Chapter 2 - Luna

El techo de la cámara se llenó de árboles de cerezo, al crecer dejaban caer sus pétalos, cuando llegaban al suelo parecían millones de luciérnagas quemándose en el aire, a lo lejos un sonido se hacía más fuerte. El espejo guerrero Ailaj lo reconoció inmediatamente, era el choque de las placas de metal en una armadura reforzada, los demás lo notarían cuando una figura espigada de una altura considerable e imponente, con un aura propia de un guerrero de mil batallas surgió de la entrada a la cámara.

El ser se detuvo en el mismo lugar donde el lobo dejó el talismán, luego movió su brazo y desenfundo su espada, todos los espejos entraron en pánico, alguien pudo sobrevivir y al perecer era los suficientemente estúpido para enfrentarse a ellos. Una vez desenfundada la espada, dio un paso al frente y con toda su fuerza arrojó el arma con intención de matar a Ailaj.

Él atrapó la espada por el filo, primero sangró, pero su sangre comenzó a evaporarse.

- Así que esta es la Catana mata dioses – se dirigió Ailaj al guerrero – recuerdo que habían un poco más de una docena de estas cosas ¿cómo es que alguien tiene esto? Por lo visto la has usado suficiente, el encantamiento de la hoja esta desgastado por eso no perdí la mano, es eso o querías probar algo.

Sin prestar atención a Ailaj, el guerrero se quitó el casco y continuó con el resto de la armadura, conforme retiraba cada parte la organizaba con gran respeto a su lado, al terminar se arrodilló con serenidad, sin embargo, todos quedaron sorprendidos al notar que tras la armadura se encontraba una mujer, llevaba una mirada seria con tintes de melancolía y con un gesto le indicó a Ailaj que le devolviera la catana, la chica la tomó por la hoja con su mano desnuda, pero no le afectó en nada.

- Esta catana – repuso la chica – al principio mataba dioses, luego mató reyes y continuó así hasta que yo la tomé, la razón por la que no destruyó al último espejo guerrero Ailaj, es por que cambie el canto en la hoja, cada vez que se desató una guerra, cada vez que alguien fue muerto por la violencia, esa esencia y esas memorias estaban contenidas en esta hoja, cuando no hubo nadie para hacer guerras cambie el canto para que este día pudiera mostrar todo.

Con su respuesta, la chica se quedó callada por un momento, estaba balbuceando unas palabras inentendibles, los demás espejos solo escuchaban cuchicheos, conforme avanzaba el tiempo la armadura, los cerezos y los pétalos que quedaron en el suelo se deshicieron tomando la forma de un gran charco de sangre, al final la chica enterró la catana en el suelo, la misma abrió de manera concéntrica la sangre en la cámara y de repente ese espacio se transformó en un gran campo de batalla, lleno de armas oxidadas incrustadas en el suelo como si fueran lapidas.

Los espejos quedaron perplejos, luego de esto Ailaj se desvaneció de su lugar y atacó a matar a la chica, esta se quedó quieta y solo espero, Ailaj detuvo el ataque cuando notó que la chica sin gran esfuerzo lo repelió y con un cuchillo simple amenazaba con cortarle el cuello, naturalmente no lo mataría.

Ailaj se devolvió a su lugar caminando y al sentarse se dirigió a ella.

- Tienes gran habilidad, esto me impulsa a medirme constantemente contigo, espero me disculpes, antes que te marches creo que hay una experiencia que falta, puede que mis hermanos me contradigan, pero de todos los espejos ¿Quién eres tú? Y ¿Por qué eres tan hábil? Creo que nos debes tus memorias…

Los demás espejos no esperaban ese comentario, pero algo era cierto, esta chica no era común entre ellos, al debatirlo llegaron a una conclusión que se ejecutó de manera rápida.

La diosa Baqua dejó su asiento, se acercó a la chica, se agachó para estar a la altura de esta y le dijo.

- No te reconozco y al parecer tu tampoco reconoces a nadie. Soy Baqua la última espejo de la verdad quiero guardar tus memorias y comprobar si son verdaderas ¿confías en mí?

La chica retomó su posición arrodillada del principio, en señal positiva a lo propuesto por Baqua, el ambiente se oscureció mientras empezó a hablar, parecía que algo estaba absorbiendo cada partícula de luz, las siluetas de Baqua y la figura femenina se desvanecían lentamente.

- Era el tercer eón, los primeros seres creados por los dioses lograron formar varias sociedades complejas a lo largo de la existencia, yo aún vagaba, todo, todo era caos en ese planeta…

1.

Los imperios están destinados a caer, ni siquiera los intentos de progresar son suficientes para que la piedra más resistente de la base del edificio más importante sea polvo, cuando los imperios están muriendo el pánico los consume, ellos no quieren perder sus privilegios, su gloria, su poder sobre los demás. Su respuesta siempre es la misma, mantenerse por la fuerza por sobre todas las cosas.

En el gran planeta nueve del sector Alba, el primer gran imperio cometió un error en su estrategia y la resistencia estaba a punto de tomar el control de la capital, todo estaba dicho, claro, para alguien que aceptara el final, la respuesta del gobierno del pueblo nueve fue simple, destruir todo y llevarse a todos con ellos, sin ningún tipo de remordimiento activaron un pulso con la frecuencia suficiente para crear una muerte cerebral a cualquier ser vivo en un radio de tres parsecs.

En el momento en que se activó el pulso, un haz de luz irrumpió en el planeta, parecía una estrella fugaz, pero al caer no afecto físicamente el lugar, no hubo ruido, lo único que quedó fue un ser con capucha que parecía levitar, este no parecía tener un propósito, solo se acercaba a los muertos y la energía que despedían parecía ser absorbida por él, conforme lo hacía su energía se multiplicaba, dividiéndose y seguía con el mismo proceso.

En un profundo cráter uno de los clones se quedó inmóvil frente a un hombre bastante herido, él se debatía entre la vida y la muerte, aunque era consciente que no tenía ninguna oportunidad, con sus fuerzas tomó una especie de amuleto e inicio un cantico.

El encapuchado se sorprendió cuando justo antes de morir, el sujeto dijo.

- El guía supremo tenía razón, el premio de ser el azote de las estrellas, es poder ver al enviado de la energía oscura mientras consume mi vida, me siento honrado.

Una vez falleció, el encapuchado drenó su energía, pero por alguna razón decidió tomar el amuleto, el mismo era una alusión a un firmamento con un agujero negro en el centro. Al terminar su tarea, un aire frio recorrió el planeta y uno a uno se comenzaron a unir los encapuchados hasta que al final quedó uno, esperando a que otra señal le indicará donde drenar energía.

Mientras tanto se dirigió al núcleo del astro, su decisión ahora era definir qué hacer con un planeta tan dañado, era obvio, pero justo cuando se disponía a ejecutarlo, notó que sostenía el amuleto. No era normal basilar, menos lo era sostener algo tan irrelevante, pero el indició de molestia más importante era notar la extremidad que sostenía el amuleto, la cual se desprendió una vez tuvo conciencia de ella.

2.

Ya habían pasado seis eones desde lo sucedido en el planeta nueve, su labor continuaba, recolectar energía era su alimento y su propósito. Para este punto había bastantes seres vivos, eso quería decir que el número de sus clones y el tiempo en que estos tomaban para unirse había aumentado, incluso podían pasar milenios para que uno de ellos volviera al original. Lo sucedido hace seis eones también afectó los lugares donde se alimentaba, su predilección los espacios violentos, quería saber porque razón había un culto a la muerte en medio de la violencia y extrañamente sucedía cuando los imperios iniciaban su colapso.

A miles de parsecs del sector Alba, el encapuchado primigenio se encontraba en el sector Shi en un planeta llamado Kurenai, el ambiente aún era estable, sin embargo, seguía una estela de muertes de un clan que tenía símbolos que evocaban al ocaso y la entropía, el encapuchado solo debía ser paciente, dentro de poco ese barril de pólvora alcanzaría alguna chispa.

Los conflictos habían comenzado con un antiguo clan que se convirtió en una excusa para mantener una guerra que no tenía fundamento, por lo menos no como se creía, era solo una forma de tapar los verdaderos problemas, esto naturalmente desató un conflicto de exterminio contra los indeseables, un grupo de personas que se negaron a formar parte de la capital y que dieron la espalda a cualquier idea que atentara con su libertad, esa decisión en el fondo les puso una diana en la frente a todos.

- Mariscal Ren, las tropas están situadas en los caminos de posible retirada, solo esperan la señal para iniciar con la carga.

Ren estaba sentado frente a un gran mapa, tomó una daga y se cortó la palma de la mano, al brotar sangre con ella unió los puntos donde estaba posicionado cada batallón, lo cual dio como resultado un extraño símbolo.

- ¿Sabe soldado? – repuso Ren mientras terminaba de arreglar su uniforme – las ideas de los indeseables son muy antiguas, ellos creen que la vida es un acto de purificación y que la muerte solo llega cuando entiendes el sentido de la vida…

Ren repasó su uniforme frente al espejo, se acercó al soldado y antes de salir de la tienda de campaña, tomó por el hombro al joven para terminar su idea.

- … también creen que, si la vida es interrumpida por algo externo, sus espíritus serán condenados por siempre, por eso no se unieron a la capital Lumen, querían continuar con sus formas de vida. Siempre odie ser un indeseable y ahora eliminaré a esa gentuza bajo el símbolo "de la flor de cerezo".

El soldado se quedó en la tienda luego que Ren se retiró, sin embargo, cuando se acercó al mapa notó que dejó las instrucciones detalladas, allí incluyeron el tiempo entre oleadas y al final lo más desconcertante, fue el pétalo que Ren dibujo con su sangre donde el mapa indicaba que quedaba el pueblo de los indeseables.

La masacre no se hizo esperar, al llegar la noche el fuego iluminó todo a su paso, los pocos que lograron notar algo al salir en busca de resguardo fueron interceptados y asesinados sin importar su sexo, edad, género o cualquier otra diferencia, los soldados solo entendían que eran indeseables y como tal solo les esperaba ser ajusticiados. La guardia de Ren le acompaño luego que una bengala indicara que era seguro entrar, rápidamente se dirigió al templo del pueblo, allí pidió que le trajeran al sacerdote principal que llegó con gran ímpetu, por más que lo intentaron no se dejó doblegar, Ren disgustado por esa actitud le cortó el cuello de un tajo, del cadáver aún tibio con un poco de esfuerzo encontró una llave.

Con señales le indicó a los seis de su guardia personal que tomarán las posiciones en el centro de la sala principal, luego de la señal todos encendieron las fogatas, que se unieron mediante el sistema de canales creando la figura de pétalo que hace unas horas Ren dibujo sobre el mapa, en el centro un pedestal se alzó del suelo mostrando una extraña catana con un canto en la hoja.

Ren lleno de confianza tomó la catana, pero justo antes de llegar al pedestal uno de los integrantes de la guardia lo atacó, Ren como el guerrero que era alcanzó a apretar el cuello de su atacante y con gran agilidad le arrancó la tráquea, sin embargo, fue superado por los otros cinco, logró acabar con otro más pero no fue suficiente.

Así el más fuerte tomó la catana en su mano, pero con tan mala suerte que esta lo rechazó, por lo que su cuerpo quedó reducido a cenizas, los dos que aún quedaban molieron a golpes a Ren para que les diera la solución, pero este no dijo nada, sin más que hacer con el ropaje del sacerdote levantaron el arma y con cuidado la guardaron en un cajón hecho con la base del pedestal, luego de ello se retiraron con el mariscal Ren atado rumbo a la capital.

Conforme salían de la ciudad la noche tenía un color rojo cenizo debido a los edificios en llamas, se escuchaban los llantos y suplicas de sus habitantes, los soldados cometían todo tipo de abusos, el suelo estaba manchado de sangre y olía a carne quemada mezclada con carbón al rojo vivo. Ren no se arrepentía de nada y en todo el camino solo un pensamiento retumbaba en su mente, él como fuera se iba a vengar.

Las puertas de la sala real fueron abiertas y se anunció al mariscal, antes que el emperador apareciera, los dos traidores obligaron a que él al igual que ellos se hincara, delante de ellos colocaron la caja improvisada con la tapa abierta para que su líder pudiera constatar que habían cumplido su misión.

- Muchas gracias mariscal – exclamaba el emperador mientras caminaba frente a ellos con gran prepotencia – ahora tengo el arma perfecta para terminar nuestra conquista…

El emperador se acercó a la caja, retiró la tapa removiendo con sumo cuidado las telas que cubrían la catana, desenfundó la daga imperial y pasó su dedo indicé por el filo con la suficiente fuerza para cortarse, al emanar sangre dejo caer unas gotas sobre la catana notando que al momento de tener contacto la sangre se evaporó.

- …sin embargo – continuó el emperador – tengo conocimiento que no todos pueden portar esta belleza, así que le pedí el favor a tu hermana que tradujera los textos de los indeseables, ahora sé que solo el que haya transitado el Tōryanse puede blandirla, por esta razón te pediré el favor que me ayudes o me veré forzado a decirle a tu hermana.

En ese momento Ren intentó levantarse de manera brusca, aunque fue detenido por los dos guardias. Su hermana entró en el salón un tanto triste, pero en ningún momento dirigió su mirada hacia Ren, el emperador la tomó por la cintura fuertemente y con su otra mano le apretó con fuerza el mentón, se notaba que para él era un mero objeto. Ren intentó hacer entrar en razón al emperador.

- Mi señor ¿Por qué hace esto? Si me lo hubiera pedido yo hubiera blandido la espada, por favor no le haga nada a mi hermana.

- Lo siento Mariscal – respondió el emperador sin dejar a la hermana de Ren – en estos momentos es natural que no lo entiendas, pero alguien como yo sabe que incluso un fiel servidor es un potencial traidor si tiene la confianza y el poder suficiente. Además, tu querida Hermana Rin también me dijo que solo basta con tener sangre indeseable, por lo que es más fácil probar con ella que no tiene habilidades de combate a diferencia tuya.

El emperador le susurró algo al oído a Rin, la chica camino determinada a empuñar el arma, en el transcurso miró a Ren y con una sonrisa endeble le hizo saber que todo lo que hizo fue por él. Ren no fue capaz de hacer nada por la estupefacción. Rin temerosa empuño la catana con cierto éxito, el emperador estaba emocionado, aunque la felicidad no duró mucho, cuando el cuerpo de Rin comenzó a tornarse rojizo, ella sabía que no aguantaría mucho, así que en su desesperación atacó al emperador, pero antes de dar un paso fue cortada por la guardia, mientras su cuerpo yacía en el suelo este lentamente se carbonizaba.

- Que lastima – refunfuñó el emperador – por lo menos nadie más podrá usar el arma, eso también es ganancia… desháganse de Ren y tiren su cuerpo donde su gente, limpien todo y purifíquenlo.

Luego de dar sus directivas se marchó, los guardias para evitar problemas le dieron un fuerte golpe para que Ren perdiera la conciencia y fuera más fácil trasladarlo, al caer, mientras se desvanecía vio como una silueta oscura aparecía lentamente donde los restos de Rin se encontraban.

A los escombros que algunas vez fueron la plaza de la ciudad llegaron los dos guardias y un apaleado Ren, del orgulloso hombre no quedaba ni la sombra, estaba tan mal por la muerte de Rin y la traición de su señor que no tenía ánimos de continuar, quizás hubiera esperado por su muerte sin problema, si no fuera porque los guardias encargados de ajusticiarlo querían torturar a Ren en retaliación por sus compañeros, las ofensas alimentaron la venganza.

Uno de los guardias tomó por el pelo a Ren y le escupió en la cara, luego lo golpeó varias veces con la mano abierta hasta que le reventó la nariz y le tiró varios dientes, como pudo lo levantó de tal manera que quedó arrodillado y el otro guardia le dio varias patadas en el pecho hasta que este escupió sangre.

- ¿sabes? – replicó el guardia que sostenía por el pelo a Ren – antes te temíamos, pero ahora solo eres un animal indefenso, eres como un perro sin garras y sin colmillos, no fuiste capaz de defender a la puta de tu hermana ¿Cómo la vas a ver al rostro en el otro mundo?

En ese instante el otro guardia se dirigió a su compañero.

- ¡oye! La mejor forma de acabar con Ren es tirarle el resto de los dientes, cortarle las manos y pies, morir de hambre es lo que merece.

De acuerdo con el plan desataron a Ren de sus muñecas, luego colocaron su mano izquierda sobre una roca y con una cimitarra la cortaron de un tajo. Ren gritaba de dolor, pero su mirada se tornó en odio, aprovechó la sangre de su herida y la arrojó al rostro del guardia que sujetaba la cimitarra, al guardia que lo sostenía le dio un codazo y lo derribó, justo cuando el guardia intentó dar el segundo golpe, con sus dedos Ren destruyó sus ojos, le quitó la espada al caído y le corto el cuello a aquel que le quitó su mano, al que estaba en el suelo le acabó el cuello a pisotones.

El encapuchado estaba terminando de recolectar las almas de los caídos por la incursión ideada por Ren hace unos días. En una choza la muerte observaba los cuerpos sin vida de los padres de una pequeña de un año, que lo único que podía hacer era llorar, esperando a que sus padres reaccionaran, para la muerte esto no era nuevo, sin embargo, se quedó mirando a la pequeña, solo debía ser paciente.

La niña sintió que la observaban y como pudo llegó hasta el lugar donde la muerte se encontraba, al verla no lloró más, en cambio se calmó y clavó sus hermosos ojos almendrados en la capucha de la muerte, como si intentara ver más allá de lo que incluso los moribundos se atrevían, en ese momento la muerte recordó a aquel guerrero que fue capaz de verla hace tanto.

La niña un poco cansada se acostó en lo que serían los pies del encapuchado, este a sabiendas que la niña no despertaría decidió hacer su trabajo. De repente un afligido Ren con las últimas fuerzas que le quedaban atravesó la figura de tal manera que casi lastima a la niña, Ren estaba preocupado por que el sangrado de su mano no se detenía, así que buscó la manera de cerrar la herida y no hubo mejor opción que un pedazo de metal rojizo por el calor que estaba debajo, Ren apretó un pedazo de madera en su boca y colocó su herida hasta que creyó que era suficiente, luego de ello escupió el trozo de madera y grito en un intento de liberar todo el dolor que había acumulado.

Cansado y sin fuerza se sentó, esperando quizás al ser que se llevó la esencia de su hermana, notó que en el fondo de la choza una niña se rascaba los ojos, se notaba que se acababa de levantar, cuando se percató del sujeto frente a ella, ambos se quedaron viendo, estaban sorprendidos, ella porque él no estaba antes y él por qué le costaba pensar que alguien tan frágil sobreviviera, la pequeña al ver la cara sucia del sujeto se echó a reír y por inercia se acercó a Ren, una vez cerca le dio un besito en su muñeca chamuscada.

- Eres tan gentil como ella – le dijo a la pequeña – ¿Quién iba a pensar que una pequeña indeseable sería la última persona que sentiría compasión por mí?

Cuando menos lo esperaba Ren vio que la niña que se parecía a su hermana se había quedado dormida en su regazo, el sonrío con gran esfuerzo y debido al estrés se rindió quedando profundamente dormido, aunque en su alma sabía que no se levantaría de nuevo.

3.

Ren sintió que estaba en la nada, la sensación era extraña, de pronto el espacio se tornó cada vez más claro, el pobre interpretó que era el momento de morir, así que simplemente se dejó llevar, en medio de su estado observó el sitio donde debería estar su mano izquierda, al notar que estaba corroboró que era el final.

Sin darse cuenta una sombra se posó frente a él, cuando la pudo enfocar con su mirada notó que era la misma que vio luego de la muerte de su hermana, ambos sostuvieron una posición incómoda, seguramente esperando la reacción del otro, hasta que Ren simplemente dio señales de sumisión, ante eso el encapuchado materializó unas manos anatómicamente extrañas y envolvió su muñeca izquierda y luego le asestó un golpe fuerte en el pecho.

Ren abrió sus ojos rápidamente y como acto mecánico una bocanada de aire fue su acción más instintiva. Al volver en sí, se dio cuenta que estaba vendado y su cuerpo estaba muy sudado, para asegurarse que no era algún tipo de sueño, miro de nuevo su brazo izquierdo. Al final su mano no estaba, por alguna razón había sobrevivido y muy pronto sus salvadores harían acto de presencia.

La primera en entrar sería la pequeña que estaba preocupada por su nuevo amigo, luego de darle un abrazo su mirada se dirigió a la entrada de la habitación, de ese lugar llegaron dos monjes uno le hizo señales a la niña para que se retirarán, mientras el que lucía más experimentado con mucha calma se acomodó frente a Ren.

Mi nombre es ocaso – rompió el silencio el hombre entrado en años, mientras seguía acomodando sus ropajes – algunos de nuestros iguales los encontraron en el pueblo de los Ba, tu estabas…

… a punto de morir desangrado – interrumpió Ren – dígame ¿Por qué simplemente no me dejaron allí? No merecía ser salvado.

De haber sabido eso lo hubiéramos hecho, sin embargo, cuando los iguales llegaron ella estaba dormida en tu regazo y cuando sintió que los separaban pataleo para que no te abandonaran ¿acaso no estas a cargo de ella, joven…?

Ren, me puede llamar Ren, en todo caso, esa chiquilla no es nada para mi – Ren se quedó en silencio por un momento, mientras tocaba sus heridas con la mano derecha – ocaso teniendo en cuenta mis heridas ¿puedo marcharme?

Ocaso se levantó de su sitio, luego tomó una distancia prudente y le hizo señas a Ren para que se acercara. Ren logró estar de pie con mucho esfuerzo, no era nada nuevo, al tener un alto grado militar estaba acostumbrado a ese tipo de problemas.

Luego de esto ocaso le extendió su mano derecha, al reaccionar Ren comenzó a temblar y simplemente sin perder la posición desafiante de mariscal, los sollozos se transformaron en un llanto profundo, El mariscal estaba roto.

Tu cuerpo tiene similitudes con los Ba, puedes marcharte si así lo deseas, pero si te quedas un poco más, puede que tu espíritu también sané.

Entiendo, por favor deme mis ropas y mi armadura.

Ocaso tomó una campana que tenía en sus ropajes y la hizo sonar, inmediatamente un joven de unos siete años con gran esfuerzo llegó con las ropas de Ren y su armadura. Ren algo sorprendido por la fuerza del chico, agradeció a ocaso por lavar su ropa y limpiar la armadura, él tenía en mente volver al pueblo de los Ba y suicidarse en el sitio donde debió morir.

Una vez preparado para marchar fue despedido por la comitiva de sabios, de en medio de los monjes un llanto rompió el silencio de aquel acto, era la pequeña que no se quería apartar mucho de Ren. La pequeña pataleo y lloró hasta que el monje que la cuidaba la soltó, rápidamente la pequeña llegó hasta donde el lastimado hombre, ella como acto reflejo extendió sus brazos para trasmitirle el acto de confianza de cualquier infante a esa edad, era algo que el propio mariscal se negaba a concretar, hasta que la niña lo miró fijamente con cierta firmeza, el reconoció en esa niña la misma actitud de su hermana y cuando al fin la alzó se cerró una especie de pacto silencioso entre ambos, en ese momento Ren sintió el calor que solo su hermana le había dado.

Con la niña en brazos se giró y se acercó a Ocaso con una mirada seria típica de militar, claro intentaba ocultar su flaqueza, luego tomó la vaina de la espada y se la entregó al monje, con el fin de mostrar desapegó a su idea anterior.

El monje aceptó el gesto y le indicó a Ren que lo siguiera, sin dejar a la niña, conforme iban avanzando Ren notó que se estaban adentrando en la montaña por un sendero que se notaba muy antiguo, al levantar ligeramente el rostro se dio cuenta que el trayecto sería relativamente largo, el monje nunca miró hacia atrás, nunca dijo nada, la tensión se acumulaba acompañada por el sonido del viento entre los árboles y los cuervos que graznaban.

De repente la niña apretó con su cuerpo a Ren e intentó esconderse poniendo la frente en su hombro, Ren entendió la razón al darse cuenta de que entre los árboles se asomaban seres encapuchados, mismos que ambos ya habían visto, Ren abrazo a la niña y continúo caminando.

Si quisieran atacarnos, ya lo hubieran hecho – pensó Ren – lo raro aquí es que Ocaso parece estar acostumbrado.

Ren ignoró todo, aunque su desconfianza seguía invadiendo su cabeza, cuando ya no aguantaba más e iba a increpar a Ocaso, se dio cuenta que el anciano se detuvo frente a un templo que denotaba unas formas muy antiguas, tanto, que ningún pueblo existente las podría replicar. Ocaso tocó de nuevo tres veces la campana que llevaba consigo, sacó una llave y del interior del templo sacó una especie de caja, Ren sintió como se aceleró su corazón cuando vio la similitud con aquella caja en el pueblo de los Ba que contenía la espada maldita.

Tranquilo Ren – se dirigió Ocaso al mariscal – todos en el templo saben quién eres, todos en el país lo saben, solo tranquilízate, hazlo por la niña.

Dicho eso, de la caja Ocaso sacó un sello que estaba envuelto en una tela, luego desenrolló un papiro exageradamente largo y le dio señas al trastornado mariscal para que se acercara. Él con cierta desconfianza aceptó, la niña sintió cierta calma y luego de mirar bien a su alrededor, como pudo se montó sobre los hombros de Ren, el cual se molestó, pero no hizo nada.

Ren en este papiro escribimos nuestros nombres antiguos y los reemplazamos por ideas – decía tranquilamente el monje mientras tomaba el sello con su mano izquierda – con este sello marcamos una parte de nuestros cuerpos como un recordatorio de cambio.

Cuando se dispuso a escribir su nombre, Ren se dio cuenta de algo.

Espera un momento ¿Por qué tu nombre es el anterior al mío?

Notaste las sombras ¿no? – preguntó el monje, mientras Ren se silenciaba de repente – verás, solo los que hemos escapado a la muerte o hemos visto sacrificios injustos podemos colocar nuestros nombres en este papiro, es una forma de sobre llevar esa carga. Esas sombras son rezagos de la muerte que se sienten atraídos por nuestra miseria, nos devolvieron a este mundo pero nos quitaron algo como recordatorio de nuestra mortalidad…

Pero tú eres de la realeza, tu fuiste el gran unificador … - interrumpió enérgicamente Ren –

Fui, pero decidí dejar ese camino, pasamos por algo similar, sin embargo, eso no es importante. Te pediré el favor que elijas un nombre para la niña, ella no será marcada, pero creo que tu debes decidir qué quieres hacer con ella.

Ren no dijo nada más, solo escribió su nombre al lado del gran general Yan, el mariscal de ahora en adelante sería conocido como Nadie. El punto más complicado ahora, sería el nombre de la niña, no quería crear ningún lazo molesto para ninguno, el sería claro desde el principio y no le mentiría a la pequeña, así que donde se supone que iba el nombre anterior marco una línea vertical y la renombro Nada.

Luego extendió su mano derecha. Ocaso le indicó que la marca le daría un gran dolor y ahora sería doble porque la marca de la niña la llevaría él, Ren no le dio importancia, al ser marcado sintió un dolor superior a cuando le cortaron la otra mano, se revolcó hasta que quedó inconsciente, pero antes de caer logró decir algo claramente.

Ocaso, por favor llama a una institutriz.