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Chapter 5 - Capítulo 4

Año desconocido. Zarina, 18 años.

El tiempo ha transcurrido desde que habíamos dejado el templo de Elena, lo que había resultado ser nuestras madre, había sido una sorpresa para nosotras, y más clara la razón por la que el guardián Eleazar nos quería muertas, el día que cumplimos 16, él llego con intenciones de matarnos, pero habíamos escapado. El equilibrio era lo más importante para todos, el bien y el mal siempre han sido entes separados que nunca se unían, y mis hermanas y yo éramos un rastro viviente de algo que estaba prohibido, aunque eso no nos había detenido de seguir viviendo.

De las cuatro era la única dispuesta a hacer cualquier cosa para mantener la vida tranquila que llevábamos, Zipher odiaba la violencia, era toda amabilidad y paz, nunca consideraría matar a alguien ni en defensa propia, Zuri en cambio, iba y venía como el viento, siempre tranquila, no le importaba mucho lo que hacía, y criticaba siempre que era necesario, y por ultimo Zaira, con un espíritu audaz y brillante, hablaba demasiado, siempre sonreía y se inclinaba demasiado hacia las travesuras, estaba de acuerdo conmigo en hacer cualquier cosa que nos protegiera, con tal de que no hubiera sangre de por medio.

Y si hablábamos de mí, era un caso muy distinto, me mantenía tranquila pero podía estallar en ira en cualquier momento dependiendo de quién me provocara, no era amable, ni siquiera buena, sabía que cualquiera que siguiera las creencias del guardián Eleazar, intentarían hacernos daño, no me importaba tanto por mí, sino por mis hermanas, eran lo único bueno en mi vida, lo mejor de ella, las protegería con mi vida, si tenía que matar, lo haría, si debía mentir, mentiría; pero no podía retribuir ese tipo de comportamiento a todas las personas, no todos eran iguales pero eso no evitaba que fuera con precaución.

-Zarina, hay un pueblo cerca y me preguntaba si ¿podría ir? –me pregunto Zaira poniéndome cara de súplica, sabía que a ella le encantaba ir a los pueblos, más que todo por curiosidad, hacía poco nos habíamos mudado a un pequeño bosque tranquilo, lo único vivo que estaba alrededor eran los animales, pero a unos cuantos kilómetros había un pequeño pueblo, lo suficientemente cerca para abastecernos de comida y ropa, y lo suficientemente lejos para no tener que encontrarnos con personas mientras paseábamos alrededor de nuestra casa, la cual era una cabaña sencilla que tenía lo necesario para dormir y calentarnos durante los días fríos.

-Sabes lo que pienso sobre ello Zaira –le dije sin aportar nada más, ella sabía muy bien que no podía ir a ese tipo de lugares a menos que fuera para traer comida o ropa, y normalmente yo hacia ese trabajo, no quería correr el riesgo de que nos conocieran, prefería evitar eso para llevar una vida tranquila.

-Vamos Zarina, solo es un pueblo, nada malo ha de sucederme, sabes que tengo razón –me dijo ella usando su mejor voz y cara suplicante, cuando ponía esas expresiones y esas voces de niña pequeña siempre terminaba cediendo a sus antojos, tal vez porque era la menor, había sido la última en nacer, y me costaba negarme a los deseos de mi hermana pequeña, aunque solo lo fuera por unos minutos, además la sacerdotisa que nos cuidó siempre había dicho que Zaira tenía un encanto natural, cuando se proponía algo usaba todo lo necesario para conseguirlo, y estaba de acuerdo con ello.

-No lo sé, no quiero que vayas sola, no me fio de nadie y mucho menos si se trata de la seguridad de mis hermanas –le dije aun dudando en mi decisión, ella tenía un poco de razón, solo era un pueblo pero seguía sin fiarme de ello.

-Te amo y lo sabes, pero tienes que detenerte un poco Zarina. Estos últimos años te has dedicado a protegernos mucho más de lo necesario, al menos no nos asfixias, siempre que estas segura de que estamos a salvo nos dejar ir y venir a nuestra voluntad –dijo con un tono preciso y calmado pero ya escuchaba venir el reproche, y el pero, eso nunca faltaba en nuestras conversaciones- nos ha dado todo pero tú nunca tienes nada a cambio, siempre estas tensa, sonríes poco y estoy segura de que tu vida amorosa es inexistente, hasta Zipher ha tenido amoríos y eso que ella es más tímida. Toda tu vida no tiene que girar en torno a nosotras –me sujeto las manos y me sonrió- Tienes que vivir tu vida, Zarina.

Tal vez Zaira tenía razón y debía empezar a vivir, lo cierto es que había conseguido que la dejara ir al pueblo, no sé si me había hecho la charla para que empezara a vivir mi vida o si simplemente me había puesto una trampa para que cediera, cuando se trataba de ella no sabías que era falso o verdadero.

****

Había convencido a Zarina de la forma más vil que había podido, apelando a sus sentimientos, ante todo mi hermana era fría, fuerte, desconfiada, y un poco malvada, pero su punto débil era que sentía demasiado, amaba con todo su corazón, nos daba amor a todas por igual, nos protegía, concedía cualquier cosa que quisiéramos, no importaba cuán difícil era, ella siempre lo hacía, con tal de que fuéramos felices, pero tan fuerte como era su amor, así lo era su odio, habían pasado dos años y ella aún seguía odiando al guardián Eleazar, el hombre había tenido intenciones de matarnos y estaba segura que planeaba su muerte en secreto.

Zarina dedicaba su vida a nosotras, y no era justo para ella, no solo debía conocer el amor que se daba en una familia, sino también el amor que se obtenía de una pareja, la sensación de ser amada por alguien, pasión, dulzura, todo lo que podía obtener cuando amabas a alguien, aunque ella se negaba a ello, siempre parecía que lo reflexionaba pero al final siempre terminaba con la frase, "Ustedes son los más importante para mí, lo único que puedo amar", era frustrante y conmovedor a la vez.

Dejando de lado eso me concentre en el pueblo, era un lugar normal, ya había visto pueblos como este, con poca gente, pocas casas, todas ellas hechas de piedra y barro, pequeños lugares donde podías comprar comida y ropa, no era mucho, la gente era simple y humilde, aunque siempre había uno que otro hombre idiota que merodeaba por el pueblo intentando levantar las faldas de las mujeres, pero no de forma literal, solo que usaba palabras bonitas, y un poco de encanto para que la mujer en cuestión tuviera ganas de levantar su falda. Solo venía a los pueblos por curiosidad, para ver si veía algo diferente, que no fuera común, pero siempre terminaba decepcionándome, cualquiera diría que buscaba algo, tal vez fuera así pero si me preguntaran que buscaba, diría que ni siquiera lo sabía, era un sentimiento extraño, sabía que tenía que encontrar algo pero no sabía que era.

Me rendí luego de una hora, lo único que hice fue comprar algo de comida, había comprado pan, miel, unos dulces hechos con fresas y miel, algunos granos y leche, lo más indispensable, bueno excepto los dulces, esos eran para que todas probáramos algo rico, y con eso volví a la cabaña, no debía tentar mi suerte con Zarina, tenía que volver a tiempo y además la comida ayudaría a que sus nervios se calmaran, algún día lograría que Zarina se soltara y se divirtiera, riera, sonriera, bailara y bromeara, era lo único que deseaba para ella, felicidad.

****

Zarina había estado caminando de un lado para otro desde que Zaira se fue al pueblo, cosa que me ponía nerviosa, entendía su preocupación, luego de lo que sucedió con Eleazar muchos de sus sacerdotes habían intentado matarnos, pero gracias a Zarina habíamos sobrevivido a ello, aprendió a luchar y a usar sus poderes y por eso aun seguíamos viviendo.

-Zarina, detente ¡Harás una zanja en el suelo! –le dije ya cansada de su ir y venir.

-Me detendré cuando Zaira entre por esa puerta –me dijo con sutil nerviosismo, esperaba que Zaira apareciera pronto o sino Zarina saldría de aquí a buscarla, y no sería bonito.

-No le pasara nada a Zaira, ella sabe cuidarse, y solo es un pueblo pequeño ¿Qué podría pasar? –le dije intentando que entrara en razón.

-Zipher tiene razón, debes tranquilizarte, ya no somos unas niñas pequeñas que no se pueden defender, nos enseñaste a usar nuestros poderes, a pelear, somos tus hermanas, no tus hijas, y solo somos unos minutos menores que tú, tienes que aceptar el hecho de que no puedes controlar todo lo que hacemos y no nos puedes proteger toda tu vida, algún día nos vamos a enamorar y no podrás retenernos, nos separaremos –le dijo Zuri de forma rotunda, estaba sentada en una esquina de la habitación sobre unas mantas mientras sostenía un escrito que había conseguido en el pueblo anterior por el que habíamos pasado antes de llegar aquí, su mirada era seria, Zuri no había sido nada sutil, lo dejo todo claro como el agua, siempre decía lo que Zaira y yo temíamos decir, pero ella era muy sincera, no guardaba nada y decía todo tal cual como lo pensaba- Puede que Zipher y Zaira no lo digan pero ellas realmente desean tener un hogar… yo también. Cuando consigamos eso no podrás retenernos, Zarina –la confesión de Zuri dejo de piedra a Zarina, todas habíamos estado de acuerdo en mantener eso para nosotras, no queríamos lastimar sus sentimientos, y estaba seguro de que Zuri lo había hecho, realmente no había sido nada amable diciéndole eso, por lo menos hubiera intentado ser más sensible pero no, Zuri no tenía ese tipo de habilidad. Solo decir lo que queríamos era como estar traicionándola, al menos así se sentía, y odiaba causarle dolor a ella que tanto nos había protegido y amado.

Zarina abrió la boca para hablar pero en ese momento Zaira llego, entro con una sonrisa radiante y una bolsa en la que seguro traía comida, antes de que Zaira pudiera decir algo además del "Ya llegue", Zarina salió por la puerta a una velocidad sorprendente, a veces me sorprendía la facilidad que tenía para manipular sus poderes, y de vez en cuando me aterraba, ella era como una tormenta, empezaba con cierta calma hasta que al final terminaba arrasando con todo.

-¿Qué sucedió? –pregunto Zaira con cierto aire de confusión, no sabía cómo explicarle que habíamos hecho enojar a Zarina.

-Nada, solo que no pudo aceptar la verdad –dijo Zuri volviendo la mirada a su escrito, a veces pensaba que no tenía corazón pero recordaba que ella siempre había sido así, no se daba cuenta de que sus palabras podían lastimar a las personas, solo usaba la lógica, y decía lo que pensaba, sin ningún rastro de malicia ni diversión.

-Zuri le dijo a Zarina sobre nuestros deseos personales, lo de tener una familia y que un día nos vamos a separar –explique de forma sencilla, Zaira maldijo de una forma muy colorida, usando palabras que no debían decirse en voz alta.

-Tenías que decirle esas cosas, Zuri. No ves que Zarina esta lastimada ahora –dijo Zaira reclamándole a Zuri.

-No quería herir sus sentimientos, solo dije la verdad. Una verdad que ella debe saber –dijo Zuri frunciendo el ceño.

-Es mejor no discutir por ello, ahora debemos pensar en qué hacer para que deje de estar enojada –dije intentando apaciguar a las dos, no era momento para peleas, ni desacuerdos, ahora debíamos encontrar una forma de disculparnos con Zarina por esconder algo tan importante. Esperaba que pudiera entender nuestros motivos para hacerlo, no lo habíamos hecho con mala intención, solo que no queríamos que ella se sintiera excluida por ello.

-¿Qué debemos hacer ahora? –pregunto Zaira dejando la bolsa sobre la mesa, saco su contenido y a cada uno nos dio un dulce, no pregunte sobre ello y solo lo comí.

-Disculparnos, le escondimos eso a Zarina. Ella siempre ha dicho que podemos confiar en ella para cualquier cosa, nunca no has prohibido nada, ni siquiera hablar con personas o salir con hombres, solo nos protege al principio que nos mudamos pero cuando ve que es seguro confía en que nosotras podemos sobrellevarlo –les dije terminando de comer el dulce, estaba muy rico, era muy dulce y el sabor a fresas era adictivo.

-Es lo más conveniente, debemos explicarle la situación, ella seguro lo entenderá –dijo Zuri sin levantar la mirada de lo que estaba leyendo.

-Es mejor que empecemos a pensar en lo que vamos a decir. Zarina es terca, no será fácil si está enojada –dijo Zaira en un suspiro.

Esperaba que Zarina no nos diera tanto trabajo, y que cuando volviera no estuviera tan enojada como lo había estado antes de irse, pero lo dudaba, cuando se enojaba solía estar en ese estado durante un buen tiempo.

****

Estaba muy enojada, lo que Zuri me había dicho me había sacado de balance, no había esperado algo así; mis hermanas deseaban enamorarse, tener una familia, pero no estaba enojada con ellas, estaba enojada conmigo misma por no haberme dado cuenta de lo que ellas querían, deseaba que fueran felices, nunca me interpondría entre ello, pero me entristecía el hecho de pensar que un día se irían, aunque no podía obligarlas a quedarse conmigo para siempre, seria cruel hacerlo.

En estos momentos no me sentía bien, había salido tan rápido de la cabaña que me había mareado en el proceso, también había recorrido gran parte del bosque sin darme cuenta, solo sucedía cuando perdía mi concentración y me dejaba llevar, en ciertos tiempos descubría facetas nuevas de mis poderes, al principio siempre me costaba controlarlo, luego me iba acostumbrado a ello, sabía que era fuerte pero a veces me asustaba todo ese poder, era muy joven para manejar todo eso, apenas tenía 18 y sentía que en cualquier momento perdería el control de mi poder.

Me detuve cuando llegue a un pequeño lago, era un lugar bonito que estaba escondido por bastante vegetación pero no la suficiente como para evitar el paso de personas, me senté en la orilla con los brazos cruzados, mi enojo no se había ido y prefería quedarme aquí mientras se me pasaba, era lo mejor. No sé cuánto tiempo transcurrió pero cuando estaba a punto de irme escuche un ruido, eso me puso en alerta de inmediato, me tense y un hombre salió del espeso bosque. Él se detuvo de golpe y me observo, tenía el cabello negro, alto y con piel bronceada, además de que tenía la cara de un ángel, su rostro, tenía una forma delicada como si estuviera al final de su adolescencia, definitivamente la cara de un niño pero se veían pequeños vestigios del hombre en el que se convertiría, era hermoso de cierta manera, podía decir que tenía como unos 19 años y no solo eso, lo conocía, sabía quién era, nunca podría olvidar su cara.

-¿Damián?

-¿Zarina?

Los dos hablamos al mismo tiempo, que él me reconociera después de tanto tiempo hizo que algo dentro de mi revoloteara, me levante de inmediato y él se me acerco.

-Estas… muy hermosa –fue lo primero que él dijo, me sonroje de inmediato, del mismo modo que lo había hecho esa vez en la que nos conocimos.

-Gracias –murmure bastante tímida, mi comportamiento me sorprendió, ese chico. Solo ese chico causaba esto en mí, paso el primer día que lo conocí y está volviendo a pasar ahora después de tanto tiempo.

-Al parecer pudiste salir de tu templo, tal como dijiste que harías –me dijo él, me sorprendía que aun recordara lo que le había dicho hace tanto tiempo.

-Sí, mis hermanas y yo por fin pudimos salir –dije con una sonrisa.

-¿Tus hermanas? –pregunto levantando una ceja, y ahora que recordaba nunca le había dicho sobre ellas.

-Sí, creo que no te lo dije esa vez –dije mordiéndome la lengua, ahora recordaba que él era sacerdote, me había dicho que estaba en entrenamiento, había cometido un error. No podía confiar en él, si se había convertido en sacerdote, lo más seguro es que sabía sobre nosotras- por cierto, ¿Terminaste tu entrenamiento? –pregunte para salir de dudas.

-Oh si, ahora soy sacerdote –dijo con orgullo.

-Entiendo, me alegro mucho por ti, cuando te fuiste pensé que no te volvería a ver más, y fue así, nunca más volviste, me escape varias veces pero nunca regresaste –le dije con el ceño fruncido.

-Quería regresar pero no sabía si te volvería a ver pero lo cierto es que nunca te olvide –su comentario me tomo por sorpresa.

-Yo… -no supe que decir- ¿Te vas a ir? –mi pregunta era muy estúpida, un hombre guapo y perdía la cabeza: "Muy bien Zarina, muy bien" dije mentalmente.

-No, voy a estar en el pueblo que está cerca de aquí, tengo que cumplir un tiempo de servicio en ese lugar, así que estaré por mucho tiempo –aclaro él, esa noticia me alegro- podemos vernos para hablar, si quieres, así por fin nos podremos conocer bien.

-Me parece excelente.

Los dos nos miramos fijamente, sentía un tipo de conexión con este chico, como si algo me uniera a él, apenas lo conocía pero este sentimiento era algo que no podía describir, era muy diferente de cuando lo había conocido, como si con el tiempo hubiera madurado mucho más, al final solo termine por despedirme para volver a casa.

Cuando entre por la puerta de la casa me encontré con mis hermanas dormidas, Zipher estaba sentada en una silla con la cabeza apoyada en la mesa, Zuri y Zaira estaban sentadas en la esquina en la que Zuri se la pasaba leyendo, Zaira estaba apoyada contra la pared y Zuri tenía la cabeza a poyada en el hombro de Zaira, parecía que me habían estado esperando pero se quedaron dormidas en el proceso, lo cual me hizo sentir culpable; les ofrecería una disculpa a las tres, era lo menos que podía hacer por haber sido tan insensible con ellas. Con mucho cuidado lleve a cada una de ellas a su cama, revise la cocina para comer algo pero realmente no tenía hambre así que fui directo a la cama, tenía ganas de dormir un poco.

****

Desperté por la mañana gracias al sonido de aves cantando, me di cuenta que estaba sobre mi cama, me senté y mire a mi alrededor un poco confundida, recordaba haber estado sentada en la esquina de la habitación donde estaba la cocina con Zaira a mi lado, habíamos estado esperando a que Zarina regresara pero el algún momento debí de haberme quedado dormida, me levante con cuidado para no hacer ruido ya que Zipher y Zaira estaban en sus camas durmiendo, la única cama vacía era la de Zarina. Intrigada por saber en dónde se encontraba, salí del cuarto y me detuve al darme cuenta de que estaba en la cocina, estaba observando los dulces que Zaira había traído el día anterior, parecía un poco ida, como si realmente solo estuviera viendo a través de los dulces.

-Zarina –dije para llamar su atención, ella dejo de observar los dulces y me miro, su mirada era seria, de seguro seguía enojada por lo que le había dicho, no lo había entendido hasta el momento en que Zaira había dicho que lastime sus sentimientos, no había querido eso; solo había dicho lo que todas pensábamos.

-Zuri –dijo y me mostro la bolsa de los dulces- Zaira compro esto ¿cierto? –pregunto, su voz no denotaba enojo ni nada por el estilo, parecía normal.

-Sí, Zaira pensó que nos gustaría, ¿ya los probaste? –le pregunte, Zarina se veía normal comparado con lo que paso ayer, tal vez ya no estaba enojada.

-No, no me gustan muchos los dulces –dijo y dejo la bolsa sobre la pequeña repisa donde estaba la mayoría de la comida.

-¿Sigues enojada? –le pregunte para salir de las dudas, no saber algo era frustrante, no me gustaba, por eso siempre me la pasaba leyendo, para saber todo lo que pudiera, estar en la ignorancia era una de las cosas que me desagradaban.

-No, ya no estoy enojada –respondió y en ese momento Zaira y Zipher aparecieron, tenían el aspecto de haberse despertado hace unos segundos, cuando nos vieron se quedaron quietas mirando de mí y Zarina- ya que estamos todas, quiero disculparme por lo de ayer, no debí de haberme enojado, mejor dicho, estaba enojada conmigo misma por no haberme dado cuenta de lo que ustedes querían –nos dijo ella, las tres nos miramos con sorpresa, Zarina no se disculpaba muy a menudo, cuando lo hacía era una sorpresa.

-No, no, nosotras nos disculpamos por no haber confiado en ti –comenzó a decir Zipher- hablamos sobre nuestros sueños, y no te incluimos en ello, tienes todo el derecho a estar enojada –dijo con una expresión de vergüenza.

-No es necesario –dijo Zarina negando con la cabeza- sé que no puedo evitar que un día se vallan, y más si van a ser felices en el proceso, tengo que entender eso, no todos los humanos siguen las creencias de Eleazar y sus sacerdotes, y si ustedes quieren estar con uno por mi está bien –nos dijo ella, nosotras habíamos preparado un discurso por si las cosas se complicaban pero Zarina nos había sorprendido con sus palabras, su amor por nosotras era tan grande que aceptaría cualquier cosa que nos hiciera felices incluso si eso la hacía infeliz, las tres nos acercamos y la abrazamos.

Luego de esa conversación Zarina cambio un poco, empezó a ser más flexible con nosotras, nos dejaba ir al pueblo juntas, lo que normalmente hacíamos por separado, nunca todas juntas, pero ella lo permitió; tal vez ella pensaba que tenía dejarnos ser felices y que de esa forma conoceríamos a más personas, aunque siempre teníamos cuidado, aunque nos dejara un poco más de libertad en ciertos aspectos, nosotras sabíamos que no debíamos de confiar mucho en las personas, solo por nuestra seguridad, aunque nosotras tuviéramos un poco de felicidad, Zarina no se concedía nada de ello, se veía reacia a vivir una vida normal, se mantenía alejada del pueblo, no hablaba con nadie más que nosotras y se negaba a conocer personas, eso hacía que solo nos preocupáramos por ella, pero era muy terca, solo quedaba dejar que ella se decidiera por ello.