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Chapter 16 - CAPÍTULO 14: ALGUIEN DIFÍCIL DE MOLESTAR

La desesperación y el dolor, emociones relativas y difíciles de ver en las personas. Sin saber el crecimiento de desastres o la propia venganza que alguien podría tener, ¿Acaso es tan importante tener cuidado con lo que dices o haces?

No ofendas, no engañes y ten cuidado.

No. Debería ser, elige a quien ofender, a quien engañar y con quien tener cuidado.

¿No es así? Alison del Aguila.

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Era un sábado después de la fiesta. Alison Del Águila se encontraba en la oficina de su casa, observando las noticias del accidente desde su computadora mientras el zumbido constante de las llamadas de su padre y fundador del colegio, llenaba la habitación.

— Ya deja de llamarme — siseo exhausta — tengo peores problemas.

Con un fuerte dolor de cabeza, repasó en su mente las cartas de renuncia de profesores, las quejas de los padres exigiendo una mejor seguridad y las demandas financieras del equipo de seguridad.

A pesar de sus intentos de ocultar todo, sabía que esa persona estaba destruyendo el colegio.

SU COLEGIO.

Encerrada en sus propios pensamientos, se asustó cuando la puerta de su oficina se abrió de golpe.

Un hombre medianamente calvo, vestido con elegancia, y con un aura imponente, atravesó la habitación bajo la sorpresa de la mujer. Era Alejandro Del Aguila, el fundador del colegio y padre de Alison, quien lanzó un documento a la mesa.

— ¿Ya viste lo que planeo? — susurró la mujer, viendo de reojo hacia la arrugas de su padre.

Revisando sus facciones propias de la vejez y la monotonía de un par de ojos cansados.

— Antonia … ¿Ella firmará? — preguntó de pronto.

— Escucha. No hay un solo registro de ese criminal, solo las cámaras de seguridad del día que destruyó el salón de profesores y el testimonio de un oficial — dijo Alison, con tanta firmeza en su voz como su ceño fruncido — pero mis abogados saben que Antonia ha estado interfiriendo con la clausura de los padres de familia.

— Oh, entiendo. Vas a culparla.

Alison asintió. Fácilmente, como aquella sonrisa que dio.

Sin embargo, desde la habitación de Aidan, el chico dejó de ver su celular. Hacia esa aplicación espía para escuchar a distancia.

« Enserio mamá, ¿porque es tan importante ese estupido colegio?» pensó Aidan mientras un tono rojo creciente se pintaba en sus mejillas y ocultaba su gruñido con asco. ¿Querían culpar a la superiora solo por un criminal?

No, tal vez existía algo más. Los rumores sobre la enemistad de la congregación y la directora eran ciertos. Después de todo, Aidan los empezó con la única intención de molestar a su madre. Estaba harto de que su madre prefería estar en el colegio; lo odiaba.

— Siempre ataca a la escuela o a los alumnos, es una gran base — escuchó de su abuelo.

« ¿Que? "atacar"» pensó de pronto Aidan, esbozando una maquiavélica sonrisa en el proceso.

°°°

Conoce con quién estás tratando y conoce a quien has escogido como rival … Porque, después de todo. No todos van a reaccionar igual a tus estrategias.

°°°

Era pleno día, en el interior de un restaurante chino. Cuatro personas sentadas alrededor de una mesa, con una bolsa de dinero en el centro. Se trataba de una apuesta común de póker, dos contra dos, por un total de cuatro mil dólares.

La pareja se veían ambiciosos, sentían que ganarían frente a aquella adolescente de ojos verdes, que en todo momento tuvo una expresión estoica. Concentrada en sus movimientos y girando suavemente aquel anillo de plata pulido en su anular que la ayudaba. 

Pensativa, sobre el juego y controlando las reacciones de su rostro. Era un juego especial para ella, uno para poder gestionar sus emociones que la habían atacado rápido en poco tiempo.

En algún momento, dejó sobre la mesa cinco cartas consecutivas, con dos de ellas siendo diamantes.

— Ganamos — anunció Kayle, levantándose de la mesa — deberían pasar más tiempo practicando, y menos, tocándose bajo la mesa. Adiós — agregó antes de irse casi trotando.

— Adiós — añadió Lleo al tomar la bolsa y seguirla.

Con sus contrincantes anonadados, la pareja vencedora corrió hacia un paradero de autobuses. En algún momento sus respiraciones se volvieron pesadas, volteando hacia atrás con la esperanza que no se dieran cuenta de la trampa ejecutada.

Cuando el autobús se acercaba, Leo tenía todo el dinero guardado, terminado por ver el anillo de su amiga.

— ¿En qué momento hiciste trampa? — preguntó curioso. 

— no sé jugar veintiuno — susurro ella, en un berrinche.

— Era poker — soltó él — por cierto, ¿cómo te va en el colegio?

— ¿Preguntas por ellos? Están ocupados pensando en el fantasma, es una buena cortina de humo.

— Solo me preocupa que alguien sepa que es lo que haces ahi

— nadie tiene que enterarse — respondió ella con una sonrisa antes de subir al autobús.

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Al día siguiente, los ventanales de la cafetería amanecieron con miles de caras amarillas pintarrajeadas. Una burla que los adolescentes aprovechaban para tomarse fotos, mientras los conserjes se encargaban de la limpieza.

— De nuevo — jadeo Jack al acomodarse en la silla de la cafetería frente a sus amigos viendo al personal de limpieza encargarse de esas manchas — pero ¿por qué jode tanto al colegio?

El chico volteó a Corni, que estaba en una conversación con Ana.

— oye, corni te estoy hablando — dijo él, pero ella no respondió.

— Dejame — contestó ella y regresó a su amiga — ¿enserio tu médico te dio una semana con las vendas?

— Tranquila, estoy bien — dijo ella, con una suave sonrisa — ¿hoy todos vienen a la tutoría en mi casa?

— Si — dijeron los chicos de la mesa al unísono.

Corni se quedó callada, escuchando como la conversación cambiaba a un tema superficial. Intento volver a ellos, pero no podía. Se sentía incómoda, culpable por convertir a Anna en una víctima.

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Mientras tanto, Nicolás ojeaba algunos documentos, anhelando dirigirse a un bar después del agotador día, aunque, primero debía lidiar con lo que sucedía con sus siete estudiantes. Le costó incluso respirar cuando escuchó el relato de Kayle. Quizás fueron los detalles grotescos y absurdos que lanzó, o tal vez su actitud arrogante al llegar y sentarse en su sofá favorito bajo la simple excusa de almorzar juntos.

— Entonces, ¿qué opinas? ¿Avisamos a la policía? — preguntó Kayle, guardando su pequeño libro y volviéndose hacia él con aquellos ojos inocentes que ocultaban más de lo que podría explicar — Nicolas, eres el único adulto que conoce esto.

Él siseó mientras se rascaba la melena y se recostaba en su asiento. Era incómodo verla así, con esa expresión que rara vez mostraba.

Después de negarse, hubo una pausa prolongada. La joven inclinó la cabeza, dudando de su respuesta.

— Si llaman a la policía, los noticieros se pondrán sobre ustedes.

— Cierto, algunos noticieros tienen contacto con la policía — susurró ella girando sus ojos y suspirando en el proceso, hasta que se alarmó — si los noticieros se dan cuenta, entonces será un escándalo en la escuela ¿Los padres de los demás también se verían involucrados?

Kayle analizó en silencio esas palabras, hasta que Nicolás tomó aire. 

— ¿Por qué un criminal tienta contra siete estudiantes? ¿porque entre ellos siete, cuatro son de familias estúpidamente adineradas? — preguntó Nicolás al aire, al mismo tiempo que sonaba la primera campana y veía los grandes ojos dilatados de su alumna — ¿que ocultan esas familias?

Kayle suspiró y se levantó, acomodando su falda antes de irse.

— ¿Qué harás? — preguntó Nicolas.

— ¿sobre que? — preguntó ella de inmediato, volviendo a su expresión inocente y una pequeña risa — nos vemos Nicolas.

— bye.

Fue lo último que dijo con su linda sonrisa al cerrar la puerta. Una vez que dio un paso más, sus ojos se encontraron con los de Aidan. Ambos sorprendidos por el encuentro, cambiando su expresión por seriedad o tal vez, de un juicio profundo entre dos enemigos.

— "psycho" — susurró primero Aidan — ¿comías con Nicolas? eso solo ayuda con tu rumor, ¿lo sabes?

— y desde cuándo me importa lo que otros piensen de mi.

— Debería — respondió pasando por su lado, hacia la oficina del consejero — aquí solo eres una pobre becada que no puede hacer nada sin un benefactor. 

— Si — interrumpe ella, volteando, con una espléndida sonrisa descarada — pero por lo menos tengo el primer puesto. Segundo.

Kayle guiño su ojo y sacó su lengua, alejándose del chico de rulos que sorprendido, refunfuño por el enojo para luego seguir su camino.

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Engañamos con destreza, anhelando evitar ser engañados con facilidad. Es una fina línea entre una venganza que crece con el paso de los años y los principios éticos que pregonamos desde niños. ¿Deseas abrazar la oscuridad del lobo o la pureza de la oveja moral?

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— Kayle, ¿qué opinas de Aidan?

Kayle: ¡Me agrada! Ya quiero ver su cara cuando yo tenga el primer puesto … de nuevo.

— Descarada.