El sujeto se acercó peligrosamente hacia mi con aquella arma de filo punzante que amenazaba atravesar mi piel, aunque torpemente y con dificultad lo esquivé. Parecía no querer detenerse como si yo fuese su objetivo desde que había aparecido en el lugar monocromo, realmente tenía miedo por el hecho de que ni mi tío ni Jun podían ayudarme en esa situación que jamás imaginé pasar.
— No se que deseas, pero podemos hablarlo de la manera más pacífica posible.— al darle esa opción solo se detuvo en seco para apuntarme con su arma.— ¿qué dices?
— No.— susurró y me mostró lo que llevaba en su otra mano, cosa que me causó náuseas de tan solo ver ese objeto.— mira niñito, yo me detendré hasta tener mi arma manchada con tu sangre y ver como tu vida se apaga frente a mi.— volvió a susurrar.
Ante la respuesta que me había dado en susurro no logré adivinar si la voz le pertenecía a un hombre o mujer, joven o viejo, espíritu o humano. Era difícil descifrar que era, así que solo opté por tratar de sacar más información, pero aquello se acercó a mi para luego extender en su mano aquel desagradable objeto que tenía atado un listón negro y en las fisuras que este tenía sobresalian un poco las cabezas de alfileres.
— Castelia Fray, me das asco. Desde el momento en el que naciste... yo juré destruir el fruto maldito que nació de tus padres o sea.... a ti.— aquello volvió su mano hacia él para llevarse el hueso al pecho y meterlo entre su túnica.— no me importa como, incluso si debo atar a muertos a mi para atormentarte o lastimarte... yo acabaré contigo, maldita anomalía.
Sin pensarlo dos veces, bajé mi guardia para girar mi mirada hacia donde estaba mi tío con el objetivo de verificar que aún estuviese ahí, pero lo que me encontré fue con la terrible escena de él retorciéndose en el suelo mientras tocaba su pecho con ambas manos en la zona del corazón. Tonto o imprudente me han de creer por preocuparme por alguien que ya está muerto en una situación de vida o muerte por alguien más cuando yo soy el que está a punto de ser apuñalado por una maldita persona zafada de la cabeza o con un tornillo faltante en la zona de la razón.
Estaba por acercarme a él, pero este solo comenzó a gritarme.
— ¡¡Nathaniel, aléjate!!. ¡Esta maldi... ahg... quiere que te lastime!. ¡no puedo hacer nada ya que tiene una parte de mi!
Realmente quería ayudarlo pero me sería imposible hacerlo si no tenía aquel hueso, si quería liberarlo debía arrebatarle aquel asqueroso objeto para quitarle todo lo que ese sujeto le había puesto y después devolverlo al cementerio donde mi tío descansaba.
Durante mi análisis sobre la situación en la que me encontraba, se me había olvidado mi atacante que con astucia aprovechó el momento en el que me encontraba vulnerable y perdido en mis pensamientos para sujetarme por la espalda y con rapidez colocar en mi cuello su arma. Creía que acabaría conmigo en ese momento pero algo sucedió frente a nosotros, cosa que tal vez preocupó al psicópata.
— ¡¡Aléjate de mi sobrino y mi familia!!.— gritó mi tío aún en el suelo.
Parecía estar demasiado débil pero aún empapado de sudor y con una expresión de cansancio, él sacó del bolso de su pantalón un mechón de pelo atado con un hilo que cubrió con la sangre que comenzaba a brotar de sus ojos como simples lágrimas. Sin temor lanzó el mechón irreconocible hacia mis pies, provocando que mi atacante diera un pequeño brinco, acto que hizo que me hiciera un pequeño corte no muy profundo en el cuello.
— ¡¡¡Alepoú Titella!!!.— gritó.
Inesperadamente, del mechón de pelo salió un gran resplandor del cual una figura apareció y con rapidez desapareció. Creía que había fallado el plan secreto de mi tío, pero repentinamente sentí como mi atacante me liberaba.
Estaba confundido y la curiosidad me invadió aún con el resplandor que poco a poco comenzo a desvanecerse, traté de girar mi cabeza para ver, pero unas manos me cubrieron los ojos. Extrañamente, no sentí miedo y me quedé inmóvil hasta que mi acompañante me descubrió los ojos para que pudiese ver que me encontraba ya en mi cuarto donde él se hizo presente.
— Buenas tardes joven Nathaniel Castelia Fray, yo soy Alepoú Titella, ex protector de Tristán Fray.— se presentó haciendo una reverencia, su apariencia era la de un joven que parecía tener mi misma edad, pero no quise interrumpirlo por mi mera curiosidad.— es un placer conocerlo.
— Buenas tardes Alepoú, el gusto es mío.— le respondí.
Verlo frente a mi me causó intriga y ternura por su apariencia de cabello naranja y desordenado, ojos negros, piel pálida como papel, portando una vestimenta que constaba de pantaloncillos cortos color café, una camisa de botones color blanco, tirantes color naranja, calcetas blancas que sobrepasaban un poco de su tobillo con unos zapatos cafés y en ambos brazos llevaba unos brazaletes algo extraños o demasiado llamativos que tenían más pinta de ser colas de zorro.
Cuando terminé de analizar su apariencia devolví mi mirada hacia sus ojos para darme cuenta que Alepoú me estaba mirando con el ceño fruncido a lo que rápidamente solo opté por disculparme ya que creí que mi mirada lo había hecho sentir incomodo, aunque nunca esperé su respuesta.
— Jajaja, tranquilo. Nunca me habían visto como si fuese algo especial y eso me pone feliz.— me sonrió.
— Pero Alepoú, fue muy descortés de mi parte.— le respondí a la vez que debutaba mi mirada para evitar su semblante feliz que me provocaba nervios.
— Joven Nathaniel, ¿usted cree que tengo derecho de molestarme con el sobrino de mi creador?.— ante su pregunta solo asentí en silencio a lo que él solo negó y soltó un suspiro.— mire, he estado guardado durante mucho tiempo hasta ahora, y me da gusto saber que soy útil.— Alepoú sin previo aviso extendió sus brazos y luego comenzó a agitarlos en el aire como una muestra de su alegría que no lograba entender hasta que volvió a retomar la palabra.— Volver a este mundo me da felicidad, tanta que no le presto atención a mi alrededor y solo me centro en lo importante.
— Pero... te tienes que quedar en este lugar encerrado.— al escuchar mi teoría, él solo negó.— ¿entonces...?
— Joven Nathaniel...
Mientras mantenía en su rostro una leve sonrisa, llevó su mano hacia uno de los bolsillos delanteros de sus pantaloncillos cortos para luego sacar el mechón de pelo que anteriormente mi tío había lanzado frente a mi. Alepoú antes de entregarmelo, le desató el hilo y luego me tomo la mano para que yo lo sostuviera, dándome a entender que debía hacer algo con eso, pero realmente no sabía lo que quería que hiciera.
— Y... ¿exactamente, qué haré con este mechón?.— le pregunté mientras apuntaba con mi mano libre a los cabellos.
— Joven Nathaniel, usted es un Fray.— me habló con sorpresa.— tiene que saber el procedimiento para que yo me quede a su lado.
— Alepoú... no sé casi nada de la familia de mi madre.— le dije, provocando que sus ojos se abrieran como platos.— no es mi culpa, mi madre no habla mucho respecto a ellos y muy a penas conozco a mis abuelos.
— Hmm... joven Nathaniel, yo le diré todo lo que se y lo que soy e incluso te ayudaré a entrenar, pero...— al hacer esa pausa recupero la compostura y con suma seriedad me miró.— debes prometer que aprenderás y pasarás todo a las siguientes generaciones de los Fray....
— Si es magia negra... es un punto en el cual yo no puedo entrar. Recuerda que soy un Castelia.— le respondí a la vez que tomaba asiento en mi cama, al lado de mi cuerpo que se encontraba acostado en ella.
— Ja, ¿ahora vienes con eso?. Si supieras la gran conspiración que hay en esa familia.— bufó.— pero allá ellos, lo importante en esta conversación son los Fray.
— ¿Entonces es magia negra la que quieres que aprenda?.— le pregunté mientras veía cómo se cruzaba de brazos.
— ¿Ahora cree qué crear guardianes es magia negra?.— suspiró.— mira, mientras no se haga daño a una persona y sea una creación con base al beneficio y protección de una persona, nada será malo.
Realmente no sabía nada de eso que se me había revelado y eso despertó la curiosidad en mi, al punto de que comencé a analizar cada palabra dicha por Alepoú. Cuando al fin caí en cuenta de algo importante que había dejado pasar por alto, sentí como mi corazón se aceleró
— ¡¡Espera!!. ¡¿Me estás diciendo que los Fray hacen magia?!.— le grité algo asustado por aquella idea.
— ¿Enserio te sorprende eso y no te sorprende ver tu cuerpo a tu lado?. Si que eres extraño.
Suspiré.— Desde ayer tuve que hacerme la idea de que ya sería normal.— le respondí resignado.
— Ahora tienes que hacerte la idea de la familia Fray tiene cosas más importantes y fascinantes que los Castelia.
— Alguno de estos días me volveré loco.– le dije mientras miraba a mi cuerpo.
— Bueno, al menos no estarás solo en el manicomio ya que podrás hablar conimgo.— me dijo con una sonrisa.— aunque no se si eso sea bueno.... sinceramente... no te veo muy cuerda ni capacitado para la magia.
— Gracias por tu maldita sinceridad, me siento mejor de lo que me sentía.— le hablé con sarcasmo.
— ¿Enserio?.— me preguntó algo feliz.
— Sí, antes me sentía como basura... ahora me siento como escoria.— lo miré con el ceño fruncido, cosa que notó inmediatamente y solo se encogió de hombros.
— Lo siento...