¡Fuuuuuuuuu! Aliento, calma ¡Fuuuuuuuuu! Reposo, serenidad, quietud ¡Fuuuuuuuuu!
Ante la paz y la tranquilidad que me otorga siempre estar en medio de la naturaleza, sentada sobre una manta, debajo de una magnolia totalmente llena de flores, acomodada encima de la hierba me encuentro casualmente disfrutando de la brisa fresca que el viento otorga a los mortales la cual de vez en cuando bate mi pelo tras su respectivo azote contra mi ser y de la tierna en tanto opaca luz del sol que ilumina el jardín en algunos momentos de la tan emblemática mansión Bastrii, tras el cielo tornarse algo gris una vez empezó a acercarse la noche.
Sí, efectivamente me encuentro aquí en esta residencia, ajena a todo lo que quisiera pensar o hacer puesto que desde que llegue hace unos días a este hogar me eh vuelto prisionera dentro de sus dimensiones por orden estricta de Dominieck.
Al principio, pensaba que realmente estaría solo unos pocos días y que por ende volvería tarde o temprano al ritmo de mi antigua vida, era sin dudas lo que yo tenía en mente y que por ende terminaría regresando a Vinchenzo pero... la verdad solo había sido una pobre y triste ilusa porque ha sucedido de todo, pero menos ese tan esperado anhelo mío.
Llegar aquí aquel día que abandonamos la casa Lombardi me tomo con gran sorpresa puesto que no fue hasta que nos encontrábamos cruzando el portón de acceso a tal morada, que fue que supe por voz y boto tanto de los tíos como de Lina a quién pertenecía la misma.
Inmediatamente arribamos, salir de ella no se volvió principalmente parte de mis tan ansiosos sueños y deseos pues desde entonces permanezco aquí, ajena al exterior y pendiente exclusivamente a lo que ocurre en el interior, de modo que es tanto así que ni siquiera aquel hombre me concedió permiso alguno para ir por mis cosas a Vinchenzo mi antiguo hogar, más trabajo único y propio para Bazili el chofer, aquella tarea se convirtió.
Nadie podría quizás llegar a imaginarse el sentimiento tan enorme de incomodidad, inconformidad y frustración que tal situación provoca en mí, pues no es nada sencillo pasar de una vida en la cual tu independencia era sumamente importante a una en la cual no se te permite hacer casi nada, cosa que se la debo de agradecer a la señora Zoe la ama de llaves de Dominieck con quien siempre vivo discutiendo pues aquella no me permite siquiera entrar a la cocina si llevo conmigo la idea de ayudarle.
Aquella mujer es terca como ella sola de eso que no quepa duda alguna a nadie, pero sin dudas puedo decir que es una gran persona, ella junto a Leila su hija y Bazili fueron las primeras personas que conocí no muy bien llegue y quienes durante estos días que llevo como prisionera sumados a Lina son quienes me han servido de compañía, ahora más que nunca que la soledad me golpea pues luego de que volvimos Dominieck y Lyall no suelen estar por aquí.
Aquel hombre el día que lo suelo ver siempre aparece demasiado cansado, sumamente agotado y relativamente tomado por el mal humor, sin dudas sé que pasa algo, aunque no me quiera decir nada de lo que sucede y se guarde aquello como cual enorme secreto cosa que me inquieta bastante.
Dominieck intenta camuflajear constantemente sus emociones y miedos detrás de una falsa sonrisa, aunque sabe que sus ojos lo delatan ante su terquedad pues lo que acontece temo que sin dudas es más grande que su fuerza, así como también de su voluntad, aunque se niega a admitir que no puede solo con todo aquello.
Y bueno de los tíos no tengo mucho para decir, pues como aquellos sabían que me encontraba en buenas manos tales canallas se fueron a hospedar a un hotel en el centro cerca del Gran Atlante con la idea de estar presente durante las remodelaciones que se harán luego de lo sucedido allí con ellos, la noche de la bienvenida a la tía Susan antes de que todo esto iniciara.
Ya llevaba un buen rato concentrada divisando como las nubes jugueteaban en el cielo mientras los avisos de tormenta se hacían inminentes entre las mismas y aun así siendo consciente de que lo que avecinaba yo me mantenía allí cómodamente sentada en el mismo sitio cuando de la nada a un costado junto a aquella magnolia se escuchó una voz decir.
— Sabía que te encontraría aquí — replicó Dominieck quien se encontraba detrás de mí a quién descubrí no muy bien sentí la necesidad de dar con el lugar del cual procedía a aquella voz y a quien sorprendí mirándome fijamente.
— Como me encontraste, no se suponía que habías salido — le increpe no muy bien lo note.
— La verdad fue fácil, no hay cosa que ames más en el mundo que esto, estar en medio de la naturaleza, la esencia del aire fresco, de los árboles y de la libertad que eso en ti deja pues a tu mente no es más allá que una de las mejores recompensas.
— Y si lo sabes porque me mantienes aquí tan cautiva.
— Ya te lo eh dicho varias veces tú y yo hicimos un trato y tu aceptaste por lo pronto aquí te debes de quedar, porque prefiero mil veces mantenerte encerrada que muerta o capturada por aquellos infelices.
Al escucharle replicar aquello llena de impotencia gire mi cabeza retomando de nuevo la vista de la cual hacia un momento gozaba intentando tranquilizarme para no terminar golpeándolo y por ende hacerlo sufrir, al tiempo que guarde completo silencio.
Dominieck al verme como había tomado a aquella actitud buscando como calmarme y endulzarme acercándose una vez en frente mío se colocó en cuclillas y desde allí me observo.
Al notarlo busque desviar la mirada que tenía en frente hacia el lado izquierdo pretendiendo ignorarlo pues entendía yo que para aquel momento era lo único que el merecía.
— No sería más sencillo no tener secretos conmigo, te saldría más rentable y nos ahorraríamos el pelear.
— No, no... Para nada, pero si pelear contigo es lo que más disfruto de estar en tu compañía — dijo aquel con cual cara dura no importándole lo cerca que se encontraba mientras esbozaba cual sonrisa victoriosa y algo evidentemente sarcástica.
Llena de enojo dirigí mis ojos hacia aquel aguantándome con todas mis fuerzas lanzarme a la yugular y acabar con su vida en aquel instante, por tanto, en un intento para contenerme busqué apretar mis puños conteniendo todo rasgo de ira presente en mí.
— Si viniste para esto solamente te puedes ir ahora mismo, no estoy de humor como para soportarte a ti o a tus cambios de humor.
— Valla que fiera, pero tendrás que calmarte sí o sí, tú y yo tenemos algo importante que hacer.
— Viniendo de ti solo estimo, algún cuento y nada más.
— Emma, vamos házmelo fácil ponte de pie.
— No.
— Emma obedece.
— Que no.
Dominieck se molestó no había gustado para nada que yo le retara de aquella manera y tras chasquear su lengua contra sus dientes replico.
— Si así es que lo quieres, así lo tendrás — y tomándome por la fuerza me puso de pie para de seguido acomodarme sobre su hombro de tal forma que se le hacía sencillo conducirme casa adentro rumbo a mi recamara aun no importando lo mucho que yo me zarandearse intentando escapar de su persona.
Atravesar su oficina, el salón y tomar las escaleras para él, conmigo en brazos resulto ser más que sencillo en tanto habiendo llegado hasta la puerta de mi recamara mientras que de seguido ingresaba en ella en tierra al fin de me dejo.
— Recuérdame porque te detesto.
— Porque te gusto — y habiendo dicho aquello manteniendo el rostro algo bastante burlón Dominieck quedándose confiado dejo caer los brazos, por lo que aprovechando su descuido lance un golpe contra su costado izquierdo el más próximo que tenía para aquel momento, a fin de cuentas, pensaba que lo tenía y que por ende me desquitaría este mal sabor de boca que tengo desde hace días, pero no, aquel hombre a fin de cuentas logro de tenerme.
— Vas a tener que ser más rápida la próxima vez — y habiendo exclamado aquello aquel hombre hizo que me relajara, extendiera mis brazos a mis costados para de seguido hacerme girar sobre mi propio eje en dirección hasta la cama.
— ¿Qué significa esto? — indique tras ver como sobre la cama se encontraba completamente extendido un vestido corto hermoso en color rojo que dejaba totalmente los hombros descubiertos y las piernas relativamente visibles a la vista una vez aquel era ceñido sobre el cuerpo en tanto junto a él también se encontraba un par de tacones en color negro y una cartera que hacía juego a la perfección con aquel atuendo.
— Te tengo una sorpresa, así que quiero que te pongas sumamente hermosa y no quiero nada de reproches ni mucho menos de jugarretas.
— No te prometo nada — dije a sabiendas de que me encontraba bastante molesta con su persona.
— Emma ya, por favor — replico aquel con una voz algo aterciopelada que se volvió sumamente seria — hablo enserio deja de ser tan terca, créeme solo quiero darte una sorpresa vuelvo y lo repito y de paso hacer las paces contigo porque se lo complicados que han sido estos días para ti y más con mi ausencia.
— Si quieres hacer las paces conmigo solo no me mantengas encerrada es lo único que te pido.
Dominieck al escucharme replicar aquello por enésima vez se sintió tenso y algo enfadado, en sus expresiones y en su voz era fácil de interpretar la aparición de aquellos sentimientos y haciéndome acomodar a horillas de la cama una vez me obligo a retroceder, en frente de mi se colocó en cuclillas y llevando su mano izquierda hasta mi mejilla con ojos un tanto humedecidos tomando una bocanada de aire aquel replicó.
— Emma entiéndelo, me cuesta con creces aceptar que estés lejos de esta casa sin vigilancia o sin que yo sepa dónde estás, no quiero exponerte al peligro me niego rotundamente a ello, ya que ninguno de nosotros sabemos lo que hay haya afuera y menos que nos espera, estamos en Belcier... Sí lo estamos de regreso, pero en el momento que menos lo esperemos el ataque puede ser lanzado en nuestra contra y dime qué hago yo si tú te conviertes en su objetivo y yo no estoy cerca para protegerte, la culpa no me dejaría vivir si ellos llegasen a tomarte, a sabiendas yo de lo traicionero que pueden llegar a ser a aquellos cuatro.