Año desconocido. Zarina, 20 años.
Mi primer beso había sido algo impactante, el roce de nuestros labios, su aliento contra el mío, mi corazón había palpitado de forma desenfrenada, mi cuerpo había temblado, y cuando nuestras lenguas se tocaron había sentido como sin un rayo me hubiera golpeado, me había dejado sin aliento, solo queriendo otro beso; Damián había sacudido mi mundo, dos años juntos, dos años en lo que nos habíamos conocido, y en los que nos dimos cuenta de que era lo que realmente queríamos, aunque Damián era un sacerdote, eso no evito que hiciera el intento de conquistarme, y más que todo eso, era un hombre hermoso, sus rasgos faciales se habían afilado mucho más, ahora ya no lucia la cara de un niño sino la de un hombre feroz, incluso su mirada era diferente, cada vez que me miraba parecía como si fuera a devorarme al instante, resistirse había sido complicado, al final solo tuve que rendirme, lo quería, más que eso, quería que fuera mío, que sus ojos solo me miraran a mí y que sus palabras solo fueran para mí, pero no había sido necesario desearlo, fue un hecho, desde que nos conocimos, Damián solo me había mirado a mí, nunca a nadie más, era extraño, nuestra conexión era extraña.
El hecho de que solo hubiera deseado estar conmigo me tenía más que feliz, nunca antes había conocido el amor, y era una sensación increíble, parecía como si estuviera en el cielo, y no había podido ocultar eso de mis hermanas, incluso se los había presentado, no quería esconder lo que estaba sucediendo, mis hermanas siempre habían deseado que tuviera una vida y así estaba sucediendo.
Con Damián los días no eran aburridos, de alguna forma siempre lograba que todo fuera interesante, pero aunque todo era felicidad no había logrado decirle lo que era, tenía miedo de que se alejara de mí por algo en lo que no tenía control, eso me hacía sentir como si fuera una mentirosa y no me agradaba en lo absoluto.
-¿Sucede algo? –la voz de Damián me saco de mis pensamientos, lo mire sonriendo para disimular mis pensamientos que se habían tornado oscuros.
-No, no sucede nada, solo pensaba –respondí con voz neutra que no delataba mi estado de ánimo.
-¿Estas segura? Siento como si me estuvieras ocultando algo –dijo él, lo cual hizo que me tensara de inmediato, no estaba lista para decir la verdad, y él empezaba a conocerme muy bien.
-Sí, hay algo pero… -hice una pausa intentando encontrar las palabras correctas- no estoy lista para decirlo todavía –dije finalmente, aun no podía hacerlo, todavía no, lo haría en el momento en que sintiera que él no me juzgaría por eso.
-No te voy a presionar –dijo y coloco una mano en mi barbilla haciendo que lo mirara directamente a los ojos- esperare todo el tiempo que sea necesario hasta que te sientas lista para decírmelo –finalizo dándome un dulce beso en los labios, un suspiro salió de estos, estaba completamente enamorada de este hombre y eso me aterrorizaba.
Tal vez mis temores fueran infundados, Damián había sido siempre lindo conmigo, y aunque fuera sacerdote, nunca en todo este tiempo había insinuado nada sobre mi origen, seguro no sabía nada sobre ello, tenía la esperanza de que fuera así, pero por esta vez, solo por esta vez, confiaría.
Por mi bien y él de mis hermanas esperaba que él nunca me traicionara, no sabía de qué forma reaccionaria si fuera así.
****
El tiempo con Zarina era lo que más me encantaba del día, cuando estaba con ella mis preocupaciones se iban y olvidaba por completo que era sacerdote, mi familia siempre había sido devota al Guardián de la Luz, y la tradición de la familia dictaba que el hijo mayor debía volverse sacerdote, uno que le serviría devotamente; pero no quería eso, Zarina, a ella era a quien quería, me di cuenta de ello con todo este tiempo que estuve aquí y justamente ella decía que realmente no me veía como sacerdote. No la contradecía, lo que ella decía era cierto, y tarde me di cuenta de ello, solo tuve que empezar a salir con una mujer tan hermosa como ella para darme cuenta de mi error.
Zarina tenía la pequeña habilidad de ver a través de las cosas, tenía unos ojos inusuales, y era tan calmada pero cuando se enojaba era como una tormenta arrasadora, pero ante todo eso amaba con una ferocidad que era desconcertante; lo había notado en el momento en que me presento a sus hermanas, la forma en la que hablaba de ellas, como las tocaba, eso decía todo y sentía envidia por no tener todo ese amor dirigido hacia mí pero quería creer que algún día ella me amaría con esa intensidad, nunca perdería la esperanza.
Lo peor de todo esto, es que la estaba engañando, sentía que el tiempo se me acababa, prácticamente tenía un reloj de arena mental en el cual las pequeñas motas de arena caían a una velocidad demasiado alarmante, tenía muy poco tiempo ¿Qué se suponía que debía hacer? No era justo, no era para nada justo estar dividido entre la lealtad y el amor; tenía tan poco tiempo para hacer lo que tenía que hacer, esto dañaría a la única mujer que había amado, esto me iba a costar mi felicidad, estaba seguro de ello. Esperaba que Zarina me perdonara por lo que le iba a hacer a ella y a sus hermanas, porque yo no me perdonaría nunca por ello.
-Has tenido mucho tiempo para hacer que ella confié en ti, no podemos seguir esperando Damián –la voz de Hadrenial sonaba dura, era un hombre tranquilo la mayoría del tiempo pero cuando perdía la paciencia era un poco brusco. Tenía cabello negro y el porte de todo un caballero, considerado atractivo para las mujeres pero lo cierto es que no me había detenido a detallarle.
-Ya lo sé, ella no es de las personas que confían fácilmente, solo denme un poco más de tiempo –les pedí queriendo retrasar esto el mayor tiempo posible. Siete sacerdotes habíamos sido escogidos para encontrar a las hijas de Elena y Darius, era increíble que ella como sucesora del guardián Eleazar, hubiera roto una regla tan importante.
-No, ya no hay más tiempo. Nuestro guardián ha exigido que les llevemos a esas chicas –esta vez quien hablo fue Dagnael, era el rubio alegre del lugar, siempre sonriendo y positivo ante todo pero esta vez se mantenía serio, eso denotaba la gravedad del asunto.
Todos ellos se miraron entre si y luego me miraron, parecía como si estuviera escudriñando mi alma, además el silencio que mantuvieron me puso de los nervios, hasta que por fin uno de ellos hablo.
-Estás enamorado de ella, por eso estas reacio a entregarla, y pides más tiempo –dijo Leocius poniendo mala cara, entro todos nosotros, Leocius era el más fiel ante el guardián, era obvio que me mirara con desaprobación.
-Damián, eres estúpido. Sabias desde el principio que esas chicas estaban condenadas y viniste, y te enamoraste de una de ellas –dijo Raziel negando con la cabeza, se notaba que estaba decepcionado de mí.
-En el corazón no se manda, no pude evitarlo. Créanme que si hubiera podido evitar enamorarme de ella, lo hubiera hecho –dije soltando un suspiro- me duele saber que la voy a traicionar, pero no hay de otra.
-Al menos no estas evitando esto –dijo Gabriel dándome una palmadita en el hombro- tiene que ser hoy, llévala hacia nosotros, y haremos el resto –no me quedo de otra más que aceptar, esta noche haría lo que debía hacer, ya luego podría sentirme culpable por ello.
Como tenía planeado invite a Zarina a dar un paseo, ella acepto sin dudar, cosa que solo causaba que me sintiera aún más culpable, que ella confiara en mi era todo un martirio. Caminamos tranquilamente por el bosque, le había dicho que la llevaría a un lugar nuevo y ella estaba ansiosa por verlo.
-Te estas comportando muy extraño, Damián, ¿Algún problema? –pregunto ella con un gesto de preocupación en su rostro.
-No, todo está bien. Solo estoy algo nervioso, hay algo que quiero decirte, es importante –dije para despistarla un poco.
-¿Algo importante? Me has dejado intrigada, pero esperare a cuando lleguemos para saber qué quieres decirme –dijo ella sin insistir.
Me detuve cuando por fin llegamos al lugar, era un prado lleno del flores de diferentes lugares, estas solo florecían en primavera, por eso las hacían especiales, cuando había descubierto este lugar lo creí perfecto para traerla pero pensar que la había traído a este lugar para que la atraparan, era simplemente horrible.
-Qué lindo lugar, estas flores son hermosas –ella se agacho frente a unas flores azules, su alegría era muy notable- Gracias –dijo ella tocando el pétalo de una flor.
-No tienes que agradecerme nada, Zarina. Este lugar es tan hermoso como tú.
-Siempre dices cosas como esas, haces que mi corazón se acelere, desde que te conocí solo has causado este tipo de sentimientos, me has hecho muy feliz y es por eso que mereces la verdad. No puedo seguir ocultando lo que soy –ella se levantó y me miro con una expresión seria- seguro escuchaste sobre la cuestión de Elena, eres sacerdote de Eleazar, todos ellos lo saben. Soy una de las hijas de Elena –lo dijo sin dudar, retrocedí un paso, ya no podía alargar esto más, su expresión se volvía oscura al ver mi reacción, seguro pensaba que la estaba rechazando pero estaba haciendo algo mucho peor.
Los demás salieron de entre los arbustos, y la atraparon antes de que ella pudiera reaccionar, su expresión de sorpresa fue notable, pero cuando ella me vio, pude ver exactamente cuando ella se dio cuenta de lo que yo había hecho, ni siquiera se resistió, solo dejo que ellos le amarraran las manos y se la llevaran, pero no olvidaría su expresión en lo que me quedara de vida, la expresión de alguien que fue traicionado por una persona que le importaba mucho y en quien confió ciegamente.
****
Había sido traicionada, mis peor temor se volvió realidad, en un segundo había estado feliz y al siguiente estaba encerrada en una jaula sintiéndome desdichada y triste, lo único que quería era no sentir más, mi pecho me dolía y lo peor de todo es que no podía detener las lágrimas que salían de mis ojos, nunca había sentido un dolor así. Damián ni siquiera se había atrevido a darme la cara, ese desgraciado se había quedado quieto mientras me atrapaban, su cara de arrepentimiento lo había dicho todo, no necesitaba ni una sola palabra de su parte para saber que él los había llevado hacia mí. Y yo como una tonta había caído en su engaño, me sentía usada y engañada.
-Se ve bastante infeliz –escuche que decía uno de los hombres que me custodiaba, no sabía ni siquiera cuanto tiempo había pasado en este lugar, de lo único que estaba segura es que este era el templo principal del guardián, y que había pasado bastante tiempo.
-Si fuera ella también estaría en ese estado. Damián fue muy cruel –dijo el otro que lo acompañaba.
-Tenía un objetivo, era que confiara en él, no enamorarla –le respondió el primero que había hablado.
-Es cierto –estuvo de acuerdo el otro, mi furia creció en ese instante, desde el principio me había engañado, siempre supo quién era, se aprovechó de lo que sentía por él, y eso me hacía aún más tonta. Como había podido caer en su engaño, al menos mis hermanas no estaban involucradas en esto, él sabía dónde estaban, pero hasta los momentos no había escuchado nada sobre ellas, eso me tranquilizaba un poco.
Unos pasos llamaron mi atención, me levante de inmediato del suelo e intente acercarme a los barrotes de la celda pero esta me dio una descarga de energía que me hizo retroceder, el dolor fue punzante y muy doloroso, acune las manos contra mi pecho.
-¿Así que esta es una de las hijas de Elena y Darius? –la voz era estruendosa, incluso me dolieron los oídos, era muy áspera y provocaba que quisiera llevarme las manos a los oídos.
-Sí, las otras tres están por llegar. Es por eso que te llame, Daklog –la otra voz la reconocí de inmediato, era Eleazar, no podía verlos, estaban fuera de mi alcance visual, pero estaban muy cerca, aunque luego reaccione a lo que él había dicho, "Las otras tres", mis hermanas.
-Imagino que quieres que los dos usemos nuestros poderes para borrar sus existencias –le dijo ese hombre, el otro guardián.
-Exactamente, de esa forma ellas no sufrirán, sin importar lo que ellas son, siguen siendo seres vivos, no pienso matarlas de otra forma o hacerles sufrir –dijo Eleazar.
-Que blando eres, pero te ayudare de todas formas, no me conviene que ellas existan –dijo Daklog con tono de desprecio.
Antes de que Eleazar pudiera decir algo, otras personas aparecieron, me moví para ver mejor, eran mis hermanas, estaban siendo escoltadas por varios hombres, aunque se veían completamente tranquilas, como si hubieran aceptado venir sin poner ninguna excusa, lo cual era muy probable.
-¡Zarina! –exclamaron todas al momento de verme e intentaron venir hacia mí pero fueron detenidas. Me acerque nuevamente a los barrotes y otra descarga recorrió mi cuerpo, esta vez grite por el dolor.
-Zipher, Zuri, Zaira… -grite acercándome a los barrotes una vez más, no me importaba sufrir dolor, solo quería llegar a ellas.
-Le gusta luchar, interesante –la voz de Daklog, ahora estaba frente a mí, me miraba con una expresión de diversión. Él tenía el cabello negro, ojos oscuros y la misma complexión que Eleazar, daba miedo pero parecía tener muchas más vitalidad que Eleazar, se veía que eran opuestos- Es mejor terminar con esto, primero empecemos por esas tres, parecen ser las más dóciles, estoy segura que la que tienes en la jaula va a luchar duro –parecía que ese hecho le divertía extremadamente, y ante la amenaza que corrían mis hermanas no me quede quieta, recorrí toda la celda intentando encontrar una manera de salir de esta pero en las descargas eran potentes y hacían que retrocediera.
Ya estaba empezando a ver doble, y mis piernas fallaban, me dolía todo.
-Por favor padre, detente –la voz de Elena resonó por todo el lugar, trate de enfocarme y ver en donde estaba, cuando lo logre vi que no estaba sola, un hombre estaba con ella y se parecía mucho al guardián Daklog, seguro era Darius, su hijo.
-Vaya, vaya, tu hija se buscó a la caballería Eleazar –dijo Daklog.
-Si puede causarte problemas interviniendo en esto, con mucho gusto, padre –la voz de Darius era suave pero vibrante, estaba seguro que si levantaba la voz provocaría algún tipo de temblor, era hermoso, cabellos negros y ojos grises, en físico era igual a su padre.
-Suelten a mis hijas –exigió Elena.
-No podemos hacer eso, lo sabes muy bien, Elena –le dijo Eleazar.
-Han pasado 20 años y ellas no han causado ningún tipo de problema, no creo que sea necesario hacer esto –dijo ella.
-Querida niña, rompiste una regla, ustedes rompieron una regla sagrada –dijo Daklog señalándolos.
-Una regla estúpida, la única razón por la que esa regla existe es porque ustedes no pueden tener hijos sin que esos hijos sean más fuertes que ustedes. Tienen miedo, miedo a ser derrotados o a ser asesinados –dijo Darius con una sonrisa, entrecerré los ojos al escuchar lo que dijo.
-Que absurdo, esto afecta el equilibrio… -empezó a decir Eleazar.
-No es absurdo, es la simple verdad –dijo Darius caminando hacia donde estaba mi jaula, los sacerdotes que la custodiaban retrocedieron, con un toque de su mano la jaula se desvaneció- tienen miedo de esta simple niña –coloco una mano en mi cabeza agachándose hasta mi estatura- y tú, siento tu ira y tu tristeza, estas muy enojada porque fuiste traicionada –su voz era muy hipnotizante, como si me estuviera incitando, y tal vez lo estaba haciendo- si matas a los guardianes, serás libre –susurro directamente a mi oído para luego retirarse y alejarse de mí, coloque mi mirada en su espalda, ese hombre me estaba diciendo abiertamente que los matara, como si yo realmente pudiera hacer eso.
-Darius por favor, contrólate –dijo Elena.
-Para que controlarme, nuestra pequeña niña siente tanta ira, solo debe dejarla ir, le aconseje una buena manera de hacerlo –dijo Darius manteniendo su sonrisa.
-Zarina, no lo escuches –la voz de Zipher me saco de mis divagaciones, ella intento acercarse a mí pero no la dejaron.
-Ya basta, ustedes dos no tienen ningún derecho a pedirnos nada, rompieron la regla sagrada, deberían agradecer que no han sido castigados apropiadamente –exclamo Eleazar enojado.
-Darius, vete de aquí. Ni siquiera te interesa salvar sus vidas, solo viniste porque esta mujer te lo pidió –dijo Daklog señalando a Elena- solo te trajo como su perro de ataque, pero tú eres más inteligente que esto.
-Tienes razón, tengo cosas más interesantes que hacer que salvar las vidas de estas niñas –dijo Darius girándose para marcharse, Elena no intento detenerlo, imaginaba que sabía que no podría retenerle pero antes de que se fuera giro su rostro y movió la boca sin articular sonido, aunque fue claro para mí, había dicho "Mata a los guardianes", su voz resonaba en mi cabeza una y otra vez, lo vi marcharse pero era muy claro lo que debía hacer.
-Vete, Elena –dijo Eleazar.
Lleve una mano a mi cabeza, estaba sintiéndome muy rara, mi cabeza daba vueltas, me estaba quedando sin aire, intente respirar sin mucho éxito, varios gritos sonaron a mi alrededor pero no pude distinguir de quien provenía, en un instante estaba parada casi en el centro del salón y ahora estaba encima de Eleazar intentando matarle, no lo tenía muy claro pero mi cabeza gritaba una y otra vez "Mátalo", y justamente haría eso.
Salí expulsada hacia atrás, y mi espalda impacto con el suelo sacándome todo el aire, pero no me detuve a pensar, me senté en el suelo de inmediato, Daklog me había quitado de encima de Eleazar.
-Los voy a matar a los dos –dije levantándome por completo, mi cabeza estaba más despejada ahora, mucho más clara pero una pequeña niebla aún se mantenía.
Darius, había abierto la brecha de mis poderes, ahora podía sentir el toque de su repulsivo poder, se metió en mi cabeza y me empujo al vacío, pero realmente no me importaba, me sentía revitalizada, capaz de hacer cualquier cosa.
-Zarina, detente. No hagas esto –la voz de Zipher se escuchó por todo el lugar, pero ni siquiera ella podría detenerme ahora.
-Cállate Zipher –le grite para que no se metiera en esto.
Me lance contra Daklog sin pensarlo mucho, esquive varios de sus golpes y busque un punto vital, pero necesitaba un arma, apenas me di cuenta tenía una daga en la mano, no sabía de dónde diablos había venido pero no me disgustaba y antes de que pudiera darme cuenta se la había clavado justo en el corazón, la sangre había salpicado mi cara, eso hizo que retrocediera muy rápido, una daga en el corazón no lo mataría pero si lo debilitaría mucho, se decía que los guardianes eran inmortales y que solo la decapitación podría matarlos.
Eleazar al ver mi acción intento golpearme con sus poderes pero esquive cada golpe dirigido hacia mí, y me acerque lo suficiente para hacer lo mismo, solo faltaba dar el golpe final pero fui atacada antes de poder hacerlo. Mi atacante término recibiendo una puñalada justo en el centro de su pecho, pero al darme cuenta de a quien había apuñalada retrocedí.
-¿Damián? –tenía la mano puesta sobre la empuñadura de la daga, su rostro lleno de dolor, la niebla en mi cabeza se disipo por completo, lo había matado sin querer, mis piernas cedieron y termine arrodillada en el suelo. Su cuerpo ahora estaba tirado a unos metros de mí, con esa daga clavada en su pecho, "Se merecía eso, me traiciono" repetí una y otra vez en mi cabeza para justificar el hecho de que lo había matado.
****
Me acerque rápidamente a mi padre, e inspeccione su herida, se iba a recuperar, al menos eso pensaba, pero no parecía curarse, mucho peor, la herida sangraba mucho más, Zarina había apuñalado a los dos guardianes y a ese chico que había intentado detenerla, ahora ella estaba arrodillada en el suelo mirando el cuerpo del chico de forma abstraída, como si no pudiera creer lo que estaba viendo, los sacerdotes restantes rodearon a Zarina y las niñas se acercaron a mí, tenían un expresión de miedo, a ellas también les había sorprendido lo que paso.
-Elena, te dejo a cargo de todo –dijo mi padre de repente, levante su cabeza y él me miro- no sobreviviré a esto, esa chica, tiene la habilidad de matar inmortales, ni Daklog ni yo nos recuperaremos, confió en que harás lo correcto –murmuro, sus ojos se cerraron y luego su cuerpo se hizo polvo, estaba muerto, no pude evitar llorar al darme cuenta de eso.
-Deja de lloriquear, niña tonta –la voz de Daklog me hizo reaccionar, de inmediato llegue a su lado- El muy desgraciado de Darius despertó los poderes de la chica, ahora no podrás matarla, ni controlarla. Vas a tener que encerrarla, o tendrás muchos problemas, también tendrás que hacerlos con ellas –dijo señalando a las tres niñas- dile al bastardo de Darius que lo… -antes de que pudiera terminar su oración se hizo polvo al igual que mi padre, los dos guardianes estaban muertos.
Darius y yo debíamos ocupar esos puestos ahora, no quería esto.
-Mi señora Elena, le sugiero hacer lo que el guardián Daklog dijo –uno de los sacerdotes se había acercado a mí, mire a mis hijas y tome una decisión, encerrarlas era lo mejor, pero no podía encerrarlas juntas, debía separarlas, primero encerraría a Zarina. Camine hacia ella y me detuve enfrente, ella levanto la cabeza para mirarme, respire hondo y use un hechizo que había aprendido con las sacerdotisas, dicte órdenes a los seis sacerdotes que estaban ahí.
-Voy a encerrarte Zarina, tienes algo que decir –dije conteniendo las ganas de llorar.
-Era el amor de mi vida pero me traiciono, y lo odio por eso. Esta muerto, y ni siquiera pude gritarle todo lo que sentía –miro a su alrededor deteniendo en cada sacerdote presente- una vez leí en un libro sobre maldiciones, que cosa más interesante, que unas simples palabras dichas con poder y mala intención traigan tanta desgracia –ella comenzó a reír y luego se detuvo abruptamente- Hadrenial, Dagnael, Raziel, Leocius, Gabriel, Baltazar –su tono de voz cambio.
-Zarina detente, no hagas esto –exclame pero ya era muy tarde.
-Los condeno a la vida eterna, nunca podrán ser felices, siempre que intenten serlo la infelicidad llegara a sus vidas, y ni siquiera podrán acabar con sus propias vidas, cada arma, veneno, o intento de asesinato fallara, será así hasta el día que yo revoque mis palabras –su voz se apagó al decir la última palabra y cayó hacia atrás, había usado cada pequeña onza de su poder para lanzar esa maldición, complete el sello solo unos segundos después, ahora estaría encerrada en un lugar del que no podría salir, e hice lo mismo con mis otras hijas, ellas no se negaron, estaban encerradas en diferentes partes, y los sacerdotes las vigilarían.
Darius había hecho lo impensable, abiertamente uso sus poderes para que Zarina obtuviera la fuerza que necesitaba para acabar con los guardianes, y había sido mi culpa, yo lo había traído, lo deje actuar y ahora todo era un desastre.
Mis hijas encerradas, seis sacerdotes malditos, un sacerdote muerto y dos guardianes asesinados, amaba a Darius con todas mis fuerzas pero lo nuestro había sido un error, cause algo de lo que siempre me voy a arrepentir.
No sabía cómo iba a arreglar todo esto pero buscaría una manera de hacerlo, algo se me tenía que ocurrir, por los momentos debía anunciar la muerte de los guardianes, era lo correcto, lo mejor que podía hacer.