La ciudad es grande, hay muchas luces, mucho ruido, si caminas sin parar te pierdes o terminas en territorios dónde no deberías haber llegado, aquí emana la vida y al mismo tiempo la vida se vuelve nada.
Me fui de casa hace ya tres años, hoy en día tengo veinte, pero la juventud es una cagada, vivo haciendo porquerías de las que me arrepiento y cuando me quiero disculpar ya es muy tarde, no conozco lo que es vivir al máximo y nada es tan lindo como te lo pintan en las redes sociales o en la televisión. Aunque mi juventud no define mi desastre, quizás es lo que soy y seguiré siendo siempre.
En casa mamá y papá están allí, papá sale al trabajo, mi madre se queda calva haciéndonos de comer, orando y saliendo a trabajar. En casa hay menos vida que esta ciudad, allí todos están en automático, hacen lo mismo día tras día y es tan jodidamente vacío.
Lo dieron todo y más para que fuera a la escuela incluso cuando no tenían los recursos suficientes para hacerlo, cuando nunca quise hacerlo y lo hice y lo logré por ellos, intenté ir a la universidad y lo hice pero solo las cuatro primeras semanas, luego me replantee mi existencia y aunque no encontré las respuestas opté por el camino de solo arriesgarme y encontrar la respuesta por mi propios medios.
Tal vez mi madre ahora que tiene menos gastos se de cuenta de la vida que ha dejado perder o mi padre quien buscaba día a día una universidad con una maravillosa beca a dónde pudiera ingresar, pero lamentablemente no soy el hijo que esperan, no soy el hijo que va a lograr el sueño que ellos dejaron atrás, porque es mi sueño el que debo cumplir.
Y no me juzguen, estudiar e ir a la universidad es bueno y necesario pero, nadie debería obligarte, en el fondo para qué tantos años estudiando una carrera si eso no es lo que quieres, entonces cuando te gradúas y con suerte logres encontrar un trabajo relacionado con lo que estudiaste, vas a vivir todo el día simplemente por el dinero, sin satisfacción por lo que estás haciendo, comparandote siempre con otros y encerrarte cada día más en la prisión de tu mente.
NO tiene sentido cumplir los sueños de alguien más, es tu vida y la vida es individual. Yo quería hacerlo por gratitud, cómo agradecimiento por todo lo que han hecho, pero a veces hay que parar y pensar en lo que estás haciendo, así que solo recogí un poco de ropa y me llevé la mochila a mi hombro, tomé el primer bus en la mañana y abracé por última vez a mis padres, quienes con mucha tristeza me gritaban mal agradecido.
Y está bien, todo siempre dependerá del punto de vista en que lo veas.
Hoy vivo aquí, en un apartamento que parece el cuadro de una habitación, pero está bien, porque solo soy yo, el sueldo que gano no es mucho, y no es vida estar trabajando todo el día de pie en una cocina, pero es mi elección, mientras ahorro para lo que sea que venga o para cuando me anime a hacer algo, algo que no creo que suceda porque parezco estar en pausa en un mundo que no se detiene.
—¡Ey! Eso es trampa John, no se vale —exclama Mae, casi peleando por una partida de cartas.
—No sabes jugar -le digo parándome del sofá y tirando mis cartas al centro de la pequeña mesa enfrente—, admitelo de una vez.
He venido a casa de Mae luego del trabajo, traje algunas bebidas y a Greta, quien vino todo el camino mordiéndose la lengua para no gritar maldiciones y decirme lo idiota que soy más de diez veces.
Luego de todo es costumbre venir a casa de Mae, y está bien, me ayuda a no morir solo en casa, lo que no es lo usual es traer a Greta, casi siempre viene con Mae pero Mae ha tenido que salir temprano del trabajo y miramos aquí, escuchando a Mae y a Greta casi explotar de rabia por un juego de cartas.
—¡Eres un tramposo! —grita Greta, solo le falta que salga lava disparada de sus ojos mientras me mira.
—Ya, relájense un poco —digo como si nada, mientras pongo algo de música en la televisión.
Le doy un sorbo a mi cerveza y vuelvo a sentarme en el sofá.
—¿Cómo es que puedes estar siempre tan tranquilo? —ya lo presentía, Greta no suele guardar la mierda en su cabeza, tiene que sacarla toda en cualquier momento—, le haces mucho daño a gente que te quiere, no sabes lo mucho que duele que la gente solo se vaya de tu vida y regrese como si nada, no puedes ni siquiera llamarte hombre, no sabes tener responsabilidades pero sí, muy bueno cuando necesitas de alguien, porque sabes que la gente que te quiere allí siempre va a estar.
Greta está claramente furiosa, se bebe todo el líquido de la botella en un segundo para luego mirarme asqueada, duele que me diga que no soy responsable, cuando lo soy, pero sé que está molesta porque no habla de mí y lo que hago diariamente, habla de su amiga y mi falta de responsabilidad con ella, habla de lo que le cuenta Eva enojada todas las noches, y no puedo juzgar a Greta porque solo me conoce como el cabrón que le gusta joderle la vida a Eva.
Y sí, lo he intentado muchas veces, que Greta conozca otra parte de mi, como suelo ser con los demás, pero no vale de nada, el tiempo hace que te rindas y que todo te de igual, que te de igual lo que piensan las personas sobre ti. Solo estoy aquí porque aprecio a Mae, y Greta está aquí porque Mae es su buen amigo, justo ese amigo de a ratos que solo te usa, pero según ella está bien, porque es ella quien no le da una oportunidad.
Y felicito a Mae, luego de todo no sé quién es más hijo de puta. Mae por hacer creer a Greta que lo tiene en su poder cuando es él quien cambia más de chicas que de ropa interior o yo, que me he mostrado a Eva tal y como soy, conoce todas mis debilidades y destrezas y sabe muy bien que no me quedo porque no soy bueno para ella y en el fondo no siento amor pero siempre vuelvo, porque Eva es como una puta droga de la que no es fácil salir. Al final estoy convencido de que los dos somos unos imbéciles pero, nadie puede juzgarnos, porque nadie es lo suficientemente perfecto y porque ambos sabemos y estamos conscientes del daño que causamos y como al mismo tiempo estamos cansados de todo, lo que hace que todo termine dándonos igual.
Es como un círculo donde todos salimos afectados y es difícil pararlo.
—Hablas como si te hubiese hecho daño a ti, Greta —interviene Mae.
—No hace falta que lo haga —me mira Greta de manera desafiante -como siempre—, que si pudiera matarme con esa mirada, ya lo hubiera hecho—, ya que Eva no tiene el suficiente valor de decirle lo estúpido que es, siento que es lo menos que puedo hacer por ella como su amiga.
—Ruego por el día en que ustedes dos no se estén matando, ¿Quieren cigarros? —Mae es listo, siempre sabe como dejar que discutamos por un rato, pero la verdad estoy agotado.
—Para la próxima, debo ir a casa —le guiño un ojo, dejando más que obvio de que los dejo para su privacidad y Mae no empiece a intervenir con preguntas raras que no quiero contestar.
Me despido con un abrazo de Mae y salgo buscando mi pequeño auto, para luego ponerme en marcha a casa. Todo se siente tan estúpidamente vacío, como si nadaras en una piscina donde no se escucha el bullicio de la gente pero están allí sentados en las gradas, el entrenador también está detrás de ti esperando a que salgas pero nadie te está apresurando para que lo hagas, como si todo estuviera pausado y el único que está consciente eres tú, pero tampoco tienes ganas de hacer algo para cambiarlo, así que solo estoy dentro de esa piscina, nadando boca arriba, sin saber bien por qué lo hago, sin sentirme agitado o cansado, solo allí esperando cosas que probablemente no pasen nunca.
Llego a casa y abro la puerta, la sensación está, de querer que haya alguien que me reciba, de que el día esté de la mierda pero se sienta diferente al volver, me quito mi abrigo y me dejó caer en el sofá recién comprado de color crema, y me pierdo ahí delante del televisor que se mantiene apagado preguntándome qué debería hacer, a dónde debería ir.
De nuevo pienso en Eva, convenciéndome de que si me pongo de nuevo ese abrigo y camino a su casa, a lo mejor compre un anillo y sé que eso va a cambiar todo entre los dos pero ¿Y luego qué?
No puedo engañarme.
No es ella a quien quiero, es mi soledad a la que ya no resisto.