—¡Un gusto conocerla señorita Karol!
— ¡El gusto es mío José! Gracias por invitarme a su casa.
Él sonrió de oreja a oreja.
—No agradezca señorita. Yo debería agradecerle por aceptar mi invitación. ¡Es usted una escritora muy talentosa!
—¿De verdad lo cree?
—Sí. Tenía tiempo que no recibía un manuscrito con tanta intensidad, su libro contiene un mensaje muy importante.
—Por supuesto. Creo que cada escritor expresa algo suyo a través de sus letras.
Yo me había puesto una falda tableada, una blusa blanca y un collar delgado. Me sentía cómoda. Ángel escuchaba la conversación. Estábamos sentados en la terraza del señor José. ¡Su casa era bonita!
—Déjeme preguntarle algo personal.
—Por supuesto. Pregunté.
José era un hombre mayor. Quizá y hasta tenía la edad de Samuel, el padre de Ángel. Su forma de hablar era muy cordial y me transmitía mucha calma.
—¿Tú eres la chica de esa historia?
Había una sonrisa en mi rostro.
—Es la historia de mi vida.
Parecía sorprendido.
—¿Por qué decidiste contar tu vida? Con todo respeto digo, es una historia dura, pero con un final muy grato.
—Pues verá. Quiero que la gente vea que es uno quien decide qué rumbo darle a su vida. Es verdad que me han etiquetado y ofendido más de una vez, muchas veces fui la mujerzuela de muchos hombre y el sufrimiento es algo que no le deseo a nadie; pero jamás he permitido que una posición alta, el dinero o toda esa gente engreída, o toda esa gente que no comprende mi situación, me quieran hacer sentir mal. ¡Las opiniones ajenas no deben definir nuestra felicidad! Y quiero que los lectores comprendan eso. Todos pasamos por dificultades, tenemos problemas y dolores. Aun así se puede ser feliz, a pesar de tener un pasado difícil.
José parecía muy contento con mi respuesta.
—¡Eres conmovedora! —y comenzó a aplaudir.
Su gesto me sorprendió.
—No tanto. Solo soy una chica común.
—A eso me refiero. No eres una chica engreída. Pues hija, te deseo el éxito. Y mira. Te tengo una sorpresa.
¿Una sorpresa?
—Ah, no se preocupe, estoy bien así.
Él llamó a su mayordomo, quien a su vez, le trajo un estuche de piel color negro. Me lo entregó a mí.
—¡No puedo aceptarlo! ¿Cómo creé?
—¡Por favor! Es tuyo.
Ángel me miraba con atención. Asintió como gesto de ánimo. Tomé el paquete. José me miraba con mucho detalle.
—¿Lo abro? —Pregunté indecisa.
—Adelante.
La piel era suave. Había un broche de color plata con forma de una flor. Lo alcé y abrí el empaque. Por dentro estaba forrado de terciopelo y entonces lo vi. Justo conmigo estaba mi pasado.
—¡Muchas gracias! —Dije emocionada.
—No me agradezcas, para mí ha sido un gusto poder ayudarte con este proyecto. Ángel es quien ha hecho bastante para la impresión.
Seguramente que sí, Ángel siempre estaría dispuesto a ayudarme por completo.
—¿Te gusta?
Mi angelito se acercó a mí. Yo aún no podía creer que esto me estuviera pasando. Mi libro, mi historia, mi vida y todo mi pasado estaban justo en mis manos. Una portada muy bonita, dos siluetas con muchas flores y el título muy conmovedor.
—Por supuesto. ¡Gracias por tanto!
—No es nada. Tú sabes que te quiero.
¿Lo sabía? Más que saber yo misma lo estaba comprobando.
—Mi buen amigo me dijo que este proyecto era algo importante, pues es para una chica especial —dijo José.
¿Me consideraba especial? Un año atrás nada de esto hubiese pasado si yo misma no hubiese querido correr el riesgo de intentar las cosas. ¿Escapar o quedarme? ¿Ser prostituta o no serlo? ¿Mujer o mujerzuela? ¡Mi nombre es Karol! Soy esa mujerzuela que a tu cuerpo el placer le doy. Soy una sonrisa fresca y una opinión fuerte. No me da miedo lo que diga la gente y casi siempre trato de olvidar aquellas cosas que no me ayudan a crecer. ¡No estoy para sufrir con el pasado!
Después de cenar en casa de José, teníamos que regresar a casa. Le pedí a Ángel que fuéramos al parque del arte. Así que fuimos por la noche y estaba muy tranquilo. Le tomé del brazo, no hacía frío pero al tocarle el brazo sentía escalofríos. ¡Escalofríos de los buenos!
—¿Quiero preguntarte algo?
Asintió.
—Dime.
—¿De qué trata la vida?
Sus ojos se pusieron curiosos.
—De muchas cosas.
—¿Por ejemplo?
—De amar, disfrutar, sonreír, llorar, maldecir, sufrir, superar, festejar y hay muchas otras cosas.
—¿Te gusta tu vida?
Lo puse a pensar todavía aún más.
—Sí, me gusta. Dicen que lo tengo todo, pero la vida no se trata de tenerlo todo y ya. Vivir es tener lo necesario y disfrutarlo con tus seres queridos.
Me gustó su respuesta. Ángel era muy bondadoso.
—¿Me quieres en tu vida?
Nos detuvimos.
—Ya estás en mi vida.
Era cierto. Sonreí un poco sonrojada. Me gustaba mirarlo y ver qué su mirada me correspondía. ¡Se sentía muy bonito saber que alguien me miraba con ternura!
—¡Gracias por dejarme subir ese día en tu camioneta! Tal vez nuestras vidas hubiesen sido muy diferentes de no ser por aquel gestó tan bueno por parte tuya. ¿Cómo fue que tú pasaste por esa calle en un momento como ése?
Bajo su mirada, se aclaró la garganta.
—Pues resulta que ese día se cumplían dos años desde que Daniela y yo rompimos.
Me sorprendió escucharlo.
—Yo había ido al lugar donde nos habíamos comprometido. Necesitaba deshacerme del anillo de bodas que iba ser de ella. ¡Lo tiré en la presa! Había rentado una lancha y lo deje caer en el agua. El lugar se llama Tenango de las Flores, es un lugar muy bonito. Cuando intenté regresar a casa tuve mucho retraso porque la carretera principal estaba obstruida por un deslave de tierra. Así que busque alguna otra ruta. La calle donde te encontré formaba parte de esa ruta y en ese momento mis pensamientos solo apuntaban a una pregunta ¿Qué pasaría conmigo y mi corazón roto? Daniela me había roto en mil pedazos y después de tanto tiempo comenzaba a pensar en la posibilidad de un futuro sin ella. Minutos más tarde de haber pensado en una pregunta como esa, tú te impactaste con mi camioneta y me pediste ayuda. La verdad pensaba rechazarte porque el lugar no se veía muy agradable, pero cuando vi que ese hombre te perseguía supe lo que tenía que hacer. Pensé que tal vez tenías problemas en casa y cuando me dijiste sobre tu pasado, me sentí comprendido de alguna forma. ¡Sentí que tú y yo teníamos algo en común! Percibí que tenías el corazón roto y eso era algo en lo que ambos nos habían golpeado muy feo. Aunque me pediste dejarte en esa gasolinera, me sorprendió tanto el hecho de saber que estabas dispuesta a sobrevivir tu sola, sin ayuda de nadie. Yo necesitaba a alguien como tú en mi vida. ¡Eres increíble! Por eso no te deje ir, porque sabía que ambos podríamos ayudarnos de muchas maneras. Tus escritos son mi ancla a la felicidad. Me haces ver aquellas cosas que desconozco de mí.
Así que en ese momento él estaba luchando por comenzar a sanar. Corazones rotos hay muchos; dispuestos a sanar, pocos.
—¿Consideras que tu corazón sigue roto?
—No. Mi corazón está bien.
De pronto un cosquilleo suave y curioso se presentó en mi interior. Mi huracán emocional había desaparecido y ahora me sentía lista.
—Eso me da gusto por ti. Sé que ambos hemos pasado por muchas cosas diferentes pero difíciles. ¡No es nuestra culpa que la gente no tenga buen corazón! Y aún a pesar de todo, los dos estamos logrando tantas cosas increíbles. Sin ti mi vida, no sé, no sería buena como ahora.
—No, pues ambos lo hemos logrado. Mi vida también es buena gracias a ti.
Sonreí. Nos estábamos mirando en ese momento.
—¿Me quieres?
—Si.
—¿Cuánto me quieres?
—¡Mucho!
—¿Y cuánto es mucho?
Se puso a pensar. ¿Alguna vez imaginé estar frente a un hombre como él? Por supuesto que no. Dicen que los hombres más dulces y tiernos viven en los libros. Ángel era un hombre de novela romántica, solo que mi vida le daba un toque triste a su personalidad. ¡O al menos eso pensaba yo! Los dos vivíamos en un libro ajeno.
—Dejémoslo en mucho. Tal vez podría usar un número o alguna palabra para decir cuánto te quiero, pero estaría limitando mi amor por ti y en verdad te lo digo, mi amor por ti no tiene límites.
¡Ay que bonito! ¡Mi vida! Por supuesto que eso me hizo emocionarme por completo.
—¡No hay límites!
—No hay límites.
Me puse pensativa. Sus ojos me miraban con atención.
—¡¿Qué?! —Preguntó curioso.
Seguía mirándome, su atención era yo. ¿Este era el momento para confirmar mi primer amor?
—Lamento decirte que si tiene límites. O al menos por el momento si hay un límite.
—¿Cuál límite?
—Te mostraré. Aunque cuando te muestre, aquel límite dejara de existir.
—¿Cómo es posible?
Sin despegar nuestras miradas, subí mis manos hasta sus mejillas. Su piel estaba tibia y dentro de mí la sensación más agradable se desencadenó por todo mi ser ¡Estaba emocionada por lo que iba a hacer! En un solo movimiento le atraje hasta mi cercanía, me puse de puntitas y entonces cerré los ojos. Dejé que nuestros labios se unieran en un beso. ¡Un besote! Era suave, cálido y muy agradable. Mis dedos se resbalaban por su piel y sentí como sus brazos me apretaban a su cuerpo.
Interrumpí el besó.
—¡Ahora puedes decir que ya no hay límites!
Le hice un gesto con mis cejas. Su mirada parecía complacida. No pude evitar sonreír.
—¿De verdad lo hiciste?
—¿Tú qué crees?
—Podrías repetirlo.
Lo volví a besar. Esta vez más despacio, más tierno y como si tratáramos de intercambiar secretos. Sus labios suaves sobre mis labios heridos. Sentí como mordía suavemente mi labio inferior.
—¿Y bien?
—¡Te amo!
—¡Yo también te amo!
¿Qué más podría decirle? Siempre solemos resumir muchas emociones y acciones con un simple "te amo". ¿Hasta qué grado lo amaba? Ángel era el hombre que nunca imaginé tener y que ahora tengo. Sus brazos, fuertes y suaves me sostenían y acariciarle el rostro era algo que me hacía sentir muy bien. ¡No podía ponerle límites a mi primer amor! Este era el momento de poder experimentar aquello que nunca había hecho.
—¿Quieres ir a casa?
—¡Esta bien!
De pronto comienzas a imaginar un montón de ideas y pensamientos. Más que nada, vienen a ti pensamientos acerca del futuro. ¿Una vida juntos? ¿Compañía? ¿Matrimonio? ¿Vacaciones? ¡Y un montón de posibilidades! Si. Eso pensé mientras regresábamos a casa. ¿Ahora éramos novios? Pensé en la letra de la canción de Raylen, la de Cómics Viejos.
—¿Somos novios? —Me preguntó él.
Estábamos frente a un semáforo en color rojo.
—Eso creo.
Sonreí.
—Dame tú mano.
Su tacto me hizo sentir un cosquilleo en la barriga. Puso mi mano sobre la palanca de velocidades y su mano me cubría.
—¿Esto es seguro?
—Por supuesto.
—No quiero que te distraigas mientras conduces. ¡Nos vaya a pasar algo!
—¡Tranquila!
De pronto me di cuenta de que lo mío no eran las caricias o el afecto cursi que se suelen mostrar los enamorados. ¡Lo mío era diferente! Un amor menos expresivo, pero sincero.
***
—¿Cómo están las cosas? —Le pregunté a Alán.
—Bien. Se supone que el bebé nace a finales del próximo mes.
—¿De verdad?
—Sí.
—Pues que bueno, me da gusto.
—¿Vendrás a tu casa?
—No. No lo sé.
—Mañana regresaremos al pueblo. Víctor vendrá con nosotros.
—Está bien. No hay problema.
Ya no sabía que más decirle.
—Papá quiere verte.
—De pronto me haces recordar cosas. Tú sabes que no tengo papá.
—Lo sé. Pero...
—¡Váyanse con cuidado! Estamos en contacto.
¡No quería ver a mi padre! Me sentía molesta de solo pensar en él. ¿Tenía razón en estar molesta con él? Quizá y no había recordado bien las cosas del pasado.
—Está bien. Entonces te llamo después.
—Claro. ¡Por supuesto!
Esa noche estuve pensando en todo. Hace casi un año que yo había logrado escapar del prostíbulo. Conocí a un hombre millonario que me quiere y no solo eso. También descubrí que tengo más pretendientes de los que yo podía imaginar. ¡Si! Yo ya no era la prostituta, la mujerzuela, el placer de los hombres sucios. ¡Todo era diferente ahora! Me había convertido en una mujer diferente, con un futuro agradable y un sueño bonito. Era como si las cicatrices comenzaran a florecer entre botones y corazones.
A la mañana siguiente amanecí con los pensamientos inquietos. Fui al sanitario. Hice lo que tenía que hacer, me cambié y salí con la copia de mi libro en la mano. Ángel estaba en el comedor, íbamos a desayunar.
—¿Piensas salir?
—Sí, yo. Pensé en ir a despedirme de Víctor.
Me miró de forma curiosa.
—¿Víctor se va?
—Sí. Regresara al pueblo. Supongo que mamá lo quiere de vuelta.
—¿Y tú?
—¿Yo qué?
—Tú no regresaras con tus padres ¿o sí?
—No. Yo solo iré a despedirme de Víctor.
—¿Desayunaras?
—No tengo mucha hambre.
—¡Espérame! Te llevó.
Solo le di tiempo para que terminara de beber su jugo de naranja. ¿Fue extraño que no le diera beso de buenos días? Para mí no. Lo que pasa es que no estoy acostumbrada a esas muestras de afecto o cariño.
—Hoy iremos a una boda de alguien importante.
—¿Quién se casa?
—El hijo de unos amigos de mis padres. Se casará aquí en una hacienda que está como a una hora de nosotros.
—Suena muy bien.
—Ahí te podré presentar como mi novia.
Me sorprendió. ¡Su novia! Nos detuvimos en un semáforo en rojo.
—¿Te gusta que sea tu novia?
—¿Tú qué crees? ¡Por supuesto! Me siento muy feliz.
Por las mañanas, su mirada tenía un brillo peculiar. Sus labios se curvaron en una sonrisa y yo me atreví a romper su sonrisa con un beso. El semáforo se puso en verde.
—Perdón si no suelo ser muy romántica con mis expresiones. Lo que pasa es que no estoy muy acostumbrada a cosas así como el tomarnos de la mano, hablarnos con apodos cursis o llamarnos "amor" todo el tiempo. No estoy acostumbrada a esas cosas, pero eso no significa que yo no te quiera. ¡Te quiero y tal vez no necesito comportarme de cierta forma para poder demostrarlo!
—Está bien. No hay problema, yo sí suelo ser detallista. Supongo que así se equilibrara nuestra relación. Yo el lado emocional y tú el lado mental.
Asentí. Me gustaba que nuestras pláticas eran sinceras y siempre llegábamos a un acuerdo.
Al llegar a mi departamento, Ángel quiso tomarme de la mano. Seguíamos afuera, su mirada me hizo sonrojar.
—¿Estás nerviosa?
—No mucho.
La probabilidad de que mis padres estuvieran dentro era alta. Puse mi mano en la perilla de la puerta, inserte la llave y abrí. Me sorprendió mucho ver qué todos estaban en el comedor, desayunando como una familia.
—¡Buenos días Karol! Pensé que no ibas a venir.
Víctor fue el primero en saludarme.
—¡Buenos días! Obviamente tenía que venir a despedirme de ti.
Víctor se quedó mirando fijamente la unión de nuestras manos. Una sonrisa pícara apreció en su rostro.
—¿Es tu novio? —Preguntó al instante.
Todos se giraron a mirarnos con atención. Los ojos de papá se cruzaron con los míos, sentí un poco de dolor.
—Así es. ¡Somos novios! —Le respondió Ángel.
Su pulgar se movió sobre mi piel.
—¡Ahora tengo un cuñado! —Mi hermanito estaba muy emocionado.
Hubo algunas risas. Alán me hizo un gesto chistoso en forma de felicitación. Le sonreí. Julia se veía tranquila al lado de Carlos.
—Sí, pues ahora tienes un cuñado.
Víctor se levantó a toda velocidad de su silla y corrió a abrazar a mi novio. Ángel se sorprendió, pero al final acepto el abrazo de mi hermano. Mis padres intentaron ponerse de pie, no quería que ellos se me acercarán. Sus miradas eran algo desconocido a mí.
—Yo solo vine a despedirme de ustedes. Espero que tengan un buen viaje.
Alán miraba con atención, mi novio me tomó de la mano.
—¡Hija! —Llamó mi madre.
Sentí un poco de tensión en ese momento. Pensé unos segundos, aunque me habían tratado muy mal, aun con todo el dolor de mi corazón decidí que yo no sería igual que ellos. Mamá tendría mi historia. Le di el paquete que llevaba en la mano.
—¡Quiero que leas esto! —Y le di la primer copia de mi libro.
Ella se sorprendió.
—¿Qué es?
—¡Es mi historia! La historia de lo que un día fue tu hija.
Se me hizo un nudo en la garganta, sentía que en cualquier segundo me desparramaría en llanto.
—Karol.
—¡Adiós!
Me di la media vuelta y comencé a caminar hasta la puerta. Ángel me seguía y una vez afuera en su coche, me solté a llorar. ¡Esta vez no pude aguantar! Me sentía muy terrible. ¿Cómo podría yo perdonar la crueldad con la que mis padres me trataron desde niña? ¿Podría permitirme dejar de sentir rencor hacia mis padres?
—¡Tranquila! Yo estoy aquí.
La mirada de Ángel me hizo sentir reconfortada. Me seque las lágrimas.
—Lo sé. Me da gusto que estés aquí conmigo. ¡Gracias por estar apoyándome! No me siento sola.
Me tomó de las manos y las acercó a sus labios. Me besó tiernamente.
—¡Ánimo! Hiciste lo correcto.
¡Por supuesto! Me dolía aún el hecho de saber todo lo que había pasado en mi familia. Tenía coraje y odio, incluso llegué a pensar varias veces en terminar con todo esto. Pero descubrí que yo no podía ser igual que el mal trato de mis padres. ¡Necesitaba ser mejor que ellos! Me obligaría a olvidar sus errores para poder sanar.
Think About It de JOY. Empezó a sonar mientras Ángel conducía.
***
En la noche la gente rica solía beber vino y whisky. La mayoría de las personas venían vestidas de forma muy elegante. La pista de baile estaba un poco ocupada. Ángel y yo habíamos bailando algunas canciones, nos estábamos divirtiendo muy bien. ¡Éramos novios después de todo! ¿Apresurado? Supongo que no. Aunque una persona no describa hasta el más mínimo detalle de su sentir, eso no significa que no tenga corazón para amar. ¡Que es cierto! Quería guardar mi primer amor hasta sentirme capaz de darlo. ¿Por qué con Ángel? Porque con él me siento yo misma y no tengo miedo a que me juzgue por mi pasado. Su bondad me comprende.
Después de un poco de baile, ahora me encontraba frente al espejo del sanitario. Acomodé un poco mi vestido, era de color lila y resaltaba muy bien mi figura.
Salí del sanitario.
—¿Cómo estás? —Llamo él.
Me gire a mirarle.
—¡Estoy bien! ¿Y tú?
Germán se acercó se a mí.
—Se ve que estás bien. Digo, ahora que tu noviazgo con Ángel es formal. ¿Qué se siente?
Su mirada trataba de amedrentarme.
—¡Se siente muy bien! Gracias por mostrar interés y estar al pendiente de nosotros.
—No querida, no es interés. ¿Qué tuviste que hacer para que él terminara haciéndote casó? Adivinare. ¡Sexo! Todas las noches. ¡Que lastima que ahora ya no estés en servicio! La pasamos muy bien aquella vez.
¡Hay gente que nunca va a cambiar! ¿Deberíamos tratarla bien?
—¡Qué lástima que existan hombres como tú! Desgraciados, pervertidos y muy podridos. ¡Me importa una mierda tu opinión!
Mi respuesta le impacto. Una sonrisa estúpida apareció en su rostro, se mordió el labio.
—¿No te gustaría volver a estar conmigo?
Me acerque a él, estábamos en una fiesta. Sin despegar mis ojos de los suyos, le di una bofetada con todas mis fuerzas.
—¡Viejo cochino!
Comencé a caminar pero él me tomó de la mano. Apretó la parte equivocada de mi brazo.
—¡Suéltame!
El alboroto no se hizo grande porque estábamos afuera en el jardín.
—Me divorcie de mi esposa y ahora puedo hacer lo que quiera con quién yo quiera. ¡Te deseo!
¿Se había divorciado? ¡Pobre de su esposa!
—¡Pues yo no te deseo!
Su boca intento acercarse a mis labios, su mano se aproximaba a tocarme el pecho. ¡No lo iba a permitir! Aplique mis conocimientos en defensa personal. Le doble el brazo, golpeé su cara y terminé rompiendo su hombría con una patada en los testículos.
Mi respiración estaba agitada y un dolor apareció en mi cabeza. Germán se estaba retorciendo en el suelo. Yo intentaba aclarar mis emociones.
—¡Maldita! —Gritó él.
—¡Maldita tu vida! Viejo cochino. ¡Nunca te me vuelvas a acercar!
Comencé a caminar para poder entrar al ambiente fiestero. Pero, no pude. Su mano tiro de mí, gire rápidamente y me impacto con su cuerpo.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Eso mismo te iba a preguntar yo.
Marlon me miraba con curiosidad. Germán comenzaba a ponerse de pie.
—Pues estoy en esta fiesta, vine con mi novio.
—¿Tu novio? ¿Ahora es de verdad?
—Sí. ¿Tú que haces aquí?
—Pues casualmente salí a tomar aire y te vi golpeando a ese hombre.
—Ese hombre es un estúpido.
—Parece que le tienes mucho rencor.
—No es rencor. ¡Simplemente no tolero su actitud! Resulta que una vez fue al prostíbulo y tuvimos sexo. ¡Nunca pensé encontrarlo aquí! Me entere que era casado y me había estado insinuando que quería sexo. Esta es la segunda vez que se quiere pasar de listo conmigo y estoy harta de sus porquerías. ¡Le di su merecido!
Él comenzó a reírse un poco, yo no le veía lo gracioso. Vestía un traje negro, una corbata de moño y su barba le hacía ver muy atractivo.
—¿Quieres que me encargue?
—Sí. Pero déjalo que se recupere. Después le das su merecido.
Caminamos hasta sentarnos junto a una jardinera frente a una fuente.
—¿Y tú qué haces aquí?
—Es la boda de mi primo.
¿Cómo era posible? ¿Él también tenía familia aquí? ¡Por supuesto! Román me había dicho que antes de trabajar en el prostíbulo, vivía por aquí cerca.
—Entiendo. Yo no sabía que era familiar tuyo.
—Si. Yo recién me enteré. En fin. ¿Cómo has estado?
—He estado bien. Un poco emocionada porque ya se empezó a publicar mí libro. Y también he estado molesta algunos días. Resulta que mis padres nunca sintieron cariño por mí y mi familia es un desastre. ¡Qué pésima situación! La verdad, he estado luchando por encontrar mi estabilidad emocional y pues ahora tengo novio. Todo parece ir arreglándose poco a poco.
—¿Y dónde está el?
—Él está esperándome en la mesa. Tuve que salir al sanitario.
—¿Es celoso?
—A veces.
No pude evitar sonreír al recordar lo celoso que puede ser Ángel.
—¿Lo amas?
—Sí.
—No pareces muy afectuosa cuando estás con él.
Así que nos había estado observando.
—Marlon. Por supuesto que lo amo. Quizá yo no parezca la chica cursi que se desvanece cada vez que le hablan bonito. ¡Tú me enseñaste a guardar lo más profundo de mi ser! Y por eso ahora me cuesta trabajo ser afectuosa, no solo con él. Con casi todos.
—¿Yo te enseñe?
—Me enseñaste muchas cosas.
—¿Cómo que cosas?
Suspiré.
—Me enseñaste a ser mujer. Aprendí a dar placer y a fingir que estaba disfrutando aunque el sexo no me hiciera sentir nada. Pero principalmente, contigo aprendí que el amor es algo que no se le da a cualquiera.
—¿El amor? ¿Llegaste a sentir algo por mí?
Me reí.
—Llegué a sentír todo de ti. Tu cuerpo, tu respiración, tu sexo, tus manos, tu espalda, tu pecho, tu boca y esa forma tan seria de tratarme. ¿Sentí algo por ti? ¡Me hiciste sentir muchas cosas! Y un día me dijiste que me fuera, que no volveríamos a vernos y eso paso. ¿Era amor? No podría definirlo así, pero te digo algo, si sentía cosas por ti.
—¿Me guardas rencor?
—Ya no. Al principio me costó mucho trabajo asimilar que mi vida estaba encadenada a ti, a un burdel y a la falta de afecto. Después me obligue a ser fuerte y no deje qué nada me hiciera sentir inútil.
—¡Lo siento! Yo no fui capaz de descifrar por completo tus sentimientos. Perdóname si te hice creer que no me importabas. ¡Tú me importas mucho!
—Esa noche en qué me despediste, me dijiste que no podías seguir conmigo. ¿Por qué me dijiste que no podía seguir contigo?
Se puso a pensar unos segundos. Me tomó de la mano y la acercó a sus labios. Planto un beso tierno.
—Porque en un prostíbulo no puedes permitirte un lujo tan valioso como lo es el amor. Lo dijiste minutos atrás, vivir en un burdel y terminar amando a alguien. ¡No es algo agradable para ambas partes!
¡Quedé estupefacta! Coincidía con él en todos los sentidos.
—Tengo curiosidad sobre una cosa.
—Dime.
—¿Qué sentiste cuando yo llegue al prostíbulo?
Sus ojos se admiraron por mi cuestión. Yo le miraba con mucha atención.
—Me sorprendió verte en mi burdel. Resultaba ser que esté hombre me debía algo de dinero y dude en aceptar su propuesta de recibir a una chica como pago. Aún recuerdo que llegaste dormida, el hombre te llevaba en sus brazos y tus labios estaban entreabiertos. ¡Te veías muy bonita! Pero solo eras una chiquilla. Me llegué a preguntar en qué me podrías ser útil porque después de todo no pensé que fuera justo para ti el estar al público a una edad tan temprana. Te cargué entre mis brazos y te lleve a tu habitación. Sé que esa habitación no era muy amplia, pero era la mejor habitación que podía darte. Al instante le pedí a Román que te cuidara. ¡Sentí cierta preocupación por tu bienestar!
Escuchar aquella historia me hizo sentir que yo de verdad le preocupaba a Marlon.
—¿Román es tu hermano?
—¿Por qué lo preguntas?
—Me dio curiosidad.
—Siempre tan curiosa. ¡Pues sí! Román es mi hermano de sangre. ¿Lo has vuelto a ver?
Asentí. ¡Era verdad entonces!
—Él me encontró y nos vemos de vez en cuando. ¡Es mi amigo!
Meditó en mis palabras por algunos instantes.
—Pensé que vendría a la boda.
—¿Estas en comunicación con él?
—No realmente.
—Eso lo explica todo. Román salió de viaje por lo de su trabajo.
—¿Alguna vez pensaste en él de forma diferente?
—¿Diferente?
—¿Le llegaste a querer?
Bajé la mirada unos segundos.
—Sí. Al principio. Pero después llegué a verlo como mi amigo, la verdad me costó mucho trabajo aclarar mis emociones respecto a él.
—Entiendo. Y bueno, entonces ¿ese millonario es tu novio?
—Sí. Es mi novio.
—¿Y de verdad lo amas?
Su pregunta era profunda. El tiempo había pasado rápido, conocer a Ángel fue algo sencillo, pero quizá, conocerme a mí era algo complicado.
—Por supuesto. Y seguiré aprendiendo a amarlo, porque creo que de eso se trata. Conoces a alguien, te flechas, luego le confiesas tus sentimientos y cuando por fin te corresponden, ambas partes seguirán descubriendo y aprendiendo a quererse.
—¿Te casarías conmigo?
—¿Contigo? ¡Tengo novio!
—¿Y si no lo tuvieras? ¿Te casarías conmigo?
—¡Tal vez! Pero tú pregunta en estos momentos no tiene mucho sentido. Creo que tuviste varias oportunidades. Incluso yo pensé que tú... ya sabes... pensé que tú me querías. Pero el tiempo pasó y la vida ha cambiado para ambos. Todo es diferente, aunque quieras intentar cambiarlo. ¡No estamos en el prostíbulo!
En su mirada pude notar que intentaba asimilar las cosas. Yo lo estaba rechazando y él parecía sentirse un poco desdichado. ¿Era momento de despedirnos?
—Creo que es momento de irme. Yo. Mañana volveré a Tlaxcala por algunos días. Después de eso, volveré a estar por estos rumbos.
—Oh está bien. ¿Nos volveremos a ver?
—Probablemente alguna vez en el futuro. Si necesitas algo, no dudes en llamarme.
—Deseó que tengas un buen viaje.
—¿Estaremos en contacto?
—Sí, estaremos en contacto. De vez en cuando.
Superar las cosas es algo complicado. Implica mucho tiempo, energías y fuerzas. Horas hablando, llorando, aguantando y recordando. Pero al final depende de nosotros el llegar a superar las cosas. ¡No estamos pa' llorarle al pasado! La plática con Marlon me hizo sentir un poco mejor. ¡Si me quería después de todo! ¡Ni modos! Yo tenía a Ángel y Marlon, alguna vez fui suya.