En el momento que intentó recuperar el equilibrio, ya era demasiado tarde, golpeó directamente el piso y directamente se largó a llorar, no había tenido tiempo de colocar las manos y se había golpeado la cara contra las baldosas heladas.
¡Jamás había pasado por semejantes penurias!
Sin saber que más hacer se quedó en el piso sollozando.
Xolroth, viendo lo que había provocado sabiamente se retiró y permaneció en silencio.
Sus miles de años de vida no eran puro adorno.
En medio del dolor sordo se escucharon varias voces.
"¿Estas bien?".
"Dios eso debió doler".
"¿Necesitas ir a la enfermería?".
"Duele" Ángel chilló.
"Vamos te ayudaremos a levantarte".
"¿Pequeño tienes a alguien contigo?".
"¿Podemos llamar a alguien?".
"No lo sé" murmuró, solo podía pensar en el dolor sordo de su nariz.
"Estas sangrando, Alice ¿tienes un pañuelo?" pudo identificar una voz ronca y gruesa, que era claramente distinguible sobre las otras voces más infantiles.
Cuatro manos la ayudaron a levantarse, uno de cada lado, Ángel entrecerró los ojos hacia la fuerte luz de las lámparas, una tercera persona agarró su rostro y presionó un pañuelo contra su nariz, Halana parpadeo sin saber que hacer.
Tan pronto como recuperó la visión, vio a una adorable niña con dos coletas un poco más alta que ella intentando detener su sangrado, parpadeó hacia sus ojos verdes y le sonrió.
Alice sintió que moría de ternura con el pequeño niño sonriéndole, se le olvidó seguir sosteniendo el pañuelo y se le resbaló de las manos.
La nariz que no se había detenido volvió a brotar manchando la ropa de Halana, en menos de un segundo se alargó una segunda mano desde su derecha y volvió a presionar un papel contra su nariz.
"Mierda, no se detiene" murmuró la gruesa voz masculina "Niño, ¿dónde están tus padres?".
Finalmente, Halana recordó que aún estaba siendo sostenida por dos personas, parpadeó en dirección al enorme hombre que había hablado.
Y cuando decía enorme, era realmente gigante, como una gran montaña, tuvo que romperse el cuello para poder mirarlo hacia arriba, su cuerpo era aún más colosal y no hacía nada para disminuir su aspecto feroz.
"Tío, ¿seguro puede entendernos? creo que se golpeó la cabeza" murmuró el adolescente a su izquierda, era una copia de su hermana, seguro eran gemelos.
Una punzada le perforó el corazón recordando a sus hermanos.
Sacudió la cabeza borrando los recuerdos que querían volver a aparecer, no le serviría de nada volverse sentimental, no hasta que pudieran reunirse.
Sin embargo, este movimiento solo confirmó las sospecha de las tres personas, llegaron a la misma conclusión, el chico debió haber sufrido una conmoción cerebral.
Raffaele les dio indicaciones a sus dos sobrinos para que fueran a buscar ayuda y sentó a Halana en la silla más cercana.
"Mi nombre es Raffaele Fournier, ¿puedes oírme?".
Halana asintió.
"¿Recuerdas tu nombre? ¿Dónde estás?".
Halana volvió a asentir.
"Contesta" Raffaele hizo una pausa "con palabras".
"Ángel, estoy en el centro comercial".
"Bien Ángel, ¿con quien viniste al centro comercial?".
"Mis nuevos vecinos".
"¿Algún adulto?".
Negó con la cabeza.
Raffaele frunció el ceño "Palabras".
Halana sonrió sin verse asustada por su aspecto feroz "No".
El hombre se vio brevemente sorprendido, estaba acostumbrado a asustar a los niños pequeños, incluso adultos con su rostro.
"¿Tienes algún número de emergencia al que pueda llamar?" continuó.
El niño inclinó la cabeza, como un gatito haciéndose el lindo, sus pestañas se movieron mucho más rápido como si quisieran mostrar la velocidad a la que estaba pensando el joven.
"Debería" finalmente contesto.
Raffaele asintió y ordenó "Díctamelo".
Halana se encogió de hombros sin verse avergonzada "No lo recuerdo".
Se hizo el silencio.
El hombre hizo una pausa mucho más largas que las otras, sus ojos mostraban lo frustrado que se sentía.
Suspiró "¿Recuerdas donde están tus vecinos?" finalmente soltó.
"No realmente" volvió a negar, su vista ya había ido a parar a las tiendas cercanas y sus novedosos productos.
No pudo evitar sorprenderse cuando vio un producto para el cabello que decía que el cabello te crecería en apenas una semana. Hizo una nota mental para llegar a estudiar más sobre los humanos, no sabía que podían hacer esa clase de magia como los brujos de Chesterfield.
"¿Cómo llegaste hasta este lugar?" Raffaele preguntó.
Sin embargo, no recibió respuesta, suspiró y repitió la misma pregunta mucho más fuerte.
La voz fuerte y gruesa la hizo saltar del susto, el hombre se frotó el cabello culpable y suavizó su voz haciéndola mucho más amable.
"Es necesario para volver con tu familia".
"Me guiaro… solo caminé casualmente".
Raffaele se frotó la frente frustrado, los niños pequeños no eran lo suyo, menos uno tan poco cooperativo.
Se hizo un largo silencio mientras Raffaele estudiaba la nariz de Halana para ver si el sangrado se había detenido, aún caían algunas gotas de un impactante color casi negro.
No pudo evitar preguntarse si el joven tendría alguna enfermedad, quería preguntar con tacto, cuando Halana lo interrumpió.
"Quiero el cuadro".
"¿Eh?" ¿Cuándo había cambiado el tema? ¿tal vez realmente su cabeza estaba fallando? Murmuró Raffaele para sí mismo.
"Vine por el cuadro" Halana apuntó en dirección a la vitrina.
"Está bien, te llevaré allí, luego iremos a seguridad" bien podría llevar al chico a niños perdidos, seguridad se encargaría de este problema.
La sangre finalmente se había detenido, Halana apartó el pañuelo empapado, lo arrojó sobre la mesa y volvió a caminar hacia la vitrina.
Entró a la tienda, sonó una suave campana que ya era molesta para un humano normal, Halana sintió que se le nublaba la vista y un rayo le caía en la cabeza.
Se hubiera caído una vez más si no fuera porque Raffaele la seguía a tan solo dos pasos atrás, en el segundo que vio el cuerpo del niño balancearse reaccionó por instinto y lo sostuvo entre sus brazos.