiento y medicina que encontró. Desde las convencionales hasta las alternativas e incluso, las más extrañas posibles. Todo lo que le decían, ella lo probaba, no descartaba ninguna opción porque deseaba mucho tener un bebé y había luchado tanto por ello que ahora le parecía una cruel broma del destino que ocurriese cuando estaba enferma. Una idea apareció de golpe en su cabeza, un pensamiento que le destrozó el corazón.

– No puedes tenerlo –dijo el médico confirmando sus mayores temores.

– No me harás perderlo –susurró Alicia dejando caer algunas lágrimas.

– Lo lamento, pero es demasiado riesgoso.

– Sabes muy bien cuanto tiempo he querido tener a este bebé. Sabes todo lo que he intentado para lograr quedar embarazada. No me puedes decir esto ahora.

– Lo sé –exclamó con amargura– pero no puedes recibir el tratamiento para la leucemia estando embarazada y si no te lo doy, pues… ni siquiera sé si podrás sobrevivir esos 8 meses que restan.

– Lucas –el hombre se sorprendió. Por más años que llevase conociendo a Alicia, ella nunca lo había tuteado– entiendo los riesgos, pero no voy a matar a mi bebé. Saldré adelante. Mark y yo hemos deseado tanto tener un hijo que estoy segura que cuando se lo diga, él me va a apoyar. Estará ahí para mí y… –calló un momento sin poder controlar el nudo en su garganta– si yo muero, pues… me iré feliz sabiendo que él no estará solo, tendrá a nuestro bebé para que lo acompañe.

– Alicia, no digas locuras, por favor. Esto es serio. Por más agresivo que sea el cáncer, aún podemos tratarlo, todavía hay posibilidades de que puedas superarlo, pero debemos actuar rápido.

– ¡No! –exclamó firme. Lucas se asustó ante aquella reacción– No lo haré. No acabaré con la vida de mi bebé. Incluso si eso significa poner en riesgo la mía.

Alicia había salido de esa reunión decidida. Estaba asustada por el terrible panorama, pero al mismo tiempo, estaba segura de lo que haría. Quería tener a su bebé y confiaba en que Mark apoyaría su decisión. Él sabía todo lo que ella deseaba ese bebé, pues él también lo deseaba tanto como ella. De hecho, esa era la razón por la que su matrimonio se había estado deteriorando. Lo habían intentado por tanto tiempo que ya estaban decepcionados y él comenzaba a alejarse de ella, pero Alicia estaba segura que en cuanto él descubriera que ella estaba embarazada, las cosas cambiarían, todo mejoraría y él la apoyaría como siempre lo había hecho. Lamentablemente nada había salido como ella esperaba y tras descubrir la infidelidad de su esposo, todo había cambiado.

– ¿Se lo dirás? –preguntó Isabel durante su reunión de amigas.

– No –susurró negando con la cabeza.

– No creo que eso sea correcto, deberías decírselo, está en su derecho de saberlo –expresó Camila. Alicia la miró pensativa.

– No puedo, tendré que decirle también lo de mi leucemia y todo lo que está pasando y… no puedo. No quiero –aclaró.

– ¿Cómo se supone que debo actuar cada día frente a él sabiendo todo esto? –exclamó Isabel –por más idiota que sea, sigue siendo mi socio y peor aún, también es mi primo, así que no puedo simplemente dejarle de hablar –dijo molesta. Alicia la miró pensativa.

– Lamento ponerte en esta posición. Es solo… no lo sé… realmente no quiero lidiar con él, con esa familia que no me quiere y... con esa mujer.

– Lo entiendo –repuso Isabel suspirando con pesar. Se mantuvieron en silencio unos segundos, cada una sumida en sus propios pensamientos– ¡¿Por qué Mark tenía que ser un completo imbécil?! –exclamó frustrada.

Los días pasaron entre conversaciones con sus amigas y el proceso de divorcio. Alicia intentaba mantener el buen ánimo y seguir adelante con su vida, pero en ocasiones se le hacía increíblemente difícil. Estaba bastante mal de salud y a veces creía que su médico tenía razón en que posiblemente, ella no llegaría al final de su embarazo. Eso la preocupaba demasiado porque esperaba al menos lograr ver nacer a su bebé.

Alicia se miró en el espejo en uno de esos días en que se encontraba sola en casa. Había estado vomitando toda la mañana y se sentía terrible. Observó su reflejo. En los últimos días su cuerpo había estado cambiando, pero a diferencia de lo que hubiese esperado, no era para mejor. Aún no se veía su vientre crecer, pero su piel lucía pálida y estaba ojerosa. Su enfermedad iba avanzando rápido. Sentía ganas de llorar.

Permaneció de pie frente aquel espejo detallando cada parte de su cuerpo. Suspiró en el momento en que sus ojos se posaron sobre su pequeño defecto. Ella había nacido con Coloboma de iris en su ojo izquierdo, esto hacía que faltara una parte de su iris y por tanto, fuese muy sensible a la luz, tuviese una visión algo borrosa en ese ojo y sufriera fuertes dolores de cabeza en los días soleados, pero en general, no le causaba demasiados problemas a excepción de la actitud de su ex marido, pues con los años, a él le había comenzado a molestar ese defecto que lucía como una mancha en su ojo y había empeorado su disgusto al punto en que en los últimos meses, la estaba obligando a usar lentes oscuros cuando salían en público para que nadie lo notara.

– A él solía gustarle –le dijo a su reflejo en el espejo– él decía que se veía bonito ¿Cuándo comenzó a odiarlo? –se preguntó en un susurro con tristeza. Aquella pregunta hizo que su mente se perdiera entre los recuerdos.

Tenía tan solo 13 años cuando conoció a Mark Vitolli y ese había sido un día terriblemente triste para ella. Era el funeral de su madre. Su progenitora había muerto de cáncer, de la misma manera en que lo había hecho su abuela. Aquel terrible historial había abrazado a su familia por largo tiempo y parecía que Alicia tampoco había podido escapar de ese destino. Siempre le atemorizó aquella enfermedad a la que ahora tenía que enfrentarse, pero esperaba que Mark estuviese con ella, pues él había aparecido en su vida en el primer encuentro que había tenido con aquel mal.

El padre de Alicia trabajaba para el padre de Mark, por lo que al morir la madre de ella, aquel señor había asistido a dar el pésame a su empleado y por alguna razón, había decidido que su hijo debía acompañarlo. En esa tarde nublada y triste, Alicia había conocido al joven que cambiaría su vida. Ella lloraba desconsoladamente escondida entre los arbustos cuando el chico de 17 años se acercó.

– Las cosas se pondrán mejor, ya verás –le había dicho aquel muchacho que parecía querer animarla.

– ¿Cómo puedes decir eso? –preguntó Alicia entre sollozos, no creía posible que algo se pudiera llevar su tristeza.

– Yo también lo viví –confesó el joven con melancolía sentándose a su lado. Alicia lo miró sorprendida– ese dolor apesta, lo sé, pero seguirás adelante –le aseguró.

– ¿Tu madre también…? –ni siquiera pudo terminar aquella frase.

– Sí –afirmó en voz baja– yo era más pequeño que tú. No es algo fácil de entender y menos de afrontar –expresó mientras su mirada se perdía en el vacío.

Alicia lo observó por un momento. Era un chico bastante apuesto. Cabellera oscura, ojos claros y un estilo que parecía sacado de una revista de moda. Él volteó a verla y le sonrió. Ella no pudo evitar dejar salir una sonrisa cuando se perdió en esos ojos azules. Él se acercó más y con su dedo pulgar, limpió una pequeña lágrima que se escapaba para correr por su mejilla.

– Que bonitos ojos –le había dicho. Ella giró el rostro avergonzada. Él, entendiendo lo que ocurría, la tomó de la barbilla con delicadeza y la hizo mirarlo de vuelta– me gustan –exclamó– ese detalle en ellos hace que sean únicos y hermosos.

La sonrisa que se dibujó en el rostro de Alicia fue enorme. Mark también sonrió con cariño. Se miraron por unos segundos hasta que una voz los regresó a la realidad. El padre de Alicia la llamaba.

– Todos te están buscando –le susurró Mark– aunque creo que yo fui el único que logró encontrarte –sonrió.

– ¿Cómo supiste que estaba aquí?

– Yo también me escondí aquel día. Quería estar solo y hacer que el mundo desapareciera –confesó– así que luego de dar una vuelta por la propiedad, me pareció que este era el sitio correcto para alguien que quería esconderse –Alicia sonrió– pero no puedes quedarte aquí para siempre.

– Quisiera hacerlo.

– Lo sé y quizás si puedas, pero no deberías. No es lo que tu madre querría. A ella seguramente le gustaría que siguieras adelante y fueses feliz –Alicia reflexionó un momento aquellas palabras y luego asintió de acuerdo.

– Está bien –dijo limpiándose las lágrimas con las manos.

– Ven –exclamó poniéndose de pie y ofreciéndole su mano para ayudarla a levantarse. Ella aceptó con una sonrisa.

Ambos regresaron a la sala donde estaban los adultos reunidos y Alicia corrió a los brazos de su padre. Él agradeció a Mark por ayudar a encontrarla y de igual manera a su padre por acompañarlos ese día. A partir de ese momento, aquel joven se convirtió en la mayor ilusión de Alicia y con el pasar de los años, ese sueño de niña se hizo realidad. Mark pasó a ser su primer y único novio a la edad de 17 años y con tan solo 3 años de noviazgo, se casaron en una sencilla, pero hermosa ceremonia. Su vida con él había sido casi perfecta hasta ese momento, 5 años después de la boda cuando ella había descubierto su infidelidad y todo se había venido abajo. Él la había traicionado y ahora ella sentía que todo lo que alguna vez habían vivido, había sido una completa mentira. Ya no estaba segura de si Mark llegó a amarla como tantas veces le dijo.

Alicia permanecía en su debate interno cuando el timbre en la puerta la sacó de sus pensamientos. Caminó con calma hasta la entrada para averiguar de quién se trataba. Sonrió al ver a una de sus amigas.

– Hola linda –le saludó Camila en cuánto la vio.

Camila se asustó un poco por el aspecto de Alicia. De todas sus amigas, ella era quien estaba más preocupada por su condición y se había dedicado a investigar una manera de ayudarla. Ese día estaba ahí para llevarla a un sitio que había encontrado y sin que ninguna lo supiese, aquel lugar se convertiría en el inicio del viaje que cambiaría la vida de Alicia para siempre.