(Perspectiva de Hermione)
En una habitación lujosamente decorada, las lámparas de cristal proyectaban una luz cálida sobre las paredes cubiertas de estantes repletas de libros antiguos y documentos organizados con precisión casi obsesiva. Detrás de un escritorio de caoba, una mujer de cabello castaño, ahora salpicado de algunas canas, repasaba con gesto sombrío un horrible expediente. Hermione Granger, Ministra de Magia, tenía el ceño fruncido mientras deslizaba los dedos sobre los pergaminos, absorbiendo cada palabra con evidente preocupación.
El contenido del informe era alarmante. Aunque no era fácil perturbar su calma habitual, esta vez no podía negar el peso que sentía sobre los hombros. Estaba tan absorta en sus pensamientos que no escuchó la puerta abrirse, hasta que una voz familiar rompió el silencio.
—Hermione, estas negociaciones seguramente son parte de algún plan de Delphini. —La voz de Harry Potter estaba cargada de firmeza, pero había una preocupación latente en ella—. Déjame enviar algunas aurores para controlar ese convoy de negociadores.
Hermione levantó la vista de los documentos, sus dedos aún tensos alrededor del pergamino. Sus ojos se entrecerraron, evaluando las palabras de Harry.
—No, Harry. Ni siquiera lo pienses.
—Pero Hermione...
-No. —Su voz cortó el aire con tal determinación de que Harry se detuvo en seco. La mirada que le dirigía era como un hechizo desarmador—. ¿Es que acaso no entiendes? Estamos al borde de una guerra, y no solo con el gobierno británico, sino también con los americanos.
Harry apretó los puños, claramente frustrado, pero esperó mientras ella continuaba.
—Al principio, esto no eran más que simples discusiones, Harry. Como muchas palabras sobre la necesidad de someternos a las reglas de los muggles. Pero ahora... ahora todo ha cambiado.
Hermione se levantó de su asiento, su túnica ondeando ligeramente mientras caminaba con pasos medidos por la habitación. Finalmente, se detuvo frente a Harry y lo miró directamente a los ojos, con una intensidad que no permitía interrupciones.
—Los estadounidenses han demostrado algo que nunca antes habíamos visto. Han encontrado beneficios tangibles en la magia, Harry. Han hecho cosas que benefician a todo su país. Cosas que podríamos haber hecho, con todos nuestros recursos y conocimientos, pero no hemos permitido ni querido hacer por nuestra historia con los muggles.
Harry arqueó una ceja, su frustración cediendo terreno a una curiosidad cautelosa.
—¿Qué estás diciendo?
Hermione hizo una pausa, su expresión endureciéndose mientras formulaba sus pensamientos.
—Estoy diciendo que al permitir que el gobierno muggle estadounidense se pusiera en contacto con la magia, ellos lograron cosas increíbles. Curaron la pandemia que estaba azotando el mundo, Harry. —Su voz tenía un tono de urgencia que rara vez empleaba—. Encontraron una solucion al cancer. ¡Por Merlín! Han eliminado enfermedades que llevaban siglos sin cura y eso solo en 6 meses.
Harry abrió la boca para responder, pero Hermione levantó una mano antes de que pudiera emitir sonido alguno.
—Y mientras tanto, nosotros seguimos atascados. Ni siquiera hemos resuelto los problemas internos de nuestra comunidad. Los vampiros siguen siendo un peligro incontrolado, y nuestras leyes parecen más preocupadas por preservar las tradiciones obsoletas que por avanzar.
El silencio que siguió fue sofocante, tan pesado como el aire en las salas más profundas de Azkaban. Harry apartó la mirada, incómodo, pero Hermione no había terminado.
—Los estadounidenses no solo han avanzado, Harry. Se han vuelto opresivos con los magos han comenzado a capturar a cualquier mago en descuerdo con ellos. —Su voz bajó un tono, más grave, mientras las palabras parecían a pesar más con cada sílaba—. Se creen superiores, y en cierto sentido, han demostrado que tienen razones para pensar así. Si hacemos un solo movimiento en falso, esto podría desencadenar algo que ninguno de nosotros puede detener: una guerra abierta.
Harry susspiró profundamente y pasó una mano por su cabello, desordenándolo aún más en un gesto que revelaba su tensión.
—Entonces, ¿qué propones? ¿Simplemente los dejamos actuar? ¿Dejamos que Delphini se salga con la suya?
Hermione cerró los ojos y respiró hondo antes de responder. Esta vez, su tono era más calmado, aunque no menos resuelto.
—El gobierno muggle británico nos permite participar en estas negociaciones solo para ejercer presión sobre nosotros. No hay dudas, Harry. Nos quieren en la mesa para reforzar su narrativa, para mostrarnos como débiles e impotentes frente a ellos.
Harry cruzó los brazos, con los labios apretados en una línea fina. Sabía que Hermione tenía razón, aunque odiaba admitirlo.
—Esto va más allá de una simple operación contra Delphini. Si envías aurores, o si intervienes de alguna manera, estarías dando a los americanos la razón en su acusación contra ti, y esto sería la excusa que necesita el gobierno inglés para hacer un movimiento más agresivo contra nosotros. Y si eso ocurre, dudo que los americanos se queden de brazos cruzados. Entonces, esto conducirá a...
—Una guerra inevitable —concluyó Harry, casi en un susurro.
Hermione se movió lentamente y regresó a su escritorio. Se sentó y dejó caer el peso de su mirada sobre Harry, cargada de determinación.
—Por eso, ni siquiera te acerques al convoy. No podemos darnos el lujo de cometer errores.
—¿Y los negociadores americanos? ¿Están tan serios como dices? ¿Deberíamos utilizar magia para manejarlos? —preguntó Harry tras un breve silencio, con una mezcla de desafío y resignación en su tono.
—Las negociaciones como estas normalmente pueden llevar meses, incluso años; ellos no son un problema primario —respondió Hermione, su voz firme pero medida—. El problema es que Delphini está jugando con ambos bandos sin considerar las consecuencias; no tiene preocupaciones sobre lo que podría pasarle a quienes la siguen, y creo que ni siquiera le importa. Pero nosotros somos diferentes. Si hacemos un movimiento en falso, caeremos en su atolladero. Y cuando eso suceda, Harry, no solo podríamos perder una guerra; perderemos todo.
Harry exhaló lentamente, dejando caer los hombros, como si el peso de la conversación lo aplastara.
—Y si no tenemos otra opción?
Hermione se levantó de nuevo, su mirada se concentró en Harry hasta quedar frente a él. Apoyó ambas manos sobre el escritorio, inclinándose ligeramente hacia adelante.
—Siempre hay otra opción, Harry. —Su mirada era intensa, casi feroz.—. Solo que esta vez, no podemos permitirnos equivocarnos.
En sus ojos se podía distinguir algo que Harry conocía bien: la determinación de que haría lo que fuera necesario para proteger a sus pares.
Hermione permaneció en silencio durante unos segundos, permitiendo que sus palabras se asentaran en el aire entre ellos. Luego, con un suspiro, se enderezó y volvió a sentarse, acomodando los documentos frente a ella con cuidado.
—La reunión está programada para esta tarde. —Su tono era práctico, dejando de lado la intensidad de antes, aunque su determinación seguía presente—. Incluso si esto no es un problema primario, aún debemos tomarlo con seriedad. Necesito que todo salga perfectamente.
Harry alzó una ceja, esperando que continuara.
—Iré personalmente a la reunión —anunció Hermione con firmeza—. No puedo delegar algo tan delicado.
Harry frunció el ceño y sacudió la cabeza en desacuerdo inmediato.
—Y dejar que vayas a esa reunión ¿es lo que Delphini quiere que hagas? Hermione, eso podría ser una emboscada o incluso una distracción. No puedes permitir que la ministra esté desconectada del mundo en este momento tan crítico.
Ella lo miró con una leve sonrisa que no alcanzó sus ojos, una mezcla de paciencia y resignación.
—Puede ser, pero esta es la mejor opción. Además, durante este tiempo, dejaré que Ron me releve en las demás responsabilidades del Ministerio.
—No sería mejor que yo lo hiciera? —sugirió Harry, entre incrédulo y preocupado.
Hermione negó con la cabeza, su voz suave pero resolutiva.
—No, Harry. Estás demasiado involucrado en todo este asunto con Delphini. Pero no te preocupes, no iré sola a esa reunión.
Harry arqueó una ceja, claramente confundido.
—¿Qué quieres decir?
Hermione esbozó una ligera sonrisa antes de señalarlo directamente con un dedo.
—Tú vendrás conmigo. —Su tono era tan seguro que no dejaba lugar a discusión—. Pero bajo tu capa de invisibilidad. No podemos permitirnos que te vean, Harry. Siendo honesto, tú eres la razón principal por la que esta reunión existe en primer lugar. Me parece justo que estés presente para escuchar lo que tienen que decir.
Harry la observará durante un momento, como si evaluara la lógica de su plan. Finalmente, suspir y ascendió lentamente.
—Está bien. Pero te advierto algo, Hermione: en cuanto note que algo parece sospechoso, intervendré.
Hermione asintió, satisfecha con su respuesta. Sabía que no podía pedirle más, pero la idea de tenerlo cerca le daba algo de tranquilidad. Además, pensó, esto también le permitiría asegurarse de que Harry no hiciera alguna estupidez impulsiva mientras ella negociaba.
—Perfecto —respondió, con un destello de determinación en los ojos—. Entonces, prepárate. Esto no será nada fácil.
Con la decisión tomada, ambos comenzaron a prepararse para lo que seguramente será uno de los encuentros más tensos de sus vidas.
Cuando llegó la hora de la reunión, Hermione llegó al edificio gubernamental muggle, su túnica ministerial llamó demasiado la atención entre los asistentes muggles. A pesar de que la reunión se llevaría a cabo en un lugar completamente muggle, el Ministerio de Magia había intervenido para garantizar la seguridad del evento, algo que los muggles aceptaron con cierta reticencia. Gracias a estas medidas, lograron ocultar la presencia de Harry bajo la capa de invisibilidad y aseguraron que cualquier dispositivo electrónico fallara al detectar rastros mágicos.
Un grupo de oficiales británicos con trajes oscuros y gestos tensos la recibió en la entrada. El líder del grupo, un hombre alto con rostro serio, se adelantó para saludarla.
—Ministra Granger, bienvenida. Soy el subsecretario Holloway. Me han encargado escoltarla hasta la sala de reuniones.
Hermione asintió cortésmente.
—Gracias, subsecretario. Estoy lista para comenzar.
Detrás de ella, Harry, invisible bajo su capa, avanzó con sigilo, ajustándose al ritmo de su marcha. Se mantenía lo suficientemente cerca para escuchar cualquier conversación, pero lo suficientemente lejos para no chocar accidentalmente con nadie.
El pasillo los conducía a una amplia sala de reuniones decorada con sobriedad. La bandera británica ondeaba junto a la americana en un rincón, y en el centro de la mesa cuadrada principal se encontraban ya sentados varios representantes muggles de ambos países. Delphini no estaba presente, al menos no de manera evidente, pero Hermione sabía que, directa o indirectamente, su influencia estaba detrás de este encuentro.
La atmósfera estaba cargada de tensión. Uno de los representantes americanos, un hombre de cabello plateado y expresión rígida, fue el primero en hablar.
—Ministra Granger, es un placer finalmente tenerla aquí. Como seguramente sabremos, estamos aquí para discutir el embargo económico que hemos implementado contra el Reino Unido.
Hermione inclinó ligeramente la cabeza en reconocimiento, pero no dejó que sus emociones se reflejaran en su rostro.
—Comprendiendo la gravedad de esta situación. Espero que podamos encontrar una solución que beneficie a ambas partes.
El hombre entrecerró los ojos, evaluándola.
—Para ser directores, ministra, el embargo solo se levantará si el Reino Unido cumple con nuestras demandas. La principal, como ya hemos dejado claro, es la entrega de Harry Potter.
El silencio que siguió fue tan denso que podría haber sido cortado con un cuchillo. Bajo su capa, Harry apretó los puños, pero permaneció en su lugar, esperando la reacción de Hermione.
Ella tomó aire con calma antes de responder.
—Señor Hayes, entendiendo que su gobierno considera a Harry Potter un problema. Sin embargo, en el Reino Unido, lo consideramos un héroe. Las acciones que ustedes califican como terrorismo fueron realizadas en defensa propia y en la lucha contra una amenaza que, de no haber sido contenida, podría haber afectado al mundo entero, incluyendo a su país.
Un murmullo recorrió la sala. Hayes se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con intensidad.
—Esa "defensa propia", como usted la llama, provocó una serie de incidentes en suelo americano. Cientos de civiles resultaron heridos o muertos. Edificios destruidos. ¿Cómo podemos ignorar eso?
Hermione mantuvo su mirada firme.
—Entiendo su preocupación, pero debo señalar que esas consecuencias fueron producto de una amenaza mucho mayor que cualquiera de nosotros. Harry Potter y sus aliados no fueron los agresores, sino las víctimas de una persecución que no distinguió entre inocentes y culpables.
Los representantes británicos muggles, hasta entonces en silencio, intervinieron.
—Ministra, ¿realmente podemos permitir que este conflicto con los americanos escale más? El embargo está afectando nuestra economía, y no parece que estén dispuestos a ceder.
Hermione los miró brevemente antes de regresar su atención a Hayes.
—Señor Hayes, si su gobierno busca justicia, podemos trabajar juntos para establecer un tribunal internacional que investigue los eventos ocurridos en su país. Pero entregar a Harry Potter no es una opción.
El rostro del hombre se endureció.
—Ministra Granger, es evidente que ambos países enfrentan desafíos extraordinarios. Sin embargo, creo que nosotros aquí presentamos tenemos una evidencia contundente que respalda nuestras preocupaciones.
Hizo un gesto hacia uno de los asistentes estadounidenses, quien sacó un dispositivo portátil. Una pantalla se iluminó en la pared y un vídeo comenzó a reproducirse.
La imagen era borrosa al principio, pero pronto se hizo clara. Mostraba a Harry Potter en medio de una calle llena de escombros. Una serpiente de fuego recorría el lugar de forma descontrolada, aunque parecía evitarlo intencionadamente.
—¡No dejen que se escape! —gritaba Harry, apuntando con su varita hacia un grupo de figuras.
Una explosión de fuego llenó la pantalla, alcanzando un edificio cercano. Las llamas lo consumieron rápidamente, y los gritos de civiles resonaron mientras el video terminaba abruptamente.
El silencio en la sala era sepulcral. Los representantes británicos muggles intercambiaron miradas tensas, y los estadounidenses no tardaron en aprovechar el momento.
—Esto, ministra, es lo que queremos evitar. ¿Cómo podemos confiar en alguien que destruye sin importar las consecuencias?
Hermione apretó los labios. Sabía que ese video estaba fuera de contexto, pero explicar la verdad en un entorno tan hostil sería casi imposible.
—Ese video muestra una fracción de lo que ocurrió en circunstancias extremadamente complicadas —respondió, manteniendo su voz firme—. No muestra la amenaza a la que nos enfrentábamos ni el sacrificio que implicó.
Uno de los asistentes americanos intervino con tono tajante.
—Ministra, también logramos capturar a algunos de los cómplices del terrorista. Ellos afirman que Harry Potter ideó y dirigió un plan para desatar una guerra entre los magos británicos y americanos. Incluso tenemos testimonios que aseguran que cuando tenía solo diez años, mató a su profesor. ¿Es este el tipo de persona que defienden? ¿Una sociópata desde su infancia?
Un murmullo de incredulidad recorrió la sala. Hermione mantuvo su compostura, pero bajo la capa de invisibilidad, Harry sintió que la rabia y la frustración ardían en su pecho.
Hermione se inspiró profundamente, manteniendo el rostro sereno mientras su mente trabajaba rápidamente para formular una respuesta que desactivara las acusaciones sin dar lugar a más ataques.
—Esos testimonios son tan absurdos como infundados —replicó con firmeza—. Harry Potter no es un criminal, y mucho menos un sociópata. Desde su infancia, ha luchado contra fuerzas que la mayoría de las personas no podrían siquiera comprender, siempre a costa de grandes sacrificios personales.
El representante americano, Hayes, entrecerró los ojos y se inclinó hacia adelante.
—Ministra Granger, con todo respeto, los sacrificios personales no justifican los daños colaterales. Las acciones de Potter en suelo americano no solo destruyeron propiedades y vidas, sino que también fracturaron la confianza entre nuestros países.
Hermione mantuvo su mirada, mostrando una calma que desmentía la tensión que sentía.
—Señor Hayes, la confianza entre nuestros países no se romperá por las acciones de una sola persona. Se quebrará si permitimos que malentendidos y manipulaciones nublen nuestro juicio. Les pido que reconsideren los motivos detrás de estas acusaciones.
Antes de que Hayes pudiera responder, uno de los asistentes americanos se levantó para hablar.
—El problema, ministra, es que Potter no solo destruyó en América. Escapó. Cuando vio las fuerzas del orden, desapareció. Cuando se le comenzó a buscar, al ver que las cosas no iban bien, huyó de regreso a su país en lugar de enfrentar las consecuencias de sus actos. Eso nos parece, como mínimo, sospechoso. Incluso ahora, no ha dado la cara ante las acusaciones de terrorismo. ¿Por qué será?
Bajo su capa de invisibilidad, Harry sintió cómo la ira crecía en su interior. Su instinto le pidió dar un paso al frente y enfrentarlos directamente. Dio un paso hacia el asistente que había hablado, listo para revelarse, pero un fragmento de conversación cercano lo detuvo en seco.
Un par de asistentes americanos, aparentemente seguros de que nadie los escuchaba, hablaban en voz baja en un rincón de la sala.
—Huir fue un movimiento tan… cobarde, incluso para él.
El otro hombre avanzando, su tono cargado de desprecio.
—Ni siquiera intenté arreglar las cosas. Simplemente dejó el desastre atrás. Y ahora, los últimos magos americanos están escondidos como ratas. Apenas sobreviven.
El primero se inclina más cerca.
— ¿Sabías que los muggles incluso destruyeron Ilvermorny? Fue un mensaje claro para los que aún resisten. "Ríndanse o desaparezcan".
Harry sintió que la ira y la culpa se arremolinaban dentro de él, pero algo más captó su atención.
— ¿Fue orden de Delphini? —preguntó el segundo hombre en un murmullo casi inaudible.
— ¿Delphini? —El primero dejó escapar una risa sarcástica—. A ella le importa muy poco lo que hagan los muggles mientras pueda cumplir con su propósito. Como esta reunión... No creo que realmente le importe si los magos británicos entran en conflicto con los muggles británicos. Para ella, todo esto es solo una distracción para llegar a Theodore Nott.
El corazón de Harry latió con fuerza. No escuches el resto. Las palabras "Theodore Nott" resonaban en su mente. Se giró rápidamente y regresó hacia Hermione, con el pulso acelerado y su mente trabajando a toda velocidad. Sabía que debía sacarla de allí antes de que las cosas empeoraran o la verdad detrás de Delphini se perdiera en el caos de aquella reunión.
Se acercó lo suficiente como para susurrar apenas por encima del ruido de la sala, su voz cargada de urgencia:
—Hermione, tenemos que irnos. Ahora.
-¿Acosar? —murmuró Hermione, sorprendida.
—Es Delfini. Va tras Theodore Nott —insistió Harry, su voz cargada de urgencia.
Hermione dudó por un momento, pero el tono decidido de Harry fue suficiente para convencerla.
—Disculpen —dijo en voz alta, su tono controlado pero firme mientras se dirigía a los presentes—. Lamento interrumpir, pero debo atender un asunto urgente.
El ministro americano arqueó una ceja, una chispa de curiosidad brillando en su rostro, pero no dijo nada mientras Hermione se levantaba y salía apresuradamente de la sala.
Cuando estaba lo suficientemente lejos de la sala de reuniones, Harry apartó la capa de invisibilidad, mostrando su rostro marcado por la preocupación.
—Acabo de escuchar a dos de los asistentes. Dijeron que esto es solo una distracción de Delphini. Ella está usando esta reunión para mantenernos ocupados mientras va tras Nott —dijo con rapidez.
Hermione ascendió, procesando la información. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación y determinación.
—Quiere recuperar el giratiempo perfecto. Si Theodore cae en sus manos… —comenzó, su voz grave.
—No podemos permitirlo —terminó Harry, apretando los puños.
Hermione pensó un momento antes de hablar con claridad.
—Harry, lleva a algunos aurores a Privet Drive para vigilar el lugar. Aunque no creo que el Fidelius Charm falle, es mejor prevenir cualquier movimiento de Delphini. Y si la encuentras allí, no dudes acaba con ella. No podemos correr riesgos innecesarios con ella viva.
Harry frunció el ceño, pero finalmente asintió.
—Entendido, ministra.
—Yo me quedaré en la reunión. No podemos dejar que esto escale más de lo necesario —continuó Hermione, ajustándose la túnica.
Sin más palabras, ambos se dirigieron hacia sus respectivos destinos.