Chapter 32 - CAPÍTULO 10- Entrenamiento.

CAPÍTULO 10- Entrenamiento.

(Pov - Daniel)

Ah... Maldita sea...

Las lágrimas seguían brotando de mis ojos sin control. Rogaba por que se detuvieran. Por favor, por favor, por favor... Déjenme ser feliz.

¿Por qué me sucede esto a mí? ¿Por qué la vida se empeña en llenarme de dolor?

En medio de toda esta oscuridad, solo encuentro consuelo en mi abuela y mis amigos. El resto es un vacío abrumador.

Es cierto, soy atractivo físicamente, pero ¿de qué sirve? ¿Por qué debería considerarlo algo positivo? Mi apariencia solo confunde mis relaciones, impidiéndome saber si alguien se enamora de mí por lo que siento y no por cómo luzco.

A pesar de las dificultades económicas que enfrenté en mi vida, nunca lo odié. ¿Por qué? Porque mi abuela siempre se esforzó al máximo para proveerme lo necesario. Pero eso no impidió que me dolieran las burlas y el acoso escolar. Los golpes. Las humillaciones... Ser tratado como un desecho cuya única cualidad era su apariencia.

Quitando a mi abuela y mis amigos, odiaba vivir.

No sé si puedo llamarlo depresión, pero la tristeza me consume. No sé si estoy deprimido.

Mi madre, la persona que siempre quise conocer, me odia... Pensé que la muerte de mi abuela sería lo más doloroso que enfrentaría, pero lo que sucedió con mi madre se acercó peligrosamente a ese nivel de dolor.

La última vez que me sentí tan abatido, intenté acabar con mi vida.

... Ahora tengo a mi abuela y nuevos amigos. Dios me ha encomendado una misión... Debería estar feliz... Estaba feliz, pero... Mi madre... Por culpa de mi madre, vuelvo a sentirme triste.

Yo... Yo...

—Deseo morir.

Quiero abandonar este mundo y reunirme con mi padre.

Anhelo dejar este mundo, pero... al mismo tiempo, no quiero hacerlo.

Quiero salvar a las personas de este mundo. Quiero proteger todos los mundos alternos. ¡Quiero ser un héroe...! Sin embargo, eso significaría tener que enfrentar a mi madre. A mi propia madre.

Aquella mujer que me dio la vida. Aquella mujer que mi padre amó. Aquella mujer a la que tanto deseé conocer. Aquella mujer que tanto extrañé. Aquella mujer que más falta me hizo en mi vida... Yo... tengo que eliminarla si quiero salvar este mundo.

Desearía que las palabras fueran suficientes para cambiar su opinión, pero no percibí amor en ella. No le importó que yo fuera su hijo. No hubo abrazos. No vi lágrimas de tristeza... No experimenté nada de eso en ella.

Para ella, soy simplemente un estorbo.

—Tan solo un estorbo que se interpondrá en los planes del Rey Demonio. Eso es todo lo que represento para ella... Solo eso...

Madre... Yo... Sé que debo acabar contigo, pero... no quiero hacerlo.

¡Yo...! Yo... Quiero creer que las palabras tienen más poder que la violencia, pero... Todos los mundos alternos están en peligro. Poner en riesgo la existencia de todos esos mundos solo porque intenté usar las palabras en lugar de la fuerza no vale la pena.

Madre, lo siento, pero Dios me ha encomendado una misión y debo cumplirla.

Te amo... Pero no puedo permitirme amarte.

—No puedo ir con el Rey Demonio y negociar una alianza.

Sería demasiado ingenuo pensar que eso funcionará, y si lo intento y fracaso, probablemente termine muerto y este mundo se desmoronará, al igual que los otros mundos.

Debo tomar el camino seguro. Evitar correr riesgos.

Es la opción más segura, pero también la más dolorosa para mí. No solo tendré que luchar y eliminar a mi madre, también deberé enfrentar a cientos de demonios, entrenar sin descanso, soportar inmensos dolores... Sacrificaré mi ser por el destino de todos los mundos.

Dios, ¿me elegiste por eso? ¿Por ser capaz de sacrificarme por el bienestar de los demás? Aprovechaste mi naturaleza.

—Entrenar, triunfar y posiblemente terminar muerto. Ese es mi destino.

Y lo acepto.

De todos modos, ya no deseo seguir viviendo, y en lugar de quitarme la vida, utilizaré mi existencia para intentar salvar este mundo.

Madre, mi llanto podrá delatarme, pero este llorón tiene la posibilidad de derrotar al Rey Demonio.

... Es mejor no pensar en ella... La tristeza nubla mi mente y no puedo pensar con claridad.

Debo ocultar mis verdaderos sentimientos y fingir que estoy bien... No quiero que otros sientan lástima por mí.

No otra vez.

—Ah... Detesto mi vida.

Abuela... Necesito un abrazo.

(Pov- Restro.)

—Ya ni siquiera lo disfruto, pero lo sigo haciendo... Soy un desastre.- Me dije a mí mismo, observando a la pobre mujer que fue víctima de mi lujuria.

Una mujer humana temblando de terror, mientras mi jugo de hombre se resbala de entre sus partes privadas que antes eran puras y ahora están destrozadas e impregnadas con mi ser.

Está llorando y su expresión solo refleja el dolor que siente en estos momentos. El dolor de haber sido violada por un monstruo como yo.

—Solo siento satisfacción y felicidad al verte así.

Y odio sentirme así.

Desde lo más profundo de mi ser, surge la historia de un hombre que alguna vez fui. Soy Restro, un nombre que quedó atrás en el olvido, enterrado bajo capas de sombras y remordimientos. Mi existencia se desvaneció hace mucho tiempo, cuando las heridas en mi corazón se volvieron tan profundas que la única salida que encontré fue abrazar la oscuridad y convertirme en un demonio.

Hubo un tiempo en que yo era humano, con sueños y esperanzas como cualquier otro. Pero la vida tenía otros planes para mí. Nací en un hogar lleno de discordia, donde las palabras venenosas de mi madre se clavaban en mi piel como espinas afiladas. Constantemente, me comparaba con mi hermano menor, resaltando mis defectos y llamándome un inútil fracasado. No importaba cuánto me esforzara, siempre era insuficiente para sus ojos despiadados.

Me consumía el deseo de demostrarle a mi madre que valía algo, que no era el fracaso que ella insistía en señalar. Pero, poco a poco, el peso de sus humillaciones fue abrumador. Sentía cómo mi alma se oscurecía y se llenaba de amargura, mientras mi espíritu se quebrantaba lentamente.

Fue en mi momento más vulnerable cuando el diablo se cruzó en mi camino, ofreciéndome una salida, una oportunidad de escapar del tormento y encontrar una vida mejor. Desesperado y cegado por la promesa de redención, hice un trato con él, sin darme cuenta de las consecuencias que acarrearía mi decisión.

El engaño del diablo pronto se hizo evidente. Un fantasma maligno, una entidad siniestra, se apoderó de mi cuerpo y controló cada uno de mis movimientos. Su presencia era asfixiante, su influencia ineludible. Sin poder resistir, fui testigo impotente de cómo esa fuerza malévola se dirigía hacia mi madre, llevando a cabo actos horrendos en mi nombre. Mató a la mujer que me dio la vida, mientras yo, atrapado dentro de mi propio ser, era testigo de su sangriento fin.

El horror y la culpa me inundaron hasta lo más profundo de mi ser. No había palabras para describir el tormento emocional que me consumía. Me convertí en un monstruo, un asesino serial y violador, arrastrado por los deseos retorcidos de aquel espíritu maligno que habitaba en mi interior.

El remordimiento se convirtió en mi constante compañero, un recordatorio de la persona dulce y amable que una vez fui. Mi alma lloraba lágrimas de arrepentimiento por las vidas destrozadas, por la inocencia perdida y por la oscuridad que había engullido mi ser.

Pero, a pesar de mi arrepentimiento, me di cuenta de que ya no había vuelta atrás. Había cruzado una línea que no podía borrar, y la marca de la maldad se había impregnado en mi ser para siempre. Me había convertido en un demonio, una encarnación del mal que no podía ser redimida.

Acepté mi destino con resignación, sabiendo que ya no había salvación para mí. Mi existencia se tejió en una telaraña de remordimientos y penitencia, donde mi propósito se volvió un eterno recordatorio de las atrocidades que cometí.

A pesar de ello, continúo con vida, o más bien, con una existencia condenada. Ya no soy el hombre que una vez fui, ni tampoco el monstruo que me transformé. Soy Restro, un demonio atrapado entre dos mundos, perpetuamente atormentado por mis acciones pasadas y condenado a llevar la oscuridad en lo más profundo de mi ser.

En cada rincón oscuro en el que me sumerjo, siento el peso de mi pecado aplastando mi alma, recordándome que el arrepentimiento ya no es suficiente. Mi destino es seguir siendo un demonio, vagando por la eternidad con la carga de mis pecados, hasta que el último vestigio de mi humanidad se desvanezca por completo.

Continúo con la pluma temblorosa, sintiendo la necesidad de expresar lo que queda de mi agonizante conciencia. Mi existencia, enmarcada por sombras y remordimientos, me obliga a seguir compartiendo los oscuros recovecos de mi historia.

En mi soledad eterna, me pregunto si alguna vez hubo una oportunidad real de escape, si la redención fue solo una ilusión efímera que me arrebataron. Me atormento con la idea de que, en algún momento, pude haber detenido el torbellino de violencia y sufrimiento que dejé a mi paso. Pero ahora, todo eso se ha desvanecido en las brumas de un pasado irrecuperable.

Mi mente sigue siendo un campo de batalla constante, donde los fragmentos de humanidad se enfrentan a los demonios que habitan en mí. Mi arrepentimiento es genuino, y la tristeza me consume mientras pienso en las vidas que destrocé y en el dolor que sembré sin piedad. Pero, ¿qué puedo hacer ahora? ¿Qué sentido tiene el arrepentimiento cuando la redención es inalcanzable?

Soy un ser atormentado, atrapado entre la culpa y la impotencia, incapaz de escapar de mi propia naturaleza perversa. Cada atisbo de compasión es sofocado por la realidad de mis acciones pasadas, como una llama débil que se apaga en un mundo envuelto en tinieblas.

¿Es posible encontrar algo más que resignación en este estado de condena? ¿Existe algún propósito en esta existencia sombría? Son preguntas sin respuesta, interrogantes que se pierden en la vastedad de la oscuridad que me consume.

A veces, en momentos de lucidez fugaz, pienso en aquellos a quienes dañé. Me pregunto si hay alguna manera de enmendar lo irreparable, de restaurar la paz que les arrebaté. Pero mis pensamientos se desvanecen rápidamente, dejándome solo con la certeza de que no puedo ofrecerles nada más que un lamento impotente.

Así, me resigno a mi destino como un demonio sin esperanza. Acepto mi naturaleza corrupta y me enfrento a la eternidad en la que estoy condenado. Quizás algún día, en algún rincón remoto del universo, pueda encontrar una expiación que mi alma anhela desesperadamente. Pero hasta entonces, cargaré mi penitencia en silencio, sabiendo que soy un monstruo cuyo arrepentimiento nunca será suficiente para deshacer el mal que causé.

En las profundidades de mi ser, permanecerá el eco de un hombre roto, que anhelaba ser amado y valorado, pero cuyo camino se desvió hacia la oscuridad. Y mientras los días se desvanecen en la oscuridad de la eternidad, Restro, el demonio que alguna vez fue un hombre, se mantendrá en su perpetuo tormento, cautivo de sus propios demonios y condenado a portar las cicatrices de su trágica historia hasta el fin de los tiempos.

—Un verdadero monstruo.

—Oye, oye, ¿en serio te pusiste reflexivo? Siempre es lo mismo. Violas a una mujer y te quedas 30 minutos parado frente a ella, pensando. Por cierto, bonito creampie, aunque mi lindo y perfecto esposo los hacía mejores.

—Como sea. Vámonos, Nadia.

—Sí, sí.

Nadia mató a la mujer humana con una bola de fuego.

—Ahora sí, vámonos.

... Nadia... Yo fui obligado a convertirme en un monstruo, pero ella... Ella se convirtió en un monstruo por voluntad propia. ¿Y por qué? Por puro placer.

Al menos no soy el demonio más malvado en este lugar. Nadia me supera por mucho.

Ser capaz de incluso matar a su propio hijo si se lo ordenan... Esa mujer no tiene bondad en su alma.

(Pov- Daniel.)

Después de llorar por una hora en el baño, me cambio de ropa y salgo.

—Oye, Daniel, ¿realmente estás bien? Te ves mal.

Sonia se acerca a mí... Está preocupada por mí, y eso me hace sentir muy bien... y mal.

... Pero nunca olvidaré su engaño.

—Sí, poco, pero estoy bien... Gracias, Sonia.- Dije, con una pequeña sonrisa, fingiendo estar bien.

Pero la realidad es otra. Estoy completamente roto.

Me alejo de ella y estoy a punto de salir de la casa. Necesito aire fresco.

—Si preguntan por mí, diles que solo fui a caminar.

—Sí, está bien.

Salgo y me dirijo al castillo.

—Al primer demonio que derroté fue porque se confió y no me atacó seriamente, y el segundo lo ataqué mientras que él estaba distraído. Pelear con Restro me hizo darme cuenta de que los demonios son muy fuertes, atravesé su pecho con mi espada, pero parecía que no le afectó, incluso parecía que no le hizo efecto el hechizo de luz... Debo aprender a pelear mejor, debo saber cómo usar mis hechizos a la perfección... Y si vuelvo a ver a mi madre, debo... Debo matarla.

... Pero... ¿Seré capaz de hacerlo?

No lo sé.

—Snif, snif.

¿Alguien llora?

Volteé a mi izquierda.

No...

—Este mundo está muy mal.

Incluso este reino, teniendo un Rey tan amable, acepta esto.

Un pequeño niño esclavo, siendo azotado con un látigo.

Que asco.

—Muslar asio. Vels.

Me acerqué corriendo hacia el hombre que lo estaba golpeando y me paré a su lado.

Lo tomé de la muñeca, para impedir que lo siga golpeando.

—¡¿Y tú en qué te...?! ¡¿D-Daniel?!

Miré al pobre niño, con sus heridas sangrando.

Un pequeño niño de unos... 8 años.

... Este mundo me da asco.

—No te preocupes, niño, todo estará bien.

Porque yo te ayudaré.

Sí, porque es lo único para lo que soy bueno: para ayudar a otros.

Pero... nadie puede ayudarme a mí.

(País Delsmo.)

Monderfol está sentado en su trono, y la madre de Daniel y Restro están arrodillados frente a él.

Él simplemente asiente mientras escucha la información, pero no muestra preocupación ni miedo por la existencia de Daniel. ¿Por qué? Porque ya sabía que esto pasaría.

—Entonces es cierto, realmente hay un aventurero así. Lo que más me sorprende es que sea tu hijo.

—Lo siento, no sé por qué está aquí.

—La historia se repite, ¿eh? Era obvio que el Dios de este mundo los enviaría, pero esta vez fue demasiado pronto. ¿Habré cometido un error? Bueno, no importa demasiado.- Pensó Monderfol.

Monderfol se pone de pie.

—Dales un mensaje a todos los demonios: "No peleen con él, dejaremos de buscar las rocas por un tiempo."

—¿Dejaremos de buscarlas? Pero Daniel sabe en dónde están, debemos capturarlo para que nos diga.

—No, él no sabe en dónde están.

—Pero el hada me dijo que él sabía. Ella no mentía.

—Daniel le dijo que él sabía en dónde estaban las rocas para que te lo dijera. Básicamente no te estaba mintiendo y es por eso que sentiste que te dijo la verdad.

—¿Cómo está tan seguro?

—Es un presentimiento. Reúne a todos los demonios, diles que regresen al país y se reúnan conmigo.

—Lo haré.

Ellos se fueron del lugar, dejando solo a Monderfol, que simplemente sonrió mientras una pequeña risa salía de él.

—Daniel, ¿eh? El guerrero destinado a morir en mis manos. Una preocupación menos, quedarán 2.