La ñusta Vera continuaba su rutina diaria.
Todos los días iba hacia los campos de algodón y papa, ahí repartía agua a los jóvenes trabajadores, conversaba con las demás chicas y regresaba para unirse a la fiesta de cacería, en donde bailaría con el afortunado cazador, a veces acompañaba a un muchacho para recoger algunas hierbas cerca del rio. Pero en las noches, desaparecía en la oscuridad para entrenar. El jefe de tribu la esperaba con su lanza, los ejercicios eran muy pesados, varias veces se rompió uno que otro hueso, lo que hacia habitual su estadía en la casa de la abuela.
La lanza es un arma muy flexible y poco pueden ejercer todo su potencial, un buen maestro en la lanza puede arrebatar la vida a su enemigo tan rápido que su cabeza tocaría el suelo antes que su cuerpo lo sepa.
El entrenamiento con la lanza estaba dando algunos frutos, por ejemplo, los brazos delicados y frágiles se habían transformado en brazos fuertes y musculares y sus piernas largas se convirtieron en grandes apoyos, firmes y tonificadas. En general, todos la masa muscular de Vera había aumentado y fortificado por lo que ahora, si antes no lo era, era sumamente atractiva al ojo del hombre.
Mientras tanto Ymac, meditaba cada vez que podía, su trabajo en la tribu era la lavandería y la recolección de agua. El aislamiento social de la tribu fue menguado un poco debido al reciente acercamiento de la anciana hacia Ymac, pero eso no quitaba que la tribu no la ignore.
El estado mental de Ymac, se estaba recuperando poco a poco, pero el progreso era muy lento debido a que sus heridas son muy profundas. Ese sentimiento de urgencia sobre irse de la tribu estaba siendo contenido por sus sesiones en la laguna, pero después de dos semanas no parecía disminuir.
Los días fueron pasando, al igual que las semanas, pronto la estación cambió y el frio se apoderó del ambiente. Los grandes animales hacía tiempo que comenzaron a hibernar, mientras que los pequeños no saldrían de sus agujeros fácilmente.
Así pues, mientras las actividades de la tribu menguan para adaptarse al frio. Un mal asecha entre las sombras, acercándose sigiloso para causar una herida mortal.