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Chapter 7 - Nace fuerte

Durante el año 370 del ciclo estelar desde la aparición del sistema de corrección, una era de paz por un frente unido, hasta el momento y con menor cantidad de manifestación de los desastres, el gran mago, investigador del maná como concepto y su relación con los cuerpos vivientes, también el descubridor del praná, esencia del alma y lo que mantenía a un ser vivo consciente en su propia existencia, Blaze. Durante el ocaso de su vida, migro al monte Palm, rodeado de frondosos bosques para completar su vida y entrar al ciclo de transmigración del alma.

Una vida que había iluminado al mundo entero con sus conocimientos, pero toda maravilla es de diverso valor según el ojo que la aprecia, y es por eso, que conocimiento que se enfocaba directamente en la esencia de la vida era tan peligrosa, dado que de esta se origino magia tan peligrosa como la transferencia de talentos, nacida desde la remota región de los monjes en las montañas del este, o los sacrificios como consecuencia de un intercambio equivalente para revitalizar un cuerpo a cambio de una vida en el oeste.

Año 400, 30 años después de la desaparición de Blaze, emergió un árbol que iluminaba la cima del monte Palm, siendo este llamado el camino entre la tierra y el cielo.

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En una aldea remota cerca de la ciudad fortaleza de Cyr en la isla de Zoth, era un conjunto de montañas rocosas rodeando un bosque, en una de sus esquinas una imponente montaña donde habitaba un dragón que decía haber visto nacer a los humanos y ser testigo de su desarrollo.

Sucesos muy marcados a través de los milenios que se desarrollaron como especie, pero para que un dragón atestiguara tales acontecimientos, que tanto tiempo vivió y de donde vino, esa eran preguntas que se negaba a responder.

Aquella extensión que había sido arrojada desde más allá de las estrellas, con un solo objetivo había llegado hasta la guarida del dragón para que sea cuidado y algún día cumpla la tarea que se le encomendó.

Un ser sabio que percibió la fuerza divina en un ser que nació a imagen de los mortales, pero con suficiente poder de subyugar el mundo entero requería una guía correcta y es por eso que se les encomendó esta tarea a los hijos nacidos a partir de la resonancia de Pyros y Lyth, seres majestuosos, encarnaciones del poder mismo, pero pocos a la vez, ahora criando una pequeña vida que sería la manifestación de la voluntad divina.

Melph, fue el nombre conferido a este niño que vivía entre criaturas del bosque, alejado de los humanos.

La tribu de los elfos, como especie eran los más avanzados, caminaron hacia el progreso con la mimetización de la naturaleza, incrustar circuitos mágicos a todo lo que fabricaban, pero a pesar de tener una cultura que se enfocaba en la belleza y arte, a pesar de todo, inscribían canales para infundirlo de poder mágico.

El bosque era uno y ellos parte del mismo entorno, siempre en guardia, guerras previas habían convertido las relaciones sociales entre especies en algo delicado, las cruzadas que efectuaron los humanos indiscriminadamente contra cualquier otra raza que no se someta ante ellos terminaba en sangre, muerte y destrucción.

Tuvieron que pasar varios siglos de persecución infundada para que los dragones despertaran, y solo entonces, los humanos se enfrentaron al verdadero poder, aprendieron que no siempre los números funcionan ante un enemigo absoluto.

Ahora, diversos clanes viven aislados y solo con relaciones comerciales, más allá de ese punto evitan a los humanos, aunque nacen facciones que buscan coexistencia esta no deja de ser solo una utopía de los que no vivieron las reclusiones de la soberbia.

Las diversas alianzas de los grupos minoritarios se dieron, no como una opción al desarrollo, sino para protegerse entre ellos en caso de una nueva persecución, sus números estaban bajos pero su avance tecnológico era alto.

Los dragones tomaron territorios y construyeron nidos en cada rincón del mundo, de esta forma vigilarían a cada mortal para evitar una nueva guerra sin sentido, o al menos eso era antes de que comenzaran a aparecer diversas razas que no hablaban el idioma de la luz.

En una pequeña tribu de elfos que adoraban al dragón como su guardián se encargaban de brindar conocimientos que requeriría en el mundo exterior, esto empezó una vez cumplió 5 años, entrenando magia y arco con los elfos de la ensenada norte, al igual que a controlar su emergente fuerza divina con el dragón.

En el transcurso de 10 años, se mostraban las falencias de un excepcional guerrero, hábil en la magia y el arco, pero torpe en el uso de una espada, además de la clara inexperiencia en el arte del combate su mente falta de cultivo era la de un ignorante, sin conocimiento este no lograría comprender el abismo de la magia, lo que significaba condenar y perecer ante una batalla.

Entrenado arduamente, en el arte secreto de los arqueros mágicos como un medio de defenderse en este salvaje mundo.

Pero la magia, un concepto abstracto que varia entre cada individuo, nace de la mente y la voluntad del corazón, donde los sueños se vuelven reales, ese era el concepto de los elfos, para ellos la magia era sagrada, mística y problemática a pesar de que la misma los mantenía vivos durante siglos.

-De pie, Melph, aun debes practicar más. Alzando la voz se encontraba un elfo de alto porte e imponente aura, con sus barbas que denotaban ya su avanzada edad, pero esto no restaba sus rasgos finos, solo acentuaban sus cabellos de plata.

Pequeños golpes de fino mana refinada como flechas golpeaban el cuerpo de un joven de apariencia humana, una y otra vez sin cese el fuego, todas estas flechas provenían desde la misma fuente, del malvado instructor elfo, aunque la maldad solo es subjetiva, todo depende de los principios morales bajo el fundamento que se juzgue, pero para un pequeño niño es obvio que este era un entrenamiento infernal.

Golpe tras golpe, todos acertaban, solo mostrándose como destellos de luz que impactaban contra su cuerpo, dejando un silbido a su paso.

-Vamos muchacho, siente el flujo, solo así podrás controlar el maná que expulsas. Comentaba Raft, el instructor, mientras elevaba su tono con arrogancia y una sonrisa, claramente disfrutando el tener un pupilo a quien atormentar después de tanto tiempo.

Entre jadeos que se mezclaban con los susurros del bosque, un joven se esforzaba arduamente en controlar el maná que le rodeaba, el sudor y sangre provenientes de pequeños rasguños se mezclaban y goteaban como una pequeña llovizna.

-Maestro, como se supone que entienda la magia sintiéndola. – Mostrando su claro descontento del método empleado en su contra protesta el pequeño Melph.

-Niño tonto, tengo que explicarlo otra vez, siéntate y escucha, el conocimiento es poder. – Molesto por las protestas de su pupilo toma asiento en el mismo lugar que se encontraba y con una mueca extiende su mano señalando que se siente mientras pone en descanso su arco en el suelo.

Ahora, ambos sentados frente a frente se da origen a la conversación donde se le conferirá el conocimiento de lo que sabe sobre la magia la raza más antigua de todas.

La magia, energía y percepción, eso es una simpleza o cabalidad del poder de sugestión, más que simplemente imaginación debes ser capaz de creerlo real, sentir la magia te permite interpretarla como realidad, es por eso que si te vez afectado por ella serás capaz de comprenderla y percibirla como parte de tu realidad.

Ahora, la energía en si misma es capaz de materializarse, pero esto tiene su costo equivalente, a mayor poder será igualmente su demanda, pero no puedes crear algo que no comprendas sus principios por el hecho de que, si solo imaginas su forma, será ineficiente, solo un espectro, poderoso en apariencia, pero tan fugaz como la llama de una vela bajo la lluvia.

Con esto dio fin a su explicación.

- ¿Tienes alguna pregunta, mocoso? -pregunta Raft mientras gira su rostro cansado y dirige una triste mirada hacia el cielo que le mostraba ya un atardecer.

Un corto silencio se interpuso entre ellos por unos segundos, solo dando lugar a que se escuchen las hojas de los arboles bailar a su alrededor.

-Si, ¿pero porque me lastimo si intento hacer magia?, por ejemplo, al lanzar fuego. – con una mirada intrigada pasa un rápido vistazo por los ojos de su maestro y vuelve a fijarse en sus manos con algunos pequeños raspones y quemaduras, observa detenidamente el pequeño Melph.

-Eso es fundamentalismo mocoso, te lo explicare para que lo entiendas, ¿recuerdas cuando tomaste el tazón con comida caliente?, una mirada llena de entusiasmo proveniente de Ralf se enfocaba en el muchacho, claramente disfrutaba enseñar, incluso más que combatir, demostrando la naturaleza de un erudito, propia de los elfos.

-Eh, si, así es, me termine quemando, pero cuando nana lo tomo, no le ocurrió nada. - Mostraba confusión en su rostro mientras inclinaba la cabeza hacia un costado.

-Eso es por el hecho de que ella controla muy bien la magia de fuego, algo raro entre los elfos, pero aun así la misma técnica se requiere para todas las magias, evitar que tu propio poder te dañe.

-Una duda más, maestro, ¿porque usted no usa más magia aparte de su arco? - pregunto intrigado el niño después de aprender lo sabio de su tutor, pero este no lo mostraba en práctica.

Las cigarras sonaban en los alrededores junto con la puesta del sol, momento en el que la aldea encendía las luces para ver en la oscuridad de la noche.

-Ya es tarde, debemos volver o tu nana se molestará, venga vamos andando. - Rápidamente se puso de pie y en esquiva a la pregunta se adelanto sin mostrar su rostro.

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A la mañana siguiente, era el día de practica mágica, así que entrenar con el dragón era parte del plan, adentrarse en las montañas y llegar hasta la cima era la prueba, usar solamente su arco como única arma y llegar con la menor cantidad de heridas, bajo este criterio cada séptimo día podría solicitar clases del dominio mágico ante el dragón de la montaña de oro y plata.

El uso adecuado de cada técnica que le fue conferida, cada gota de conocimiento, y el uso adecuado, eficiente, coherente de cada flecha para reducir al mínimo su consumo mágico debía lograrse, todo este trabajo se ponía en práctica, pero aun así no era suficiente para cumplir la tarea a cabal de las condiciones impuestas.

Pequeños rasguños que obtenía eran rápidamente curados, pero esto solo lo obligaba a volver al inicio para intentarlo la próxima vez, porque a pesar de su corta edad, él entendía su labor, comprendía que este mundo lo necesitaba y debía darse prisa.