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Chapter 2 - El Despertar

Capítulo I

8.000 Años después de la guerra.

El cristal empezó a fracturarse, hasta finalmente romperse, cayendo sus fragmentos como una nube de polvo escarchado. El ahora Ascendido Héroe, que sería llamado por todos como «Rey Héroe» El gobernante de los cielos y la tierra… Despertó desorientado, nadie lo había despertado de su sueño. Los dragones que le acompañaron, debían alimentar su sueño por unos años hasta ser despertados y ser llevado a presentarse como el nuevo Rey. Pero no había nadie, a su alrededor sólo había polvo. Su estancia apenas alumbrada por algunos cristales.

El Héroe adoptó su forma de dragón y se dirigió a la puerta, empujándola para salir de allí. No pudo abrirla. La puerta era inmensamente pesada, cuando antes podía empujar sus puertas con una garra, ahora se le hacía un esfuerzo imposible. Se esforzó y siguió tirando hasta que al fin la puerta cedió un poco, abriéndose.

De la puerta tierra empezó a salir, el Héroe sólo pudo abrirla poco más de un metro. Se le hizo un poco más fácil, empezó a tirar más y siguió saliendo tierra de allí. No entendía que pasaba. Nadie lo vino a recoger, ahora había tierra en la entrada. Sólo podía significar una cosa: lo han enterrado vivo.

Un rugido retumbó por todo el lugar, haciendo temblar y tumbar montículos de oro. Con todas sus fuerzas un llamado fue emitido, el llamado de un Rey; con tal fuerza que no es sólo sonora, sino una vibración que resuena en el alma, debería de poder llamar a dragones a su auxilio.

No hubo respuesta.

Puede que la tierra sea un obstáculo, debería de estar enterrado una gran distancia… No, no podía engañarse. El Héroe lo sintió. No era cuestión de estar enterrado o no, sencillamente no había dragones que pudieran auxiliarlo, por lo menos no cerca, lo cual era preocupante. ¿Cómo podrían olvidar tan preciado lugar? ¿Cómo pudieron olvidarlo allí? ¡No tiene precedentes! ¿Qué ha ocurrido con su padre? Empezó a plantearse si alguien había planeado esta resolución, apartarlo de todo, puede que usurpasen el trono de su padre.

La pregunta que más le aterraba preguntarse, que más lo confundía y desorientaba, Cuánto tiempo lleva enterrado? Cuando estaba en su Crononización, no era capaz de percibir el tiempo. Lo único que podía hacer era alimentar sus fuerza, madurar su aliento y fortalecerse sin envejecer ni un minuto. Pudieron pasar miles de años y este sería incapaz de percibir cambio alguno.

Ya no podía perder tiempo pensando, debía tener en mente que nadie vendría a su auxilio; si sigue esperando se quedaría sin fuerzas para salir, eso sería una muerte todavía más patética.

Adoptó una forma más pequeña de dragón, fortaleciendo su robustez, unas alas con una forma que le permita apartar la tierra y unas garras necesarias para excavar. Empezó a cavar, siguiendo sin parar, ignorando el daño que esto le causara.

Pasaron horas. Se encontró con tierra y pedazos de concreto, y hasta mental en su camino. No pudo hallar pared alguna aunque buscase. Parece que todo menos el dormitorio de los dioses, había sido demolido y enterrado.

Cuando por fin salió el dragón, sus garras estaban dolidas y sangrantes, además de sus brazos agotados, algo totalmente inapropiado para el Rey recién ascendido. Hizo su último esfuerzo hasta salir por fin. Se encontró en pleno bosque, anteriormente era una tierra llana y ahora había hasta montañas cerca, desconcertándolo la visión del lugar. Era de noche, pero no perjudicaba su increíble visibilidad.

El dragón rugió y tomando una bocanada de aire, tomando un buen respiro. Parece que estaba como una montaña, era desorientador el cambio del lugar. Caminó por el bosque, hasta encontrar luz… La luz no era lo que esperaba, fue cegado y un grito de molestia fue producido, notándose su alarme.

Una inmensa ciudad se proyectaba de fondo, estaba tan iluminada que el cielo nocturno también brillaba, no era una luz natural y pura como la del sol… Eso era sencillamente contaminación. El disgusto en sus ojos fue demasiado, pero su vista se acostumbró poco después.

«¿Qué es eso? ¿Qué son esos gigantescos nidos? ¡Es un desperdicio de espacio! Allí sólo habría espacio para veinte dragones, pero si se acomodara mejor podrían caber cientos. Se centró mucho en la altura y su anchura no es nada. Se han vuelto tan tontos… ―pensó, pero se quedó reflexivo en cuanto su vista se agudizó―. ¿Humanos? ¿Por qué hay tantos? No es posible…»

El impacto no fue para menos, captó un sonido proveniente de sus espaldas. Pisadas, pisadas humanas, notorios por su innatural tono, como si rechinaran. La asquerosa costumbre de los humanos por llevar algo en los pies, no había cambiado en lo absoluto. Podía escuchar sus intentos de susurrar, identificarlos a la perfección pese a la distancia.

―Puede ser un oso… ―dijo una voz joven y temblorosa.

―¿Acaso escuchamos la misma cosa? ―reclamó una voz más gruesa y segura―. Quien sabe que será, lo que es seguro es que no sobrevivirá a un buen escopetazo de la vieja marta.

¿Escopetazo? ¿Vieja marta? ¿De qué demonios hablarán? Lo que si podía saber era que parecían seguirlo, iban detrás del Héroe. Dos insignificantes humanos intentando darle caza a un dragón, eso no se ve todos los días. Necesitarían decenas para tener oportunidad con un dragón normal, contra el Rey Héroe necesitarían miles y se quedarían cortos. No tienen oportunidad, pero no es motivo para dejarles oportunidad de darse cuenta de su error.

Se deslizó entre los árboles, correteando a una velocidad que o volvía un silbido en el viento. Llegando ante los humanos en un instante. Vestían ropas de colores chirriantes y totalmente inapropiados, no tiene sentido que se muevan para intentar enfrentarlo con camisas a cuadros de colores rojas y gorros tan extraños, cualquier podría notarlos. Ni siquiera se tomaron la molestia de camuflarse.

El Rey Héroe recibió a la pareja con sus alas levantadas y sus garras listas para atacar. Al erguir su espalda, su altura se volvía a la par de un árbol. Su magnificencia no era sólo por sus cuernos o sus escamas, tampoco su color dorado. Era su característica escarcha dorada, que brotaba de sus poros e iluminaba su cuerpo, reflejándose en sus doradas escamas que lo hacían apreciable en todo el lugar. Su belleza sin igual sólo podía equipararse a su imponente forma.

El joven trastabilló y cayó al suelo por una piedra en el camino. Tenía una especie de palo de manera con pedazos de metal, una herramienta totalmente extraña. Mientras que el hombre mayor, con una poblada barba, y un gorro ridículo que le cubría la cabeza y orejas, levantó una herramienta igual a la del joven. El viejo hombre parecía temblar y contener la respiración.

―No te muevas, sabandija ―dijo el hombre apuntando con su extraño palo.

―¿A quién llamas sabandija? ―Parece que causó un susto en los humanos la poderosa voz del dragón, pero no se había quedado allí. Un sonido estridente producto de la herramienta, llegó a oídos del dragón, aturdiéndolo―. Pedazo de…

El Rey Héroe retrocedió unos pasos, mientras gruñían molesto. Sus pupilas afiladas se dilataron y observaron a los humanos, con una ira incalculable calada en su mirada. El hombre y el joven empezaron a correr despavoridos.

No iba a dejar que esos humanos se salieran con la suya, su días habían sido contados cuando se atrevieron a herirle. Su maldita herramienta había perforado sus escamas y consiguió hacerle un corte en su mejilla. Algo como eso era inaceptable.

Se arrojó sobre los humanos, en un instante despedazó las piernas del viejo con sus garras, sin dejarle tiempo a usar la asquerosa arma con la que intentó apuntarle. El joven por el susto cayó al suelo.

―¡Padre! ―gritó el humano―. No… Por favor, perdona…

Sus suplicas no iban a servir de nada, estaban condenados a morir por su insolencia. Aplastó de un pisotón la cabeza del humano y su pecho, sonando sus huesos destrozados y la sangre que chapoteó fuera del cuerpo.

―Como se atreven… Como se atreven… ―dijo el dragón, mirando con repudio a los que deberían ser esclavos a sus órdenes. Si se hubiesen inclinado y suplicarle misericordia al verle, se hubiese planteado dejarlos vivir un poco más.

Es imperdonable la osadía que presentan ahora. En su rabia el dragón empezó a exhalar un aliento caliente y pesado. Empezó a dar pisotones y gruñidos. Ahora los humanos muertos, no sabía qué camino tomar. ¿Debería ir donde la luces y nidos de humanos? Quizás allí lo respeten, seguro que sabrán identificar su autoridad. Todavía no sabía explicar cómo les dejaron seguir viviendo. Los humanos debieron ser eliminados luego de su traición, aun así les dejaron seguir sus vidas. Parece que se han vuelto más molestos con los años.

Ya cansado de tantas vueltas, se dirigió hacia donde había visto los nidos humanos. Fue gruñendo y andando a cuatro patas. Fue adoptando una mejor forma, una más delgada y ágil, para moverse con más libertad entre los árboles.

―¡Pero qué coño! ―dijo una voz muy humana, tenía el mismo acento que la de los que se encontró antes. Era muy fácil percibir ese cambio en el lenguaje. Nunca había hablado directamente con humanos, de eso se encargaban otros; el acento que hacen los humanos es demasiado fuerte y molesto, muy diferente al de los dragones que todos tienen son cambios sutiles.

El Héroe no pudo evitar la sorpresa, que la voz se localizaba a sus espaldas. Rugió y levantó sus alas amenazantes, volviéndose a mirar al intruso… De repente se sintió aliviado.

―¡Qué haces! ―reclamó el joven de pelo azul y negro, que vestía una decorada ropa de cuero negro―. Deja esa forma, nos joderemos si alguien se da cuenta.

―¿Cómo dices? ―el dragón se enfureció.

¿Cómo se atrevía a darle órdenes? ¡A su nuevo Rey! No tiene ni gramo de decencia. Su aliento ni siquiera era tan poderoso, puede que algo por encima del promedio entre los dragones, pero jamás podría ser su igual. Se irguió y de una exhalación le mostró la diferencia de poder, su feroz aliento dorado brilló en la penumbra.

―Ya, muy bonito y todo… ¡Pero para ya de resaltar tanto! ―dijo el joven.

Unas voces se escucharon a quizás unos doscientos metros, parece que hablaron de la luz que emitió por el aliento de antes.

―¡Apúrate y vuelve a la normalidad! ―El Héroe se encontraba desconcertado, no entendía que era eso de la normalidad que le exigieron―. Maldita sea, sólo vuélvete humano de una vez. Debemos irnos de aquí. Ya.

―No me das órdenes, niño ―dijo con una orgullosa firmeza, burlándose del intento de exigirle algo al Rey, se nota que es estúpido.

―No entiendo cómo me llamaste hasta aquí, pero sino vienes ahora… ―Podían escuchar pasos cada vez más cerca―. Sabes que, has lo que quieras.

El joven de pelo azul echó a correr, impulsado por la fuerza de su aliento. Dejó escarcha azul en su recorrido, por su fuerte respiración; abarcando kilómetros de distancia en poco tiempo.

El Héroe fue en son de él, todavía en su forma de dragón. Al principio golpeó muchos árboles por la veloz marcha, pero no tardo en acostumbrarse y moverse produciendo el mínimo de escándalo. Aunque sea ya no sacudía los árboles. No tenía ni idea de a donde lo llevaba, pero no parecía tener muchas opciones.