El tono de llamada de mi celular me despierta rápidamente. Abro los ojos de golpe y está oscuro. La pantalla está encendida, son las tres de la mañana y es una llamada de Alán. No tenía mucho que ellos habían vuelto al pueblo.
—¿Qué pasó? —Pregunté medio adormilada.
Su respiración retumbaba con la bocina del teléfono, sonaba agitado.
—¡Karol!
Se quedó callado. No decía nada y eso me inquietaba.
—Papá murió está noche. Lo mataron.
¡Lo mataron!
—¿Qué? ¿De qué hablas?
—Lo mataron. Al parecer le debía mucho dinero a don Clemente.
¡Ese nombre! ¡Ese hombre! Fue él.
—¡Lo siento, yo...!
—¡Te necesitamos! Mamá te necesita, Víctor te necesita y yo también. Sé que las cosas entre papá y tú no eran las mejores. Pero...
—Pero él ya está muerto y esas cosas no importan. ¿Qué podría yo hacer? ¿Revivirlo? ¡Nada de eso!
Suspiré. ¿Cómo puedes arreglar el pasado con un muerto? Los muertos están muertos y no pueden escucharnos.
—¿Puedes venir? Mamá está destrozada y Clemente amenazó con matarnos. ¡Por favor! ¡Ayúdanos!
¿Ayudarlos? ¿Y quién me ayuda a mí? Yo no soy de piedra, también siento y duelo. ¿Quién me ayuda? ¿Matarlos a todos? Pero si esa deuda se había pagado por completo hace muchos años antes.
—¿La deuda no se cubrió?
—No. Doscientos mil pesos. Eso nos está pidiendo para que nos dejen vivir.
¿Y qué clase de personas son esas? Condicionan la vida, le ponen precio y hasta comercian con ella. ¡Qué malditos! ¿Cómo podría yo ayudar a lo que queda de mi familia?
—¡Lo siento! No puedo ayudarlos.
Colgué.
Mirando en la penumbra de mi habitación la inquietud me abrazó. ¿Pero qué estaba pasando? ¡Tantas cosas que nunca pedí! Suspiré. Necesitaba de un abrazo en este momento, me mordí los labios y comencé a pensar. ¡Reprimí mis emociones más canijas! Mi corazón dolía y mis ganas de llorar eran muchas. ¿Ayudarlos? ¿Arriesgarme? ¿Cómo ir? Ángel no podía verse involucrado en algo como esto y yo no quería que le fuese a pasar algo terrible por culpa de mis problemas familiares. ¡Todo esto era peligroso! ¿De verdad los iba a matar? ¡Tantos errores de mi padre! ¿Víctor me necesitaba?
Entonces lo recordé. Una porción de mi pasado regreso a mí y todo cambio. ¡A pesar de tantos errores de la humanidad, aún quedaba un poco de bondad en algunos corazones!
Decidí llamarle por ayuda.
***
Mientras él conducía por la carretera, los nervios se hacían presentes en mí. Me temblaban las manos y mi corazón latía rápidamente.
—¡Todo saldrá bien!
—Eso esperó. La verdad no entiendo porque decidí venir, pero aquí estoy. ¿Qué puedo hacer para evitar esos problemas?
Era de noche aún y todo el cansancio desapareció de mí.
—Necesitas ser inteligente.
—¿Inteligente? ¿Cómo?
Se giró a mirarme por algunos segundos.
—¿Recuerdas cuando quemaste el prostíbulo?
Me quedé impactada. ¿Cómo lo supo? ¿Román le dijo?
—Yo...
—¡Tranquila! No estoy molesto contigo. Después de todo, ahora me está yendo mejor que antes con esto de mi agencia de guardaespaldas y eso es gracias a ti.
¿De verdad?
—Yo no sabía, Marlon en verdad...
La velocidad disminuyó gradualmente y nos detuvimos a plena oscuridad nocturna.
—¿Por qué decidiste escapar?
Ahora podía contemplarme mejor. Pensé en su pregunta.
—Porque no quería seguir encadenada a una vida como esa.
Me miró de forma curiosa. Me estaba mostrando compasión.
—¿Y quieres que tu familia viva encadenada a una vida como esa?
—Yo, no lo sé.
—El hecho de que estemos aquí, a punto de llegar a ese lugar donde vive tu familia, indica que no quieres lo mismo para ellos. ¡Los quieres aún a pesar de todo! ¿Tienes miedo?
—No.
—¿Quieres llorar?
—Un poco.
—¿Eres débil?
—No.
—¿Eres fuerte?
—No.
—¿No?
—¡No!
Quería regresar a mi cama y desear que las cosas entre mi familia estuvieran bien.
—Esto es lo que se. Karol. La chica que fue una prostituta, la escritora, la chica que está frente a mí es el resultado de vivir entre dolor y sufrimiento. Sueles doler, sufrir, lamentar y hasta enojar. Pero también eres capaz de muchas cosas más. Karol, tú eres valiente, fuerte, una guerrera, una inspiración y una chica que no tiene miedo. ¡Quemaste mi burdel y lo lograste sola! Lograste dejar una vida oscura y te convertiste en la luz de un mundo diferente. ¡Eres ese mundo que tu familia necesita! Y yo te ayudaré a salvarlos. ¿Continuamos?
Después de todo parecía que Marlon era bueno dando ánimo.
—¡Continuemos!
Y justo antes de qué comenzáramos a avanzar, se acercó a mí de forma rápida. Sus ojos mirando mis ojos, sus labios entre abiertos y me besó. Un segundo. Dos. Tres.
—¡Necesitaba hacerlo! Aunque sea una última vez. ¡Si te quise! Y no sabes cuando me duele saber que ya no te tendré de forma completa.
Él continúo conduciendo.
Casi eran las seis de la mañana cuando llegamos al pueblo. Las calles estaban vacías, dejamos el auto en casa de Julia y caminamos hasta la casa de mis padres. Atravesamos la vereda, había rocío en el pasto y algunos perros nos ladraban cuando pasábamos frente a las casas de sus dueños. Cuándo vi la casa, comencé a correr lo más rápido que pude. Marlon me seguía. Me detuve frente a la vieja puerta de malla metálica, corrí el pasador y me sentí en mi infancia.
Solía caminar por este pasillo cuando era pequeña, las plantas ahora estaban secas y todas esas botellas de cristal eran lo único que me hacían sentir deprimida. Me detuve justo enfrente de la puerta, la chapa estaba oxidada y ese chillido de puerta vieja me hizo entrar a mi vieja casa. Todos mis hermanos estaban en la sala, mamá sostenía un pañuelo con el que seguramente secaba sus lágrimas.
—¡Karol está aquí!—Exclamó Víctor al verme.
El niño se levantó de su lugar, tenía lágrimas en el rostro y me abrazó con mucha fuerza. Correspondí a su abrazo. Caminamos a la sala. Mamá se sorprendió al verme.
—¿Dónde está? —Les pregunté.
—El cadáver está en el panteón, su cuerpo se entierra en dos horas.
Mi tono de voz era autoritario. Me quedé observando aquella vieja pintura de un paisaje de los volcanes que colgaba sobre esa pared frente a mí.
—¿Dónde está Clemente?
Los ojos de mi madre se abrieron como platos.
—¡No lo busques hija! Ese hombre no es bueno.
—¡Yo tampoco lo soy!
—Esa es mi culpa por no haber intervenido en esa ocasión. ¡Ese hombre te hizo eso!
¿Qué me había hecho don Clemente? ¡Mejor ni que lo sepas!
—¿Dónde está?
Alán se puso de pie y se acercó a mí.
—¿Y si te matan?
—Pues me entierras juntó a papá. ¡Tú me pediste que viniera y aquí estoy!
—¿De verdad quieres que te entierre junto a papá?
Ni siquiera fui capaz de prestar atención a mi petición.
—Si fuera el caso, sí. Pero hoy no voy a morir. ¡Vine a ayudarlos!
Asintió, parecía que quería llorar con mis palabras.
—¡Gracias!
—Aún no he hecho nada. ¿Podrías decirme dónde está Clemente?
Se quedó pensando unos instantes.
—Está en la cantina. Paso toda la noche ahí después de haber matado a papá.
Puse mi mano sobre el hombro de mi hermano.
—¡Nos vemos en el panteón!
Me gire en dirección a la puerta. La luz de la mañana comenzaba a hacerse más notable. Marlon me había estado esperando afuera.
—¡Esta en la cantina!
—Te acompaño.
Llegar a la cantina no fue tan difícil. Mientras íbamos en camino, mi mente pensaba en cómo lograr deshacerme de ese hombre y su deseo de venganza. Marlon cargaba una pistola en el bolsillo interior de su saco, el bolsillo a la altura de su corazón.
La mañana era fresca, el viento nos golpeaba en la cara. Decidí tomarle de la mano, entrelace mis dedos con los suyos y mi gesto le sorprendió. Su mano estaba tibia, era fuerte y muy suave.
—Solo una vez en la vida, hace muchos años que papá me tomó de la mano así como yo te estoy tomando de la mano en este mismo momento. ¿Extraño? Por supuesto, suena muy extraño decir que papá fue capaz de mostrarme su afecto a mí, su única hija. ¡Ahora él está muerto! Las cosas entre nosotros fueron un asco al final. Por culpa de él, yo pude llegar a conocerte, conocí a Román y Ángel.
—¿Cuántos años tenías?
—Cinco. Y en ese entonces papá no era malo. ¿Qué cambio en él? ¡No lo sé! No lo averiguaré. Solo te puedo decir que incluso la persona más buena, puede llegar a sacar su lado más cruel.
Al llegar a la cantina nos detuvimos justo frente a las puertas de madera. Solté la mano de Marlon y entré sin dudar. Los hombres que estaban ahí se me quedaron mirando con mucha atención. Caminé hacia la barra. Espalda recta. Culo parado. Senos fuertes. El señor de la barra se me quedó mirando.
—Una botella de tequila por favor.
—¿Qué hace una muchacha tan linda como tú en un lugar como esté? No te había visto por acá.
—Vengo de fuera. Soy turista, quizá sea por eso que no nos conocemos.
—Entiendo.
—¿Estás sola?
— ¿Y usted? ¿Esta sólo? Busco un poco de diversión, ya sabe. ¡Busco hombre que me atienda!
Sus ojos se llenaron de lujuria.
—Lo siento yo no puedo atenderla en este momento. Mi jefe está aquí ahora mismo.
—¿Su jefe?
Hizo un ademán discreto en dirección a una mesa del fondo. Me gire a mirar tenuemente y ahí estaba él. Un hombre con un sombrero negro, un barba poblada y aparentemente rondaba entre los cuarenta o cincuenta años.
—Su jefe es muy apuesto. ¡Por favor! Llévele está botella de tequila como regalo. Si pregunta quién se la manda, entonces usted le revelará mi identidad.
El hombre hizo caso. Tomó la botella y camino hasta Clemente. Después de algunos minutos, tuve una respuesta. Clemente se sentó a mi lado.
—¡Un gusto en conocerla señorita!
—El gusto es mío señor.
—¿De dónde viene?
—Vengo de la ciudad. ¿Usted es de aquí?
—Si. Este pueblo me pertenece.
—Así que usted es muy importante por aquí. Seguramente conocerá a algún hombre que quiera estar conmigo un rato. ¡Quiero ser una chica mala!
Sus cejas se arquearon.
—¿Busca sexo señorita?
—¡Busco más que eso! Busco a un hombre con la fuerza necesaria para hacerme gritar de placer y busco a un hombre que quiera que una mujer como yo lo complazca en la cama.
Bebí un poco de tequila de la botella que yo había enviado a Clemente. El hombre me miraba con atención, se veía la excitación en sus ojos y yo sería el fuego de este incendio.
—¡Yo podría ser su hombre!
Mordí mi labio inferior.
—¡Eso me encantaría! Tan apuesto que es.
Me puse de pie, acerque mi boca a su oído izquierdo.
—¡Hágame suya!
Puse mi mano sobre su miembro. Sus ojos no se despegaban de mí. Él optó por llevarme a su casa. Caminamos hasta la salida, la gente comenzaba a salir se sus casas. Seguramente iban a despedir a mi padre. La costumbre aquí era que cuando alguien moría todos debían ir al panteón, a despedir al finado.
—¿Falleció alguien?
Mi pregunta le hizo mirar hacía el panteón.
—Sí. Mataron a un hombre.
—¡Lo mataron! Pobrecito.
—Yo lo maté.
Me hice la curiosa.
—¿De verdad?
—Sí. Ese hombre era un maldito deudor.
Le mire por unos segundos.
—¡Me gustaría ver el cadáver!
—¿Por qué?
—Siempre me llamaron la atención los matones y me gustaría poder ver cómo es que te echaste a ese deudor.
Lo estaba halagando.
—Está bien. Vamos a ver el cadáver. Pero, ¿sigue en pie lo de hacer el amor?
¿Hacer el amor? El amor ya está hecho, solo lo desgastamos cuando hablamos de sexo.
—Por supuesto. Solo me darás un tour rápido por el panteón.
Él me tomaba de la mano y caminamos entre las tumbas. Localice al instante a un montón de personas acumuladas alrededor de un ataúd. Mamá estaba ahí y mis hermanos la acompañaban. Vi a Marlon ocupando su posición.
—¿Esa era su familia? —Pregunté.
—Ellos eran su familia. Una bola de gente basura. Me deben dinero y si no me lo pagan pronto, también los mataré.
¿Basura? ¡Basura su cara!
—Me gustaría ver más de cerca aquella desgracia.
—¿Estás segura?
—¡Por supuesto! Yo también soy una mujer con un toque de maldad. ¿Por qué no les restriegas en la cara lo desdichados que son?
Los ojos del hombre brillaron un poco. Era un poco más alto que yo.
—¡Tienes razón! No se me hubiese ocurrido hacer algo así.
Le tomé del brazo y nos acercamos hasta mi familia. Toda la gente se nos quedaba mirando, me miraban con atención. Iba vestida como una prostituta. Falda corta, blusa transparente y brassier negro. ¡Karol la prostituta! Nos detuvimos justo frente a mamá. Ella parecía estar sufriendo. Me acerque al ataúd y lo abrí. El cadáver de mi padre estaba ahí.
—¿Cómo lo mataste?
—Le di un plomazo en la frente. Se murió al instante.
Una sonrisa apareció en su rostro. Su bigote era muy abundante.
—¿Dónde está su familia?
Lentamente se giró a mirar a mi madre y a mis hermanos. Dio unos pasos hacia ellos.
—¿Consiguieron el dinero que les pedí?
Su pregunta era en tono autoritario. No le respondieron. Clemente pareció enojarse. Yo solo le observaba con mucha atención, esperando el momento más indicado.
—¡¿Dónde está mi dinero?!
No le respondieron. Víctor apretaba sus labios. Clemente comenzó a reírse, saco su pistola.
—¡Quiero que me den mi dinero!
¿Este era el momento?
—¿Qué dinero? Nosotros no tenemos dinero. ¡Usted mató a nuestro padre! ¿Qué tenemos que ver con usted y sus problemas financieros?
Clemente se giró a mirarme, le quité la pistola.
—¿Cómo dices?
—Resulta qué ése dinero se te pago hace muchos años.
—¿Qué estás diciendo?
Aún no podía creer que yo supiera esos detalles.
—Mi papá te pago esa deuda conmigo. ¡Yo soy Karol, la hija del difunto!
Su sorpresa aumento cuando supo mi nombre.
—¿Karol? ¡Eso es imposible! Yo te vendí a un prostíbulo.
—¡Y yo te perdoné una deuda enorme! —Dijo Marlon —. ¿O ya lo olvidaste?
Él sostenía una pistola sobre el cráneo de Clemente.
—¿Marlon?
—A punto de matarte. ¿Cuál es tu último deseó?
Sus ojos se llenaron de miedo. Le temblaba la mano y su angustia había aparecido.
—¡No me mates! —Suplico Clemente.
—¿Tuviste compasión de mi padre cuando él te pidió que no lo matarás? —Dije yo —. ¿Dónde quieres que te el plomazo?
—¡Me equivoqué! Yo no pensé bien las cosas...
—Así que ahora tienes miedo, viejo cobarde. ¿De qué te sirve el bigote? Muy asesino y todo, pero al final muy cobarde.
Marlon disparó. La bala se impactó en el pie izquierdo de Clemente. El hombre soltó un grito de dolor y se encorvó para poder consolarse a sí mismo. La tierra se había manchado de sangre. Yo le dí un plomazo en el otro pie.
—Deja de extorsionar a esta familia —ordeno Marlon —. O la próxima bala será en tu cráneo.
—¡Si! Ya no los molestaré más.
—¡Te estaré vigilando! Hombre repugnante. ¡Sal de mi vista!
Yo le había pedido que no lo matará. ¿Qué caso tenía? Sangre por sangre, después de todo mi padre y ese hombre eran dos personas despreciables. Sangre por sangre, eso no tenía sentido para mí en estos momentos. Marlon se acercó a mí.
—¿Estás bien?
—Por supuesto. Todo te lo debo a ti. ¡Gracias por este último favor!
Asintió. Guardo su pistola.
Víctor corrió a mí y me abrazó nuevamente. Todas las personas habían contemplado con mucha atención lo que había ocurrido. Alán se acercó y me dio lo que yo le había pedido. El ataúd aún seguía descansando sobre un montón de tierra. La madera era clara y me acerque a mirarle la cara. Papá tenía los ojos cerrados, lo habían vestido con una camisa blanca, su chaleco de piel de oveja, su pantalón de mezclilla y sus huaraches. El hombre tenía una fisura en el cráneo y un sombrero cubría aquella marca de bala.
Aquel día él me había tomado de la mano, quería caminar por la pradera y la maldad aún no existía en mi padre.
Era primavera, fuimos por la barranca, me caí accidentalmente en las piedras y me raspe la rodilla. Papá me pidió que lo esperara debajo del ciruelo. Él fue al campo a cortar muchas flores de polocote, esas flores que se parecen a los girasoles. Amarillas con negro. También corto flores rojas y blancas. Hizo un ramo de flores muy grandes y me lo dio.
—¡Sonríe hija! Las heridas sanan.
Tomé el ramo y sonreí. Estaba muy contenta.
— ¿Alguna vez te lastimaron?
—Sí. Pero fue hace mucho tiempo.
—¿Y te dolió?
—Por supuesto. Pero logré superarlo.
—¿Quién te ánimo en ese momento?
—Nadie. Me encontraba muy sólo.
La pequeña Karol se sintió conmovida con la plática que había tenido con su padre.
—¡Gracias papá! Prometo animarte cuando te lastimen.
Muchos años después, yo estaba frente a mi padre con un ramo de flores idéntico al que me dio ese día. Tomé sus manos, estaban muy frías. Sentí una punzada en el corazón, esto dolía de alguna de manera. Acomode las flores en su pecho.
—¡Aquí pago mi deuda contigo! Las flores que me diste son aquella razón que tengo para perdonar todo lo malo que algún día me hiciste.
El primer ejemplar de mi libro, el libro que yo le había regalado a mi mamá, decidí enterrarlo junto con papá. Alán dijo que él se sintió muy mal cuando leyó mi historia. ¡Quiso cambiar el pasado! Le costó la vida porque fue a pedirle razón de mi al mentado Clemente, intento averiguar si todo lo que yo había escrito en el libro había sucedido en realidad.
Acomode el impreso a un costado de su lado izquierdo, deje escapar algunas lágrimas y entonces cerré la caja. ¡Les ordene que lo bajarán!
***
—¡Es hora de irme! Pueden estar tranquilos, nada les pasará. Marlon estará al pendiente de ustedes.
Mamá me miraba con mucha ternura.
—¡Lo siento mucho hija!
—Tranquila mujer. ¡Todo estará bien!
—¿A dónde irás?
—¡Tengo que ir con mi novio!
Nos despedimos. Subimos al auto y Marlon comenzó a conducir. Recién habíamos avanzado algunas cuadras, cuando vi a Carlos hacernos señas con sus brazos para que nos detuviéramos. Bajé del auto y corrí hacia mí hermano.
—¿Qué pasa?
—Julia dará a luz, el bebé ya viene en camino.
***
Había pasado una hora y media desde que estábamos en el hospital. El día había llegado y yo me sentía un poco emocionada y preocupada a la vez. Habíamos pasado por una situación muy complicada y ahora las cosas cambiaban por completo. Una vida se fue y otra vida llegaba. ¡Esperaba que el bebé naciera bien! Carlos estaba inquieto. Los dos estábamos sentados, esperando noticias. Tuvimos que venir a un hospital de gobierno.
—¡Tranquilo! Todo saldrá bien.
Me miró por unos segundos. Mi hermano se veía un poco cansado por el estrés y la emoción de tener un hijo.
—¡Gracias por estar aquí!
—De nada. Estoy emocionada por ti. ¡Ahora seré tía y tú serás papá!
Una sonrisa apareció en su rostro. Lo rodeaba con mi brazo por encima de la silla.
—Mi vida está cambiando.
—¡Lo sé! Han pasado varios años y míranos. ¡Cuánto hemos cambiado!
En ése momento, yo había olvidado mi resentimiento con Carlos. No podía permitirme doler por sus errores del pasado.
—Hemos cambiado bastante. Yo...
Se me quedó mirando por algunos segundos. Su silencio comenzó a preocuparme.
—¿Paso algo? —Le dije al ver qué no decía nada. Se había bloqueado.
—Leí tú libro y entonces conocí muchas cosas de ti. ¡Lo siento! No sabía con exactitud por lo que habías pasado. ¡Perdóname por haberlos abandonado ese día! Fue mi culpa. Tal vez si nosotros nunca nos hubiésemos ido de casa, tú nunca hubieses tenido que vivir todas esas cosas y probablemente muchas de ellas serian diferentes. ¡Perdóname Karol!
La sinceridad de mi hermano mayor era algo que por fin llegué a conocer después de tanto tiempo. Me quedé callada, solo le escuché, intenté obligarme a ser fuerte y decidí tomar su mano. Ese gesto le sorprendió.
—¡Tranquilo! Los dos estamos bien y eso es lo que importa.
—Yo sé que estamos bien ahora, pero no fui muy justo contigo.
Le regalé una sonrisa tenue.
—Carlos, el tiempo ha pasado y no puedes regresarlo. Tampoco puedes cambiar aquellas cosas que ya fueron. Todos nos equivocamos, sufrimos demasiado y ¡míranos! Tú ya tienes un hijo, una chica que te ama, tienes tu propia familia y eso es algo que tal vez no hubiese pasado si no hubieses tomado la decisión de dejarnos aquella noche. ¡Todo mejora con el tiempo!
—¿Qué hay de ti? Has sufrido demasiado y yo últimamente no soy capaz de admitir que tu vida fue más dolorosa que mi propia vida. ¿Cómo lo lograste? Te notas muy calmada, segura y valiente. ¿Cómo lo haces? Recién nos acabas de salvar de morir y ¿cómo es que logras ser tan fuerte a pesar de estar muriendo en un mar de dolor?
Solté un suspiro.
—Aprendí a vivir con el dolor y a ser realista. Hay cosas que no podemos cambiar, cosas que siempre nos van a dañar, pero depende de uno el decidir hasta qué grado esas cosas nos van a afectar.
—¿Tuviste miedo cuando estabas con Clemente?
—Me sentía nerviosa. Después ya no sentí nada.
—¡Gracias! Después de todo, tú eres más fuerte que todos nosotros.
La puerta se abrió y un doctor nos dio las noticias. ¡El bebe había nacido con bien! Nos permitieron pasar a los dos. Julia estaba recostada, se veía cansada pero contenta. Tenía al recién nacido entre sus brazos. ¡Ahora se habían convertido en padres!
—¿Cómo estás? —Le pregunté a ella.
Su mirada seguía siendo compasiva para conmigo. Aquella vieja amiga que estuvo dispuesta a ayudarme en la infancia, ahora ella tenía su primer bebé. ¡Estaba muy contenta por ella!
—¡Estoy bien! Todo salió bien, gracias por ayudarnos. ¿Quieres cargar a la bebé?
—¿Es niña?
Me sorprendí.
—Sí. Es una niña.
Con mucho cuidado, Julia me entrego a la bebé. Esta estaba envuelta en una cobija de ositos, tenía los ojitos cerrados y aquellas manchitas blancas en la naricita de recién nacida. ¡Se sentía muy bien!
—¿Cómo se va a llamar?
—¡Karol! Su nombre será Karol —dijo Carlos.
Mis emociones se conmovieron bastante. Comencé a llorar de felicidad.
—¡Gracias! —Les dije.
Ahora las cosas cambiaban muchísimo para mí.
***
—¿Dónde estuviste?
Él me miraba con atención y preocupación.
—Tuve que arreglar unas cosas en casa.
—¿Quién te llevo?
—Marlon me llevó. Él me ayudó a solucionar el problema.
—¿Por qué no me dijiste? —Sus celos comenzaban a hacerse presentes en nuestra conversación.
Parecía que estaba un poco molesto.
—Porque no quería que te pasará algo malo. Amenazaron de muerte a mi familia, papá murió y bueno, al final lo logré. ¡Yo no quería arriesgarme a que te pasara algo malo por culpa de mis problemas familiares!
Se impactó por mis palabras.
¡Yo te hubiese ayudado!
—Quizá. Pero en una guerra no siempre usas las mismas armas o técnicas. Esta vez el problema implicaba usar un arma diferente: el pasado. Marlon era esa arma del pasado que yo necesitaba para poder ganar esta batalla.
Ángel se acercó a mí, le tomé de las manos.
—¿Usted no quería que yo me preocupara por sus problemas familiares?
Negué con la cabeza. Eleve sus manos hasta mi pecho.
—Yo no quería que mi Ángel sufriera por mi culpa. ¡Yo quiero su bienestar mi buen hombre!
—Yo también quiero su bienestar. ¡Buena mujer!
—De eso no tengo duda y por ello es que no te dije. Pero mira, ahora estamos bien y vuelvo a estar contigo. ¡No me paso nada malo!
Me envolvió con sus brazos. Se sentía bien el saber que éramos novios, pero se sentía mucho mejor esa sensación de saber que alguien se preocupaba demasiado en mí. Su mirada brillaba para mí.
—¡Mañana será un día importante!
—¿De verdad?
—Sí. Ya lo verás.
Mañana se presentaba mi libro.