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Incivilization In Earth A-857

🇦🇷hegelthediary
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Synopsis
En un mundo donde los viajes multiversales son posibles, nuestro protagonista tendrá que atravesar sus barreras corporales para controlar sus poderes, descubriendo en el camino el porqué todo el planeta tiene poderes, y porque se hizo una realidad los viajes universales, destapando misterios de su pais.
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Chapter 1 - Capítulo 1: Un regalo inesperado.

Pasadas ya las doce y medía, Daniel empezó a caminar hasta su casa. Hoy decidió ir por otro lado para pasar por una librería: necesitaba nuevas hojas urgentemente.

Al pasar al lado de un callejón notó un brillo celeste muy apagado y blanquecino, que parecía provenir del fondo de aquel largo pasillo.

Tuvo curiosidad, así que se adentro allí, hasta toparse con una valla grande que tuvo que escalar. Con un poco de esfuerzo la terminó saltando, cayendo en unos arbustos. Al levantarse, observó detenidamente el lugar: un campo baldío, con edificios y casas que limitaban el espacio.

—¿Qué…? —dijo en voz baja, al ver lo que provocaba la luz.

Cerca de una de las vallas delimitantes de la zona, había una especie de "agujero negro". Éste tenía unas pequeñas grietas por los lados.

Daniel se acercó de a poco hasta quedar a escasos centímetros de aquella cosa.

—Parece inofensivo. ¿Será prudente tocarlo? —Se preguntaba, aunque dudando, dejó que los pensamientos intrusivos ganaran.

Acercó su mano derecha y apenas los dedos hicieron contacto, hubo un chispazo, para luego darle lugar a un intercambio de pequeños rayos. Daniel separó su mano ante eso, pero aquel suceso le generó todavía más curiosidad.

Pero, algo se sentía extraño; miró su mano y empezó a experimentar un pequeño hormigueo.

—¿Será…?

Acumuló khai en la palma e hizo algo de fuerza. Observó como grandes rayos salían de allí. Eso lo emocionó, e intentó nuevamente, pero está vez no dio resultados.

Miró al "agujero" nuevamente.

—Te tengo que estudiar a fondo, ¿no?

Con una pequeña sonrisa, acercaba sus dedos nuevamente. Esta vez, en vez de solo chispear, grandes rayos salieron de aquella cosa, dejando a Daniel atónito. Un destello de luz lo dejó cegado y, para cuando recuperó la vista, notó que estaba en otro lugar.

«¿Cómo pasó esto?», pensó mientras se levantaba.

Término a quince minutos de su hogar, en el tejado de una casa cualquiera. Saltó hacia la calle y rodó al caer, raspandose la cara al girar.

Empezó a correr al ver a un señor mayor saliendo del domicilio. Para cuando se dio cuenta, ya estaba a cinco minutos de ahí, pero a diez de su casa.

—Pongamos en marcha la operación… ¡Caminar!

Se quedó en silencio.

—Solo a ti te dan gracia esos chistes, Daniel… —Se dijo, para luego empezar a caminar.

En el camino se topó con un gato, al cual acarició. Éste le respondió con un ronroneo.

—Me recuerdas a Strudel.

Dejó de acariciarlo y se levantó.

—Te extraño, Strudel.

Al avanzar un poco, se dio cuenta de que el gato lo seguía. Él ignoró el hecho y siguió caminando a pesar de que el animal iba detrás de él.

—Llegué —exclamó luego de cerrar la puerta.

Se fue directo a la cocina, donde sabía que encontraría a su padre tomando un té.

Blaz dejó la tasa en la mesa.

—¿Cómo estás, hijo…

Se calló completamente al ver que en los brazos del chico había un gato, pero no cualquier gato: uno naranja con manchas blancas, que se encontraban por la mayor parte de su cuerpo. Su cola era negra, con un punto naranja al final de ésta.

—¡Strudel! —gritó luego de golpear con muchísima fuerza la mesa.

—No, no es Strudel. Es un gato callejero cualquiera que se parece muchísimo.

—Entonces, Strudel dos punto cero.

Daniel sonrió; su padre amaba mucho a Strudel, el gato anterior. Lamentablemente falleció hace tiempo. Verlo así de feliz lo puso muy contento.

—Iré arriba, tú quédate con el gato —dijo, y después empezó a subir las escaleras, pero se detuvo antes de llegar arriba y agregó con un grito—: ¡No le pongas el collar de Strudel!

Lo primero que hizo al entrar a su cuarto fue tirar su mochila a la cama, para luego sentarse de un salto en la silla de su computadora. La prendió, abrió su navegador, y empezó su búsqueda.

—¡Comenzando la operación "encontrar una respuesta"!

Sonrió levemente y tecleó.

"¿Cómo se generan las grietas temporales?" buscó. Estuvo alrededor de una hora y media con el tema, pero se terminó cansando de tanto leer.

Le dió una pequeña patada al piso, haciendo que su silla ruede hacia atrás. Salió con un pequeño salto

En sus pensamientos rondaban muchas cosas.

—Los agujeros negros se generan a partir de la explosión de una gran estrella, y eso sucede al acabarse su combustible… Entonces, ¿qué era eso? Es muy pequeño para considerarse uno de esos. —Se tomó un respiro para pensar, luego continuó—: ¿Será qué sí es una grieta espacio-temporal?

Tuvo unos minutos de silencio mientras miraba el techo.

—Tengo que contárselo a Hans —murmuró, con una expresión bastante sería, pero a la vez, motivada, como si hubiera descubierto algo muy grande.

Agarró su celular, el cual estaba en su mesita de luz. Volvió a aplastar la cabeza contra la almohada mientras sostenía su celular por encima de su cara.

"¡Descubrí algo!" le dijo.

Hans no contestó. Daniel esperó, hasta que vio la hora: las tres de la tarde. A esa hora su amigo empezaba su meditación de una hora y media.

Sus pensamientos lo atraparon por un buen rato, hasta que una mariposa pasó por arriba de su cara, sacándolo de su transe casi infinito.

—Pensé que había cerrado la ventana… —dijo mientras se sentaba al borde de la cama.

La ventana estaba cerrada.

Buscando a la mariposa, se dio cuenta de que ésta desapareció.

—Debería empezar a dormir más temprano, ya está empezando a afectarme.

Se levantó y agarró un vaso de vidrio vacío que estaba apoyado en su escritorio. Dio media vuelta y salió de su cuarto. Miró las escaleras, bajó y luego miró la cocina —que se podía ver luego de bajar—.

Sus ojos presenciaron la tierna escena de su padre abrazando al gato, mientras éste ronroneaba.

—¿Qué te dije del collar?

Blaz lo vio, pasó su mirada al gato, y volvió a su hijo.

—No me pude contener.

—¿Siquiera sabes que es contenerse?

Soltó una pequeña risita, para luego caminar hasta la puerta.

—Tengo algo que hacer… Vuelvo luego —informó mientras giraba el picaporte de la puerta principal.

Blaz soltó una pequeña risita.

—¿Una chica?

—¿Qué? No.

—Usa protección, campeón.

Daniel abrió la puerta y, al salir, la azotó.

El padre miró al gato, conservando la sonrisa.

—Me preguntó que lo hace salir. ¿Tú crees que de verdad sea una chica?

Strudel dos maulló, después se empezó a lamer la pata.

—¿Ves? Congeniamos muy bien.

Varias horas después, a eso de las once y doce, Blaz recibió una llamada. Reconoció el número inmediatamente, y eso lo preocupó, ya que era el número de la policía local.

—¿Hola? —dijo al contestar.

—Buenas noches, ¿hablo con el señor Sense? —La voz del agente era bastante más chillona de lo que se esperaba Blaz.

—Sí, dígame.

—Su hijo tuvo un accidente.

Se levantó de su silla al escuchar la noticia.

—¿Está en el hospital central?

—Ehr… Sí.

Cortó, se puso el abrigo que estaba colgado de una de las sillas, y salió corriendo de la casa hacia el hospital.

Luego de cinco minutos de caminata y otros cinco en el autobús, llegó al hospital. Al entrar, vio a Hans sentado en la esquina, junto a los sillones. Alzó la mano y lo saludó mientras caminaba hasta él.

—¿Qué pasó? —preguntó Blaz, para luego sentarse en un banco.

—Eso quisiera saber yo. —Bebió un poco del café que tenía en mano—. Dijeron que en veinte lo sacaban.

—¿Y eso fue hace…?

—Veinte.

Chocaron miradas, ambos sabían que iban a tardar más en dejarlo salir.

Blaz se cruzó de brazos, miró al piso, y se acomodó. Se sentía incómodo, también se le notaba.

—Él me mandó esto hace horas, mientras estaba meditando.

Le dio su celular, con el chat de Daniel abierto.

—¿"Descubrí algo"?

—Ni idea, pero espero que esa no sea la razón por la que estamos aquí…

Apenas terminó de hablar, se escuchó el portazo de la segunda sala.

—Señor Sense, pasé, por favor —dijo el doctor encargado de la sala, mientras Daniel salía de allí.

Su padre le dio una palmada al pasar a su lado. Entró y luego cerró la puerta con delicadeza.

Daniel se acercaba a los sillones mientras murmuraba algo. Hans lo notó, pero no pudo escucharlo bien hasta que se acercó más.

—Estúpidos médicos, estúpidos policías, no saben nada…

Se sentó en el banco donde estaba su padre. Tenía la cara raspada, pero nada más, se le veía en perfectas condiciones.

—¿Se puede saber que te pasa? —Le preguntó Hans luego de acomodarse para estar recto.

Su amigo parecía estar en un trance. El ceño fruncido, mirando al piso, era notorio que estaba enojado. Ahora tocaba sacarle la información, y Hans sabía perfectamente cómo hacerlo.

—Sabes, hoy me la crucé a Sophia.

Hans sonrió, esperando una reacción, pero ésta nunca llegó.

—Y habló de ti.

Seguía sin responder.

—Entonces, no me queda de otra, ¿no? —Dijo, después se levantó.

Dio dos pasos y ya estaba delante de Daniel. Le pegó una bofetada en la cara, y éste reaccionó luego.

—¡¿Qué te pasa?! —Se levantó.

—Te saco de tu trance. Eso hago.

Daniel se quedó callado y, luego, se volvió a sentar. Hans se repantigó en el lugar de antes, y se quedó mirando a su amigo en espera de que hable.

—¿Qué descubriste?

El otro por fin reaccionó. Abrió los ojos a más no poder y, con rapidez, se acomodó para ver mejor a Hans.

—Una grieta espacio-temporal.

Hans se empezó a reír, y paró al poco tiempo debido a la mala cara de las enfermeras que estaban cerca. Se aclaró la garganta, desviando la mirada, y volvió a centrarse en Daniel después de eso.

—¿No me crees?

—No es eso, es que suena… No, no puedo mentir, no te creo.

Soltó una pequeña carcajada antes de volver a acomodarse.

—Te lo puedo mostrar.

Hans lo miró de arriba a abajo, con algo de seriedad, pero sin perder ese toque burlón en los ojos.

—Está bien, pero luego.

Daniel sonrió; tenía el pensamiento de que lo que pasaría de ahora en adelante sería grande. Pero la sonrisa no le duraría mucho, ya que se esfumó al escuchar otro portazo.

Volteó la cabeza un poco para mirar detrás y, cuando lo hizo, vio a su padre acercarse con pasos furiosos.

Agarró un brazo de cada uno, y se los llevó afuera. A unos pasos de la puerta principal del hospital, le gritó a Daniel:

—¡¿Cómo hiciste para generar un accidente cómo ese?!

Daniel tragó saliva.

—¿Qué? —Hans miró a su asustado amigo.

—¡Apareció en la avenida principal y desató un choque entre cuatro autos!

Ambos miraron furiosos al pelinegro.

—¡Puedo explicarlo! —exclamó, para luego mover las manos en signo de negación.

—Habla, entonces. —Blaz no le quitó la mano de encima y no lo haría hasta escuchar una historia creíble.

—No puedo hablar ahora, primero, tienen que verlo.

Ambos se quedaron atontados con lo que dijo. Blaz soltó a su hijo, y decidió ver que era lo que les quería mostrar.

Daniel los guió hasta el lugar, el cual era aquel callejón. Entraron, cruzaron la valla, y al salir del arbusto, Blaz y Hans se quedaron atónitos.

—¡Esta es la razón! —exclamó mientras se acercaba a la grieta, levantando los brazos como si estuviera presentando el show del siglo.

Ninguno de los dos se movió, no se atrevían a acercarse.

—Hijo, puede ser peligroso, ven aquí.

Daniel hizo caso omiso y se siguió acercando. Después, se sentó delante de la grieta.

Hans se veía asustado. Era la primera vez que Blaz lo veía así.

—Amigo, alejate, en serio.

Daniel no lo escuchó, estaba muy ocupado fascinandose con su descubrimiento.

—Creo que esta cosa es la respuesta a mi propio descontrol… —decía, mientras acercaba la mano a la grieta—. Al tocarlo por primera vez, mis poderes salieron a flote, al menos, por unos dos minutos. La segunda vez que lo hice, me teletransportó hacia una casa, y la tercera vez fue a la avenida… Tengo que probar una cuarta.

Pequeñas chispas salieron.

—¡Daniel, pará esto! —gritó Hans, para luego correr hacia él.

Los dedos del chico desprendieron unos pequeños rayos al interactuar con la grieta y, en el mismo momento, una honda expansiva tiró a Hans varios metros hacia atrás. Blaz logró atraparlo.

El ambiente se tornó azulino y, para cuando se dieron cuenta, un campo de energía cubría a Daniel y a la grieta. Éste iba creciendo, mientras desprendía rayos que alcanzaban una gran altura.

El cabello del chico se movía constantemente gracias a las rafagas de aire que soltaba la grieta.

Blaz dio unos pasos atrás con Hans en brazos. Ninguno podía hablar, la situación los desconcertaba demasiado, pero eso no impedía a Blaz reaccionar; dejó a Hans en el suelo, para luego correr con fuerzas hacia su hijo. Esta vez no hubo honda, pero si no podía acercarse más debido al campo de energía.

El ruido era tanto que ensordecía, pero de a poco fue disminuyendo, como también la honda, los rayos, y todo lo que generaba la grieta en general.

Un último destello de luz azul salió disparado hacia todos lados y Daniel, junto con eso, desapareció. La grieta seguía ahí, pero todo lo que generó se había ido.

Blaz y Hans quedaron atontados, viendo aquella escena. Se miraron y ambos supieron que hacer: salir a buscarlo. Si esa era la razón por la cual provocó un desastre, entonces, ahora mismo ha de estar provocando otro. Saltaron la cerca y salieron del callejón corriendo.

Ya habían pasado dos horas y media, pero no había rastro de Daniel, ni en el lugar más recóndito de la ciudad, ni aunque los policías y bomberos habían ayudado, no, no encontraron nada de él. Las autoridades les recomendaron ir a descansar mientras ellos seguían con la búsqueda y, aunque desesperados, Blaz y Hans accedieron.

La madre de Hans dejó que se quedara en la casa del señor Blaz, para así poder comenzar la búsqueda de Daniel. Aunque estos dos se llevarían una sorpresa al abrir la puerta de la casa, puesto que el pelinegro yacía comiendo un pan tostado con mermelada, sentado en la mesa de la cocina. Éste sonrió al verlos. Con su mano derecha alzó un objeto que haría que su padre se impresionará bastante.

—Eso es…

—¡Es un Reise! —gritó Blaz, interrumpiendo a Hans.

Ambos se acercaron a él.

—¿Dónde mierda has estado? —Hans lo golpeó en la cabeza—. Estuvimos horas buscándote con la policía.

—Y los bomberos.

—Sí… Con esos detestables.

Daniel se rió, para luego dejar el Reise en la mesa junto con el pan.

Blaz lo abrazó, y en sollozos dijo:

—Pensé que te había pasado algo.

Su hijo le devolvió el abrazo, para luego separarlo de él. Necesitaba darles una explicación.

—Les contaré todo lo que pasó.

Respiró profundamente, luego se levantó de la silla.

—Empecemos.