"Dos ejércitos se veían a lo lejos, uno era una mancha a comparación del otro, pero a pesar de ello no se veía ni una gota de temor o duda en ellos, solo una mirada que demostraba su devoción a la justicia y al imperio, tenían la convicción de que no caerían ese día" Crónicas del capitán Horus.
Comenzaba a amanecer, cuando Constantine decidió resurgir de su escondite al interior del laboratorio, riéndose a carcajadas diciendo con un tono burlón y lleno de sarcasmo haciendo la misma pregunta:
-Es acaso el mayor reto que el Gran Imperio me va a dar, esa insignificante cantidad de soldados no logrará divertirme lo suficiente.
-¿Estás seguro?, parecerán pocos, pero son más que suficientes para hacerte desaparecer.-Le decía Ares en un tono retador.
-Seguramente esa sea la realidad dentro de tu mente, pero siendo realistas no son mas que un monton de hormigas al lado de un titan, además no creo que sean lo suficientemente buenos para entretenerme, todos ustedes no son nada más que una piedra en mi zapato y lamento deciros que vuestro juego está a punto de acabar.-Dijo antes de reventar a carcajadas e ingresar de nuevo al edificio.
-No voy dejar que ese estúpido se salga con la suya, se va a arrepentir.- Decía Ares con ira.
-Ares, basta, el que te enojes no nos ayuda en nada, más bien, ve a tu posición.-Le ordenó Izanami.
-Hermanita,sabes que yo estoy a cargo aquí, así que no me des órdenes, ¿puedes?.-Dijo Ares mientras se retiraba a su posición, en pocos segundos una cantidad que parecía interminable de hombres salía del edificio, mientras escuchaban a Constantine decir:
-¿Lo ven?, ¿Lo entienden?, ustedes no son nada, no son más que insectos insignificantes que me estorban.
-Te vas a arrepentir de haber hablado de ese modo-Decía Ares mientras desenfundaba su espada y la levantaba como señal a sus tropas para atacar, se escuchó un grito ensordecedor que indicaba que aquella batalla había comenzado, se escuchaban explosiones y disparos por doquier, eran docenas de veces menos que las tropas de Constantine, pero su avanzada era inevitable, Ares y Artemisa por un lado e Izanami y Sorenne por el otro, iban dejando un rastro de cadáveres a su paso y por un segundo una luz de esperanza se había encendido en aquel ejército, mientras que Constantine le susurraba algo a Azazael, quien en un instante desapareció en las puertas del laboratorio y casi de inmediato una cantidad enorme de soldados aparecían en el campo de batalla.
-¿De donde estan saliendo tantos?-Decía Sorenne mientras seguía eliminando soldados.
-Concéntrate Sorenne, que tenemos mucho trabajo que hacer.-Le ordenó Artemisa sin retirar la vista de su objetivo y dirigiendose a Horus mediante su comunicador le dijo-Horus, necesitamos a la caballería.
-¿Señorita Artemisa está usted segura de que es necesario recurrir a eso?.
-Subestimamos a Constantine, no teníamos idea de que tantos hombres tenía y estamos siendo insuficientes para retenerlos, considero que no me faltan razones para dar la orden, ¿o si?.-Hablaba Artemisa ya exasperada
-Sus deseos son órdenes.-Se limitó a responder
En un instante un grupo de soldados con una armadura negra como la noche, arremetió contra uno de los flancos en donde cientos cayeron, sin darles oportunidad de responder a tal embestida, Constantine quien observaba la batalla desde el interior del laboratorio, quedó sorprendido por las grandes capacidades que tenian aquellos soldados y se puso a pensar como contrarrestalos, ya que si continuaban atacando con tanta eficacia su ejército acabaría hecho pedazos, una idea apreció en su cabeza y ordenó de inmediato que se reodenaran las tropas, cuando esto sucedió, la superioridad táctica de la que gozaba la pequeña fuerza defensora se desvaneció siendo abrumada por la inmensa superioridad númerica de su enemigo, pero para desgracia de Constantine, Dracónidas y Aurora, lo habian visto todo desde los cielos en completo silencio, finalmente la Emperatriz decidió hacer entrar en razón al Emperador después de ver como Sorenne, la mejor amiga de su hija, era gravemente herida e Izanami intentaba protegerla mientras intentaba regresar a un punto donde fuera seguro.
-Dracónidas debemos intervenir, están siendo masacrados allá abajo, ¿Acaso no amas a tus hijos?,¿Es que estás esperando que tus hijos sean asesinados por ese tal Constantine?, Sorenne ya fue lastimada y vas a esperar más, vamos di algo.
Dracónidas no fue capaz de contestarle a su esposa, pero quedó muy preocupado por sus hijos y por todos los demás involucrados en aquel enfrentamiento, finalmente El Emperador decidió que ya era tiempo de retirarse, pero no precisamente para descansar o planear algo, Aurora tenía la sospecha de que su esposo no se quedaría viendo sin hacer nada, al final sus palabras habían sido las que le darían el empujón para actuar.
En cuanto llegaron al palacio Dracónidas ordenó:
-Lucy, prepara mi equipamento y a la Guardia Imperial tienes 5 minutos.
-¿Qué planeas hacer?
-Voy enmendar mi error, no quiero que intervengas, aunque confío plenamente en todas tus capacidades y habilidades, no voy a permitir que te pongan un dedo encima.
-Dejame ir, ellos también son mis hijos y no me quedaré observando sin hacer nada, Lucy perepa...-Aurora fue interrumpida por Dracónidas, que trataba de hacerla entrar en razón diciendo:
-No vas a ir, no quiero que te lastimen, por favor entiende, viste como quedo Sorenne, lastimada, no quiero que dejen de tal manera.
-Está bien, pero aunque no iré, estaré lista para brindar cualquier apoyo que sea necesario.
-Volveré-Dijo Dracónidas antes de besar a su esposa y retirarse del palacio.
El ejército de Constantine avanzaba destruyendo cada vez más rápido a los pocos soldados que representaban al imperio, que a pesar d que habían acabado con miles, los planes que habían hecho no habían funcionado, ya que Constantine había logrado detener y revertir el avance que habían logrado, de los 1500 hombres y mujeres que habían participado al principio del enfrentamiento, apenas quedaban 220 y la unidad de Berserkers, quienes a duras penas lograban defender su posición, pero casi sin percatarse llegó uno de los soldados de su padre dando la orden de retirarse de inmediato, en cuanto Constantine vió esto dijo:
-La victoria es mía, lo ven, su imperio de juguete no es nada- Decía mientras se jactaba de haber ganado sin percatarse de la nueva amenaza que se le presentaba
¿Estás seguro?- Dijo una voz a las espaldas de Constantine que el solo escucharla causaba terror.
¿Ah si?¿Con que autoridad vienes a decirme que dude de mi innegable victoria?- Respondió Constantine antes de darse la vuelta y ver a aquel hombre que lo había cuestionado, en cuanto lo vió, supo que aquel hombre le daría la batalla que esperaba tener, pero en cuanto lo identificó se le helo la sangre, aquel soldado de armadura resplandeciente no era más que Dracónidas, cuya mirada estaba fija en Constantine, demostrando un odio absoluto a quien se la dirigía, Azazael susurró algo al oído de su señor y se retiró afanado, sin dejar de sentir un auténtico terror debido a la presencia del emperador.
-Al fin ha aparecido aquel hombre que he estado esperando, perdone mi intromisión, ¡Oh gran emperador! espero que usted si logre entretenerme, no como el montón de debiluchos a los que acabo de destruir.-Decía mientras intentaba ocultar con sarcasmo e irreverencia el miedo que tenía hacia el Emperador.
-Ya basta de estupideces, ya has causado suficiente destrucción y me las vas a pagar muy caro, además, aquellos debiluchos acabaron con miles de los tuyos y te jactas de haber gando contra novatos sin siquiera un gran ejército, ahora se repetirá la historia, ya que en unos instantes todo lo que queda de tu ejército será aniquilado.-Decia Dracónidas con el mismo odio que su mirada demostraba.
-Sigue siendo una victoria innegable, poco me interesa cuantos hayan sido o si eran novatos, sigue siendo una innegable aunque decepcionante victoria, por favor atáqueme con todo lo que tenga gran emperador.-Decía de manera burlona intentando disimular el terror que sentía en ese momento.
-Ha sido suficiente, tal vez hubiera sido mejor si te hubieras rendido a tiempo, me hubiese gustado que esto acabara de manera diferente, se que estás temblando de miedo y créeme, vas a desear no haber sido creadoinfeliz.
-Eso ya lo veremos emperador.- Decía mientras hacía señas a Azazael para que dira la orden de atacar y una nueva batalla comenzaba.
Constantine se abalanzó sobre el Emperador a quien creyó poder derrotar con excesiva facilidad, pero se equivocaba, ya que el Emperador de un solo movimiento tan rápido y violento que le fue imposible esquivarlo o bloquearlo, un instante después, se encontraba en el suelo, con un largo y profundo corte que atravezaba parte de su pecho hasta su brazo derecho, que a duras penas se mantenía pegado a su cuerpo, casi de inmediato cayó de rodillas y dijo mientras golpeaba el suelo con rabia:
-No, esto no puede estar pasando.
-¿Ahora lo entiendes?¿De verdad creíste que alguien como tú era rival para mí?¿Que pasó con aquella victoria de la que te jactabas?, Tu ego te cegó, no tienes siquiera el valor de mirarme a la cara sin que te tiemblen las piernas, acepta tu derrota de una maldita vez.
-No, no me vas a ganar, no después de que llegué tan lejos-Dijo decidido a acabar con la batalla, atacó al Emperador sin vacilar, sin importarle que tan herido estuviera, o las consecuencias que esto pudiera causar, pero aún así, fue incapaz de siquiera rozarlo además de haber perdido su brazo en el proceso, a pesar de que estaba dándolo todo. Dracónidas empezó a sentir lástima por Constantine, ya que su esfuerzo estaba siendo en vano, ya que el estaba muy por encima del nivel de aquel guerrero aguerrido que lo atacaba con tanta desesperación, Dracónidas decidió acabar su sufrimiento lo más rápido posible, súbitamente Constantine se desplomó en el suelo al borde de la muerte ya que estaba agotado y había perdido demasiada sangre, El Emperador al ver la escena, se acercó con el objetivo de darle a alguien que escuchara su último deseo, Constantine con su último aliento dijo:
-Aunque me derrotes, mi marca prevalecerá en la historia como aquel.....que asesinó al Emperador-Dijo esbozando un sonrisa de satisfacción, en ese momento Dracónidas vió en sus manos una granada de plasma y en ese instante escuchó que Izanami lo llamaba, a quien solo le pudo decir:
-!ALÉJATE¡
-!PAPÁ¡
De inmediato la explosión hizo que Izanami volara por los aires, se golpara fuertemente la cabeza y cayera inconsciente a una distancia considerable de la explosión, para el momento en que Izanami despertó, miró a su alrededor y vió a su padre en el suelo, intentó levantarse pero sus piernas no se lo permitieron y se desplomó nuevamente en el piso, se acercó a su padre arrastrándose lentamente mientras lo llamaba, pero este no respondía, no daba signo alguno de vida, entre tanto, Ares se encontraba ocupándose de los prisioneros cuando escuchó la explosion y de inmediato fue a ver que había sucedido sin esperarse ver que su padre yacía muerto en el piso, de inmediato quiso acercarse a la escena, ya que no creía lo que estaba viendo, pero sus ojos no mentían, su padre había muerto.