— No, no tiene nada que ver con ello. Dominieck realmente me encanto por mucho disfrutar este momento contigo y que hayas tenido tal detalle para conmigo ha sido algo que realmente voy a apreciar el resto de mi vida.
Y como si se encontrase esperando aquellas tan dichosas palabras, Dominieck comentó casi arrancándomelas de los labios las mismas que yo exclamaría — ¡Pero! ...
Al notar que aquel buscaba refutar lo mismo, yo no pude evitar sonreír y así intentar darle a entender que lo que me ocurría no era parte de su responsabilidad — Pero nada, solo quiero volver a casa.
La extrañeza y las dudas se dibujaron en su rostro debido a que indudablemente mis cambios de ideales e intereses no le habían sentado nada bien, pero sorprendentemente Dominieck no objeto, más en cambio guardo silencio y girándose hacía la cornisa coloco sus manos a cada lado de su pelvis y desde allí se dispuso a admirar el cielo intentando deducir probablemente algo en consecuencia de lo sucedido.
Por un momento tal hombre se dejó llevar por el sentimiento que el viento, gracias al frescor y la tranquilidad que aquel elemento al igual que a mi le ofrecía, sin percatarse del todo del nuevo invitado que al cielo arremetía y que por el momento solo había dejado ver algunos leves hilos de plata que gradualmente se escondían por detrás de las nubes.
Por un momento al notarlos Dominieck dirigió sus ojos al cielo mientras los entrecerraba queriendo cerciorarse de aquello y habiéndolo contemplado con especial interés por un momento aquel dirigió su vista en mi dirección lo que hizo algunas veces más repetitivamente, hasta que analizo probablemente la situación y replico — sabes qué día es hoy.
— ¡Día! De que hablas.
— Del día, ósea que cambio de la luna corresponde a hoy.
— ¡Ah! creo que cuarto creciente, por qué.
— Rayos ¿Qué hora es? — y mirando el reloj dispuesto en su muñeca indicó tras ver cuál era el tiempo que aquel enmarcaba — aun tenemos tiempo pero será mejor que volvamos a casa ahora mismo.
— Me sorprendes, entonces ahora tú no te opondrás — y quedándose callado me observo, Dominieck me tomo de la mano haciéndome que por ende nos acercáramos al ascensor donde con algo de inquietud junto a aquel allí aguardaba mientras repetidamente tal hombre presionaba el botón esperando la aparición del mismo .
Salir del edificio nos llevó poco tiempo una vez descendimos, y tomar camino a casa fue particularmente lo mismo, el tiempo se hizo corto a diferencia de hace algunas horas por lo que supuse que aquel se mantuvo por algunos minutos dando la vuelta a la manzana haciéndome pensar que nos encontrábamos relativamente lejos.
Aun así, aunque me percaté de aquello preferí callar, en tanto con algo de agonía en silencio busqué concentrarme en las sensaciones que arremetían a mi cuerpo y me impedían mantenerme completamente cuerda ante los anhelos insanos que en mi mente iniciaron a aparecer.
Calor, euforia, entusiasmo, energía, vehemencia, deseos vivos y para nada fugases, empezaron a hacerse sentir en mi cabeza y por más que intentase en tanto me reprimiera yo no podía deshacerme de ellos, mi cuerpo pedía, no... más bien exigía el sabor de la carne majestuosa y pecaminosa y no hablo precisamente de degustarla al paladar.
Allí sobre aquel asiento angustiada intente soportar el peso del dolor, las voces en mi cabeza inquietud que tenía en el alma, en silencio intente contenerme mientras clavaba sobre el asiento mis dedos los cuales intentaba impedir con todo mi ser que se convirtieran en garras porque de alguna manera algo intentaba salir de mí.
Con todos los medios trataba de no zarandearme demasiado en aquel asiento pues a medida que los minutos se consumían también mi cuerpo y mis fuerzas por igual lo hacían, la fiebre mi peor enemiga aumentaba cada vez más y más envolviéndome en sus brazos tan conocidos para mí, en tanto aquella me hacía de igual manera recordar aquella noche hace tantos años atrás donde Kreiger se hizo sentir y la tía Susan término mal herida por mi culpa.
Aguantando el peso que aquella influía en mi mente y alma aguante me contuve con todas mi fuerzas pues no quería por nada del mundo alarmar y mucho menos preocupar a Dominieck quien ya con prisa se disponía a manejar intentando esquivar por el camino los autos que transitaban también por allí.
¡Aaaahg! Un gritó corto y bajo se escuchó salir de mí, uno que sin dudas me delato ante la conciencia de Dominieck y despertó el interés en aquel por mí y lo que yo me encontraba sintiendo.
— Emma ¿Qué pasa? — aquel gritó mientras llevaba sus manos hacía mi e intentaba moverme para siquiera poder recibir una respuesta mía, pero yo solía escuchar más no reproducir palabra alguna.
Dominieck siguió moviendo sus manos de aquí para allá sintiendo mi piel que se erizaba con cada toque de las manos y habiendo sentido las altas temperaturas que por mi piel desbordaba al tiempo que se mantenía empapada por el sudor Dominieck reclamo casi como si supiera completamente como cual experto de lo que hablaba.
— No... No... porque ahora — gritó aquel algo enfadado, aunque evidentemente lo que pesaba más ante sus ojos era la incertidumbre respecto a que directamente era lo que me ocurría — porque tan pronto, porque no debías esperar, aunque sea un poco más — volvió a gritar mientras arremetió por alrededor de dos veces contra el volante infiriendo golpes contra el mismo.
Yo, sin embargo, aunque aún estaba consciente, aunque aún podía escucharle con completa claridad me estaba consumiendo totalmente en aquel mar de descontrol que tras Kreiger querer salir dejaba sumamente en marcado en mi piel porque, aunque no lo estimaba a la perfección algo muy dentro de mí me decía que todo esto era obra suya.
Mis gritos comenzaron a hacerse más intensos, más ahogados, más lamentables, las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas sin parar y yo quien intentaba no retorcerme demasiado fuerte, aun quieta sobre aquel asiento comencé a perderme poco a poco tras todo ante mis ojos volverse blanco y gris y así me vi finalmente sometida a lo que tanto temía por lo cual terminé nuevamente sucumbida en la oscuridad.
Como mismo ocurrió hace diesi ocho años atrás se volvió a repetir, ella volvió a aparecer, fuerte e imponente como la solía recordar de las tantas veces que se había hecho notar durante mis noches de descanso haciéndose parte de la realidad inherente.
Kreiger mi verdadero lo que me ata al mundo lobo solo que más revoltosa, más enérgica, menos temerosa y más reactiva, apareció en un mundo creado por mi propia mente donde lo único que contaba con color éramos ella y yo, de pie una en frente de la otra, pero con una sutil diferencia.
Aparentemente el yo haber convivo con los abuelos había ocasionado en ella que aprendiera algo de modales y así lo manifestó una vez ante mí por segunda ocasión, dándome a entender de que quizás el tiempo a las sombras bajo la influencia de aquellas dos personas probablemente la había hecho cambiar con todo aquello de que el amor cura, y valla que sí lo hace.
Al aparecer completamente como es ella portando su completo pelaje negro y sus tan llamativos ojos azules y fue siempre ante la diferencia de tamaños que nos abraza, que no pude realmente evitar retroceder tras sentirme algo perturbada por el miedo y la desconfianza que ella en mi generaba.
Kreiger al verme sintiéndose ser probablemente parte del mismo rechazo que aun en mí misma quedaba, y del cual me culpo por no ser lo suficientemente valiente como para poder afrontarlo, al notarlo aquella agacho las orejas y bajo la cabeza sumamente cansada de repetir quizás tantas veces aquella misma historia.
Por un momento contemplándola en la distancia vi como aquella se perdía atormentada por los tantos cientos, quizás miles de pensamientos que indudablemente nos afectaban a ambas por igual por los que presumo que segundos después aquello la llevo a recostarse en el suelo dejando salir de ella la tristeza que la acompañaba.
Verla así me daba más que pesar porque independientemente de lo que ella haya hecho en el paso y a quién o a que allá atacado, sin dudas yo comprendía ahora de adulta que más que nada solo era una niña la cual a fin y al cabo solo intentaba poder salvarse de las manos de sus verdugos.
Papá quien debía ser nuestro más grande defensor no tuvo las agallas suficientes ni siquiera como para poder salvar de este mundo a lo único que según él lo unía con el gran amor de su vida, cosa que dudo porque el amor de lobos con humanos no es para nada sincero, de eso estaba segura.
Ante su tranquilidad y ante la evidente situación en la cual me mantenía prisionera siendo consciente de que pasaría un buen rato hasta que finalmente ella me pudiera otorgar libertad, siguiendo su mismo comportamiento ya evidente sin tener otra opción dejándome caer en el suelo recogí mis piernas en posición de loto mientas que sobre mis muslos acomode mis codos dejando así caer mi cabeza sobre mis manos mientras yacían estas palmas hacía arriba.
Por un momento y a sinceridad, aunque no lo quería, conversar con ella se convirtió en parte de mi entretenimiento, cosa que ella se encontraba particularmente haciendo con la intención de lograr algo, pero no fue hasta el último momento que me di cuenta de que precisamente de que era lo que se trataba.
A ella no le importaba lo que pudiera pensar en aquel momento y solo actuando como cual descarada comentó antes de poder liberarme — lo siento, pero luego me lo agradecerás — y antes de que le reclamase aquella me hizo volver a la realidad.