Mateo, un niño cuyo destino se vio marcado por circunstancias trágicas, inició su vida en un hogar sombrío y lleno de secretos oscuros. Su madre biológica y su padre eran hermanos, y esta conexión prohibida dejó una huella imborrable en su existencia.
Mateo nació en un pequeño pueblo, donde su familia intentaba ocultar el pecado que los unía. Su madre, llena de culpa y temor, decidió entregarlo en custodia a su madrastra, una mujer fría y distante.
La madrastra, incapaz de enfrentar la realidad de su situación, vio en Mateo un recordatorio constante de la vergüenza y el pecado que los envolvía. Desde temprana edad, el niño experimentó un trato cruel y despectivo. La madrastra lo maltrataba física y emocionalmente, convirtiendo su hogar en un lugar de miedo y tristeza.
La ausencia de cariño y aceptación dejó una profunda marca en el corazón de Mateo. No entendía por qué no era amado como los demás niños, y las preguntas sin respuesta atormentaban su mente. Sin embargo, a pesar de la oscuridad que lo rodeaba, el niño nunca perdió del todo la esperanza de encontrar una vida mejor.
A los cinco años, Mateo reunió el coraje necesario para escapar de aquel infierno en el que había vivido atrapado. Con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta, dejó atrás el único hogar que conocía, llevando consigo solo unas pocas pertenencias y una determinación férrea.
Su huida fue un acto de valentía y desesperación. Mateo se enfrentó a un mundo hostil y desconocido, sin comida ni refugio. Cada día era una lucha constante por sobrevivir en las calles, donde aprendió a sortear peligros y a confiar en su instinto para evitar situaciones amenazantes.
La vida en la calle le mostró un lado oscuro de la humanidad, pero también encontró destellos de bondad en personas que, a pesar de sus propias adversidades, le brindaron una mano amiga en momentos críticos. Estos encuentros inesperados le enseñaron a confiar nuevamente en los demás, aunque con cautela.
El pequeño Mateo comenzó a comprender que él era más fuerte de lo que imaginaba. Cada obstáculo superado fortalecía su espíritu y su determinación. Su instinto de supervivencia se convirtió en su guía, y su deseo de encontrar una vida mejor le dio fuerzas para seguir adelante.
Así, el niño prodigio continuó su camino, enfrentándose a distintas situaciones y desafíos en busca de un nuevo hogar y una familia que lo aceptara tal como era. La vida le tenía reservadas muchas sorpresas y encuentros inesperados, pero Mateo estaba decidido a encontrar la felicidad que tanto anhelaba.