Sueños premonitorios siempre acompañan mis noches de descanso, pero jamás digo nada para ayudar a los habitantes de este pequeño pueblo, y mucho menos a mi familia ya que de eso se encarga Dannét (mi prima, a ella la consideran más certera en ese tipo de cosas), hija de Hannah Castelia (hermana mayor de mi padre) y Trevort Arend (el padre de Dannét). Ambos poseemos los mismos dones, pero mis abuelos dicen que es más fuerte que yo, y gracias a eso me han dado un entrenamiento más pesado para llegar a su altura.
Como mi padre quiere que compita con ella, todos los días debo levantarme temprano para iniciar mis sesiones de meditación. Al no tener un reloj, el gallo Ferguson, nuestra mascota, es mi alarma. He tratado de deshacerme del maldito gallo aunque mis esfuerzos son en vano, siempre que lo dejo en el bosque... regresa a la mañana siguiente para despertarme, quisiera que existiera un hechizo de teletransportación pero desgraciadamente no hay nada así dentro del libro de magia blanca de mis antepasados.
Sin muchas ganas de iniciar mi día, solo rodé hasta llegar el límite de mi cama para después lentamente levantarme. Al estar de pie, me acerqué a la ventana de mi habitación para luego abrirla, dejando ver a Ferguson cantando sobre la barda que rodeaba la casa.
— Ya cállate Ferguson, que ya estoy despierto.— le pedí amablemente al gallo.
Él animal no me hizo caso y siguió cantando, desafinado y entrecortado, pero seguía animado y sin intenciones de callarse. Bueno, era de esperarse, solo obedecía a papá.
— ¡Cállate Ferguson!.— le pedí nuevamente mientras sostenía una de mis sandalias de hule.— no querrás caer de la barda, ¿o si?
Como siempre, mantener una discusión con ese gallo era de rutina diaria que incluso mis padres al escucharme solo me gritaban desde la planta baja de la casa para llamarme para ir a desayunar. Odio tener que levantarme a las 5 a.m. para comenzar mis estudios y el entrenamiento espiritual, pero es algo de lo que no me puedo librar por las locas creencias y por la tradición de mi familia paranoica.
Después de darme un baño y ponerme ropa limpia, bajé a la primera planta de la casa donde mis padres me estaban esperando con el desayuno listo que consistía en un plato de avena preprada con fresas y arándanos.
El plato estaba servido en la mesa que tenía forma circular, así que solo tomé asiento en mi lugar que se encontraba al lado de mi padre quien se encontraba hablando con mi madre.
Ya después de haber terminado de comer, mi padre dejó de lado la conversación que estaba teniendo con mi madre (conversación de la que no había prestado atención) para hablarme sobre lo que hoy debería hacer.
— Como aún no dominas el arte de infundir tu energía en las cosas... tendrás que meditar más antes de comenzar con lo más avanzado.— me habló con suma seriedad.— recuerda que Danett ya tiene dominado esto y solo le falta controlar los viajes astrales.
— Ahg, Danétt... ella es ella y yo soy yo. Tendremos los mismos dones pero... recuerda que somos diferentes, ella es más fuerte y de eso no hay duda.— bufé.— padre, no estoy para competir con ella y mucho menos por una tradición.
Antes de que mi padre hablara, mi madre se adelantó para defenderme.— John, recuerda que nuestro hijo es muy especial con tan solo contar con esos dones. No debes hacerlo esforzarse solo por competir, Nath hace lo que puede y a su manera, tal vez va a paso lento pero... ¿que tal si aprende más cosas que Danett quien aprende a la primera?, ten paciencia con él, recuerda que aún falta para que cumpla sus 22 años.
Mi madre era de lo más comprensiva, aunque nunca se negó en que yo fuese parte de una tradición que según mis familiares paternos dicen que es peligrosa ya que ella tenía mucha fe en mi. Por otra parte, mi padre sólo suspiró con pesadez para luego asentir ante lo anterior dicho por mi mamá.
— Tienes razón Rossalín. Se que puedo sonar como si tratase de hacerlo competir con Danétt pero.— en un abrir y cerrar de ojos el semblante serio de mi padre cambió a uno lleno de preocupación y tristeza algo que no era muy común en él, pero aún así decidí seguir escuchando sus palabras sin intención de interrumpir.— sabes que tengo miedo de que termine como mis hermanos menores, además... Nathaniel es mi único hijo...
— Mi familia no es como la tuya y lo entiendo, se cuanta es tu preocupación pero... debes de tenerle más fe y esperanza.— con mucho cariño nos abrazó y después de unos minutos se separó de nosotros para seguir con sus deberes al igual que mi padre y yo.
Ambos salimos de la casa para ir al patio donde tomé asiento sobre el pasto con pose de loto para comenzar a meditar pero algo me lo impedía así que solo abrí los ojos para ver a mi padre que se encontraba a mi lado.
— Padre, ¿la familia de mi madre no tiene tradiciones?.— le pregunté sin importarme interrumpirlo.
Mi padre aún con los ojos cerrados suspiró al sentir como el viento frío de la mañana revolvía su cabello corto de color azabache, me sentía nervioso al no obtener una respuesta rápido de su parte pero aquel sentimiento se apagó cuando él se giró hacia mí.
— Claro que la tenían pero la dejaron de practicar por algo que sucedió, aún no tengo claro que fue pero... tus abuelos tienen un claro odio hacia ella.— al abrir los ojos solo miró hacia el cielo para seguir hablando.— dicen que su familia es la rival de la mía.
— ¿Y por qué se casaron?.— le pregunté algo curioso y sorprendido ante lo que me estaba contando.
— Tus abuelos dicen que fue brujería o amarre pero yo digo que fue por tanta prohibición de ambas familias, sin darnos cuenta nos enamoramos y sin permiso de nuestros padres nos casamos.— suspiró.
— Yo no sabía nada de eso pero lo más importante aquí es... ¿Por qué las familias Castelia y Fray tienen una gran rivalidad?
— Nath, eso no lo sé exactamente... pero tus abuelos siempre los culpan. Desde que tú madre llegó a mi vida fue una bendición, aunque no lo creas la aceptaban hasta que ocurrió el turno de que mis hermanos menores llevaran a cabo la tradición.... de ahí en adelante comenzó todo entre ambas familias.— me explicó un poco.
— Tal vez luego les pregunte a los abuelos lo sucedido pero... dudo que me respondan, siempre me hacen de lado, ¿será que no me consideran un Castelia?.— le pregunté algo preocupado.
— Hijo, no te preocupes por eso. Puedes ser también un Fray, pero si quieres callar a tus abuelos y tíos... debes cumplir con la tradición.— me respondió a la vez que devolvía su mirada hacia mi.— Tu madre tiene razón, no debo de presionarte cuando tú no quieres hacer esto pero realmente sabes que...
Lo interrumpí.— No se preocupe padre, ahora que se un poco del motivo por el cual me hacen a un lado... yo les mostraré que puedo ser mejor Castelia y demostraré la inocencia de la familia Fray.— alzando mis manos hacia el cielo de la madrugada, solo sonreí para fingir que tomaba una de las estrellas que adornaban el firmamento.— lo prometo.
— Está bien hijo, pero por el momento concéntrate en la meditación si quieres llevar a cabo la tradición de mi familia.— me mencionó mi padre quien al abrir sus orbes color esmeralda sonrió.
—Tiene razón.— me rasqué la nuca con vergüenza.— debo de entrenar más para demostrar de que estoy hecho.
Aún sin borrar su sonrisa despeinó mi cabello castaño para luego volver a su pose original. Era extraño verlo desenvolverse un poco así conmigo, pero aún así no dejé de vigilar mi entorno ya que sentía en mi interior una pequeña molestia que cada día se hacía más grande, ¿será que es por qué en dos semanas cumplo 22? No lo sé pero algo de una tran magnitud está a punto de suceder y si mis sentidos están alerta, algo saldrá muy mal.
Llámame arrimado, zángano, mantenido, o lo que gustes pero... es imposible para alguien como yo irse de su hogar sin antes hacer lo que dicta la tradición y sin entrenamiento completo, si esto no se hace... se dice que algo malo está destinado a ocurrirle al Castelia por tener dones. Quisiera no creerle a mi padre pero cada que hablaba de los secretos de su familia (cosa que rara vez hacía) me hacía interesarme aún más aunque no he experimentado algo paranormal si he tenido eso que llaman premoniciones, cosa que le da más creibilidad a mi perspectiva.
— Yo, Nathaniel Castelia. Encontraré la verdad.— tomando postura de loto cerré mis ojos color miel para luego tratar de concentrarme pero la imagen de la silueta de una mujer me provocó un escalofrío en toda mi espalda y que mis ojos se abrieran como platos.— ¡Ohaaa!, ¡¿pero qué...?!
— Nath, concéntrate.— me pidió mi padre.
— ¡S-sí!.— le respondí al escucharlo para volver rápidamente al entrenamiento pero con aquella imagen aún rondando en mi mente me fue algo difícil volver a lo mío.