09:34 am, martes, Estados Unidos, Illinois.
En una casa, en la última habitación del segundo piso, un chico dormía pacíficamente en su cama, con un hilo de baba escurrido de su boca. La habitación, ordenada y acogedora, estaba decorada con escritorios y armarios, y la ventana, cerrada con cortinas que bloqueaban la luz, ofrecía un refugio del mundo exterior. Cerca de la entrada, un baño se hallaba en un rincón, listo para su uso.
En una oscuridad abismal, un par de ojos carmesí brillantes emergieron repentinamente, iluminando tenuemente el entorno sombrío. Moments después, otro par de ojos verdes brillantes apareció a cierta distancia, como dos faros en la noche.
"Ya es hora de que despiertes... y... regreses..." Una voz femenina y angelical resonó desde los ojos verdes, su tono suave y envolvente transmitía una calidez que contrastaba con la frialdad del entorno.
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Luego de un silencio tenso, una voz masculina surgió de la dirección de los ojos carmesí. "Pronto... mi regreso... es inminente..." Esa voz, serena y llena de determinación, emanaba una confianza que parecía desafiar la oscuridad misma.
Ambos pares de ojos se observaron durante unos instantes, como si compartieran un secreto antiguo, antes de desvanecerse en la profunda penumbra.
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De repente, un movimiento en la cama hizo que las sábanas cayeran al suelo. Sentado en la cama estaba Kayn, un joven de 19 años, de 1,79 metros de altura. Su cabello negro como la noche caía en desorden sobre su frente, y sus ojos, de un rojo opaco, parecían brillar con una luz interna, revelando un trasfondo oscuro que solo él conocía. Vestía una camiseta que acentuaba su figura atlética, y en su rostro había una belleza que lo hacía destacar.
Kayn se sostenía la cabeza con una mano, su mente envuelta en confusión. "Otra vez... un sueño extraño. No entiendo su significado... supongo que no sirve de nada pensar en eso... por ahora."
Con ese pensamiento, se levantó de la cama y se dirigió al armario en busca de ropa. Tras seleccionar su atuendo, se encaminó al baño. Una vez allí, se lavó la cara y los dientes, y al quitarse la ropa, se sumergió en la ducha, el agua caliente arrastrando sus pensamientos oscuros y dejando solo la frescura del momento presente.
Al terminar de ducharse, se puso una camisa blanca, una corbata roja, un pantalón negro y unas zapatillas rojas que parecían brillar con un fulgor propio. Al salir del baño, comenzó a ordenar su cama, asegurándose de que todo estuviera en su lugar antes de agarrar su mochila y su celular, que descansaban sobre el escritorio.
Luego salió de su habitación, bajó por las escaleras y llegó a la cocina. Dejó su mochila en una silla y abrió la heladera, murmurando: "Mmm... algo ligero y delicioso... ¡ah, sí! Cocinaré esto."
Kayn sacó varios ingredientes y comenzó a preparar un desayuno que, sorprendentemente, rivalizaba con las creaciones de un chef profesional. Su habilidad en la cocina era notable, pero era la pasión lo que realmente lo impulsaba. Cuando su comida estuvo lista, sirvió un plato y se sentó a disfrutar de su creación.
"Um... está rico, pero aún me falta mejorar bastante," dijo Kayn, sonriendo mientras saboreaba cada bocado, su mente aún vagando entre los sueños de la noche.
Tras terminar de comer, lavó los platos y tomó su mochila antes de salir de su casa. En la puerta, levantó la mirada hacia el cielo, sintiendo los cálidos rayos del sol y la suave brisa del viento. "Un buen clima... para un buen día," murmuró, sintiendo una extraña conexión con el mundo que lo rodeaba.
Mientras comenzaba a caminar hacia la universidad, una sensación inquietante se apoderó de él, como si algo lo estuviera llamando desde las sombras. Sin embargo, continuó adelante, ignorando el eco de sus propios pensamientos que susurraban sobre el destino que lo aguardaba