La señal llegó súbitamente, la temperatura en todo el universo bajo lo suficiente. Era hora de la reunión que todos acordaron hace mucho tiempo. Ahora, la raza más antigua y resistente en la existencia buscaría legarle al nuevo universo la información necesaria, el objetivo no repetir los errores del pasado.
Los únicos con vida en estas condiciones eran los autodenominados espejos y de entre ellos la muerte era el más importante, su labor era recoger las experiencias y pensamientos de los seres que los demás espejos crearon, autodenominándose dioses, mientras un grupo más pequeño de espejos a los que llamaron fuerzas se encargarían de crear condiciones de existencia, las fuerzas tenían otra doble función retrasar el fin de la realidad.
La biblioteca central fue el espacio elegido y el único construido para aguantar un poco más, allí las fuerzas gastarían sus últimos alientos, mientras los dioses planeaban como los datos obtenidos moldearían al nuevo universo, siendo la muerte y su habilidad una pieza fundamental en todo esto.
De los puntos más alejados, cuatro rayos de luz rompieron el firmamento rojizo que consumía todo, cuando llegaron a la entrada de la biblioteca la conciencia Sheimi les recibió, al principio tuvo una actitud defensiva e intento acabarlas de un golpe, pero con el primer movimiento de la figura más alta e imponente, absorbió el ataque y demostró una gran amabilidad al no contra atacar. Las cuatro figuras miraron a Sheimi con cierta ternura.
- Eres muy fuerte hermana – expresó la figura espigada – gracias por todo, nos encantó verte.
Sheimi estaba triste pero no podía permitirse perder más tiempo, ella debía preparar todo para el momento en que se tomará la decisión. El ser que habló y sus tres acompañantes miraron con un sentimiento agridulce a la mujer y continuaron con su camino.
El tribunal estaba instaurado, dentro de la biblioteca el ambiente era muy tenso, las fuerzas estaban desintegrándose dentro del patíbulo central, a su manera recibieron a las recién llegadas sin renunciar a su puesto, como sucedió con Sheimi todo fue en un instante, lo que se tenía que decir se dijo hace mucho, y lo que tenían que expresarse se había mostrado. En este punto nadie tenía sentimientos de culpa, quizás lo que reinaba era una mezcla de resignación y orgullo.
Uno a uno los siete espejos sobrevivientes durante estos eones ocuparon sus lugares en la cámara, cada uno era el reflejo de las experiencias acumuladas en sus cuerpos, al momento de llegar el turno del séptimo, aquel llamado Genath, nadie ocupo el sitio. En el fondo todos sabían que significaba, lo cual fue confirmado cuando ingresó una extraña criatura de apariencia canina que lucía muy dañado, este como si de una deuda se tratará en el centro de la cámara dejó caer gentilmente un talismán y aulló con gran sentimiento, al terminar su tributo, su cuerpo lentamente se quemó dejando una estela de energía, pese a todo el can se mantuvo sentado con templanza y no se quejó de ninguna forma, su mirada siempre estuvo fija frente a los espejos.
El espejo más cercano a Genath, conocido como Mechkroz aquella que tiene una figura de niña de unos siete años se acercó al sitió y resguardó el talismán, volvió a su lugar, todos se sintieron tristes, este hecho aseguraba que Genath murió por alguna razón y ese talismán resguardaba las memorias y experiencias suyas, el último caído de una raza ancestral, ahora solo les quedaba esperar el fin.