Después de que Alepoú me explicó el procedimiento para ingresar nuevamente a mi cuerpo, él solo se comenzó a burlar de mi, pero sus burlas cesaron cuando entré otra vez.
El despertar fue algo doloroso, mi cuerpo entero dolía demasiado, pero eso no evitó que me levantara de la cama para comenzar a buscar a mi ahora guardián.
— Oye Alepoú, ¿qué tipo de ropa te gusta?.— pregunté a la nada creyendo que él estaría oculto en algún lugar de la habitación.
Al no recibir respuesta alguna comencé a preocuparme por él y comencé a buscarlo por la habitación. Abrí las puertas de mi ropero, busqué en el jardín, en la cocina, la sala, baño, sótano, azotea, en el cuarto de limpieza y el de mis padres, pero no lo encontré.
Ya resignado de que él había podido haberme engañado para estar libre en el mundo terrenal caminé hacia mi habitación que se encontraba en la segunda planta para volver a tirarme sobre la cama, pero al hacer esta acción escuché un quejido. Sin pensarlo bajé de mi cama para buscar abajo de ella, y vaya sorpresa que me llevé.
— ¡¡¡Ahhhh!!!. ¡¡Mamá, Papá!!.— asustado me levanté del suelo y comencé a correr hacia la primera planta con la intención de buscar a mis padres.— ¡¡hay un zorro en la casa, y creo que viene por Ferguson!!.
Al no obtener respuesta de mis padres y analizar cada palabra que había dicho, solo suspiré aliviado para volver a subir a mi habitación, donde solo le dije al animal que ahora se encontraba sentado sobre mi cama:
— Te salvaste de que no están mis padres, así que... si no te has comido a Ferguso hazlo y yo te cubro. Y si ya lo hiciste... bien hecho, ya te puedes ir.— le dije con una leve sonrisa nerviosa.
El animal solo suspiró, parecía realmente molesto a lo que yo solo retrocedí para evitar ser atacado por este. En mi proceso de huir, una voz resonó en mi mente, provocando que mi confusión aumentase.
— ¡Ah, ya me estoy volviendo loco!
— ¡Estoy indignado!. Me confundes con un zorro común y corriente después de haberte ayudado a escapar de esa vieja loca que quiso atacarte, gracias por no reconocerme y faltarme al respeto... joven Nathaniel.
Pronto escuché eso dentro de mi mente, todo comenzó a tener sentido y el sentimiento de vergüenza aumentó en mi ser ya que inmediatamente pensé en que me estaba hablando por telepatía, que tonto soy. Por otro lado, el zorro solo me dio la espalda.
— Lo siento Alepoú, no quise molestarte... creía que...
Me interrumpió.— Estoy enojado. No me hables.— dijo en un tono neutral.
— Alepoú, juro que no quise...
Me volvió a interrumpir.— Que no me hables.
— Que zorro más delicado, veo que tu si puedes burlarte de mí pero yo no puedo confundirte.— con los brazos cruzados me acerqué a la cama para después tomar asiento.— deja de hacerme un berrinche y escúchame.
— No quiero que me hables, ¡¿qué no entiendes?!.— me gritó ahora con un tono que demostraba su molestia, pero no solo eso, se giró para verme y ponerse frente a mi con la intención de enfrentarme.— primero... me haces cambiar de vestimenta y luego de apariencia...— bufó.— ¡soy más pequeño de lo que era cuando era el guardián de tu tío!. Aún sin verme en un espejo te puedo asegurar que soy demasiado bajo y esponjoso.
— Bueno... no has de pasar de los 50 centímetros de altura. Y lo de esponjoso...— sin pedirle permiso pasé mi mano por su pelaje para darle una respuesta.— Sip, estás esponjoso.
De pronto comencé a escuchar cómo Alepoú me gruñía, y como si se tratase de un niño pequeño, comenzó a saltar sobre la cama. Sinceramente, su explosión de ira me pareció tierna pero sabía que si me reía el se molestaría más conmigo, así que... traté de evitar reírme y desvíe la mirada.
— Joven Nathaniel, ¡¿cree qué me causa gracia?!. Un animal que parece de felpa no da miedo a los enemigos, y eso es lo que parezco ahora.— dejó de saltar en la cama y con la mirada baja se acostó, parecía algo deprimido por su apariencia actual, pero yo no sabía que decirle en esos momentos pero él, con la voz entrecortada me volvió a dirigir la palabra.— se... se re... reirán de mí.
Verlo así me hizo sentir en parte culpable, pero... ¿qué podía hacer?. No era mi culpa de haberlo cambiado de apariencia, pero debía al menos hacer algo para calmarlo y hacerlo sentir más seguro aunque eso sería difícil de hacer.
— Alepoú, no importa como te ves por fuera, lo importante es lo de adentro.— dije para después colocar mi mano sobre su cabeza.
Suspiró.— Pero parezco un peluche, todos creerán que dentro de mi hay algodón.
— Pero sigues siendo tu mismo sin importar lo mucho que hayas cambiado, aún tienes la personalidad que te caracteriza y eso es importante.— le sonreí levemente para tratar de contagiarlo, pero al parecer no funcionó ya que cerró los ojos.
— Tengo mi personalidad, pero sigo siendo una cosa diminuta en tu mundo y en el mío soy alguien que viste de una manera ridícula.
— Mira, te diré lo que mi amiga Jun me dijo... ella dijo que no importa tu apariencia, lo importante es el poder y conocimiento que posees. Tu apariencia no es lo que ganará una batalla, bueno algunas veces lo hará... pero solo por que te subestimarán sin saber lo que tienes para dar, obviamente les darás una sorpresa.
— Bueno eso me hizo sentir algo mejor pero... me siento ridículo con la ropa que tengo en el otro mundo.— se quejó.
— No se como lo hice, así que no es mi culpa. Así que... zorrito, mañana me llevarás con mis abuelos y ahí les preguntaré que pasó para poder encontrar una solución a tu queja.— le propuse.— ambos ganamos, ¿qué dices?.— al hacerle la pregunta le quité la mano de su cabeza para luego ponerla frente a él con la intención de que al menos pusiera su patita.
— Se lo que quieres que haga.— me miró con cierta molestia.— y no cumpliré tu capricho.
— Está bien, entonces no te cambiaré de apariencia.— le amenacé por responderme de mala gana y por haberme dejado con la mano tendida.
Me crucé mis brazos y le di la espalda, pero en unos cuantos segundos este comenzó a poner sus patas delanteras sobre mi, diciéndome que iba a aceptar mi propuesta. Estaba a punto de celebrar internamente, pero Alepoú comenzó a reír a carcajadas, provocando que mi mirada se centrara en él.
— ¿Qué te parece tan gracioso, zorro de felpa?.— le pregunté con seriedad fingida.
— Es gracioso y molesto que puedo escuchar tus pensamientos, vaya que te retractas y pones demasiados filtros para hablar. Eres bueno pero tonto.
— Solo lo dices por que eres un zorro, según por ser astuto no dejaré que me critiques.— le dije a la vez que me cruzaba de brazos.
— Te dije la verdad, ¿o acaso no recuerdas que te estoy hablando por telepatía?.— le respondí su pregunta negando con la cabeza.— jajaja, si mañana haces lo mismo en el pueblo... te creerán loco.
— Rumores de la familia Castelia nunca faltan, así que eso no me afecta en nada. Un rumor más no hace daño— dije resignado ante la situación en la que me había metido mi familia paterna.
— ¿Hay demasiados rumores para que ya te de igual?.— inclinó levemente hacia un lado su cabeza en señal de curiosidad.
Desviando mi mirada hacia la ventana le respondí:.— Sí, ya no es novedad. A veces no puedo salir a la calle sin escuchar a la gente murmurar.
— Eso debió dificultar tu socialización con otros niños de tu edad.
— Tienes razón, lo más triste fue que los niños se alejaban de mi como si fuese a morderlos. Nunca tuve a alguien con quien jugar y mi padre me hizo enfocarme en mi entrenamiento... así que...
Me interrumpió.— Tu infancia debió de ser difícil por la forma en que catalogan a tu familia paterna.— dijo con un tono de voz que demostraba su preocupación por mi situación.
— Exactamente, por eso mismo me educan en casa. Jaja, nadie quiere a un rarito que ve fantasmas y tiene premoniciones... mi vida fue condenada a la soledad al nacer bajo el apellido Castelia...— con una sonrisa fingida traté de demostrarle a Alepoú que estaba bien, pero este solo se acercó a mi para subirse a mi regazo y acostarse.
— No estarás nunca más solo, yo te haré compañía.
Escucharlo decir eso me hizo casi caer al borde del llanto pero lo aguanté para no hacer sentir más mal a Alepoú, quien parecía estar tratando de hacerme sentir mejor al portarse como si fuese una mascota de compañía, cuando en realidad era mi guardián.
— No te aguantes, eres humano y es válido sentir y llorar.
— Alepoú....
Sin pensarlo dos veces levanté a Alepoú y lo abracé con cuidado mientras dejaba caer las frías lágrimas amargas que demostraban mi lado más humano que la gente creía que un Castelia no poseía. Por primera vez me sentí acompañado, comprendido, y aceptado.